miércoles, 26 de septiembre de 2012

De la magia y el engaño. El toro indultado, por Pepi Vegas


El toro, el actor y el teatro taurino.
Como si de una religión se tratase, la tauromaquia tiene fieles, seguidores y conversos que se convierten en “apóstoles de la verdad”.
No quise ver ni leer, no quise empaparme de ese aroma que inundaba los medios con insistencia obsesiva, pues para mí ese aroma solo olía a sangre.
Anoche antes de irme a dormir volví a escuchar en la televisión la “noticia”, el toro que José Tomás indultó en Nimes se recupera….
A desgana leí algo sobre el tema, un artículo de hace unos días en elmundo.es,  suficiente. 
Como si de una religión se tratase, la tauromaquia tiene fieles, seguidores y conversos que se convierten en “apóstoles de la verdad”.
Según el artículo acudían los creyentes y los nuevos convencidos en tropel y había captación de adeptos a la “llamada del toreo celestial”.
Yo entiendo esa parte de un guión y  puesta en escena espectacular, del colorido brillante, esa mezcla de música, de valor, el revoloteo del capote como una danza de mujer, los movimientos y gestos teatrales masculinos, aunque entrelazados con estética y nombre  femenino, y unas dosis de masoquismo o aceptación del riesgo,  la parte del marketing , el arraigo…
Yo entiendo aunque no acepto, esa forma de expresar los taurinos la supuesta sublimidad del toreo, la gloria, el arte y la belleza con un argot propio, que roza lo espiritual, en ocasiones  incomprensible para el común y creado para describir el momento.
Entiendo a los espectadores en la plaza, ante la emoción, el morbo, lo impredecible, el miro pero no miro, el revuelo de la fiesta, el jolgorio, los amigos la tradición de los borregos… “me gusta  porque si”.
Y sobre todo entiendo el negocio que  aglutina, envuelve y sumerge en esa  magia, a todo lo antes mencionado.
Pero me asombro de cómo el mundo taurino prescinde del animal, del individuo, del  bóvido aterrorizado  que se desangra poco a poco, que muge de dolor, cuyos gestos son de defensa ante una situación impuesta y sin sentido para él, que se ahoga en vómitos de sangre, que no quiere estar allí, nada mas salir corre y gira en la plaza buscando la salida….que no quiere morir.
Me asombro de cómo en el mundo taurino lo interpretan con términos como nobleza, entrega, pasión, bravura, trapío, complacencia, colaboración, danza y placer del toro. ¿Los taurinos son memos, son ciegos, están locos o son unos grandísimos hipócritas?
José Tomas un gran actor, que todo esto se lo sabe, interpreta a la perfección el papel de protagonista absoluto que todos quieren ver. Conoce las verdaderas reacciones y motivos del animal. Cada movimiento, cada gesto es un engaño, al toro y al público, que enredado en la magia absorbe cada  acción ávido de emociones. Efectivamente, es un profesional  bien pagado, torturando y matando toros.
Hasta el toro que indultó tiene su razón en el juego de engaños y sensacionalismos de José Tomás. El gesto teatral de la estocada al final sin espada, levantó pasiones, tal vez lágrimas de complacencia ante la sublime misericordia del “maestro”.
El cuarto toro, el nombre no importa  ya que  sólo es un requisito en el trámite de su contrato de venta, fue indultado, devuelto a los corrales y cuatro días después a la dehesa, donde sigue siendo bandera y protagonista del toreo del gesto y la misericordia de José Tomás. El cuarto toro, que con dos profundas, tremendas heridas por lanza y siete heridas mas por arpones, con 70 kilo menos al salir de la plaza, con su sistema nervioso y síquico destrozado y con dolores y secuelas de por vida, se recupera entre otros toros de su misma condición. Si sus secuelas le permiten cumplir como supuesto semental  vivirá unos años más que sus compañeros, asesinados  esa tarde en Nimes.
El indulto es la magnanimidad y la hipocresía del amor taurino.

Pepi Vegas

Artista plástica.

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