viernes, 24 de abril de 2009

Animo, compañers!

Un activista se descuelga de la Giralda para reclamar la abolición de la tauromaquia

Un activista se descuelga de la Giralda para reclamar la abolición de la tauromaquia  (Imagen: Jonas Amadeo Lucas / Igualdad Animal)
  • Fue detenido tras desplegar una pancarta de 35 metros en la catedral.
  • Para detenerle hubo que cortar el Metrocentro durante 15 minutos.
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EUROPA PRESS. 24.04.2009

La Policía ha detenido a un activista de la organización Igualdad Animal que se ha descolgado en 'rappel' de la Giralda de Sevilla hasta el tejado de la Catedral con una pancarta que reclamaba la abolición de la tauromaquia, según confirmaron fuentes policiales.

Los hechos ocurrieron pasadas las 12,00 horas cuando el detenido desplegó una pancarta de unos 35 metros desde la Giralda con el lema 'Derechos para todos los animales. Tauromaquia abolición. Igualdad Animal'.

En ese momento, efectivos de Bomberos, servicios sanitarios, Policía Local y Cuerpo Nacional de Policía se dirigieron al lugar de los hechos e interceptaron al activista en la cara de la Catedral que da a la plaza Virgen de los Reyes.

Metro cortado

Fuentes municipales explicaron que durante la actuación policial ha sido necesario cortar el servicio de Metrocentro unos 15 minutos. Finalmente, los agentes detuvieron al sujeto y lo trasladaron a dependencias policiales, donde le están instruyendo las correspondientes diligencias.

Según la plataforma Igualdad Animal, "esta acción totalmente pacífica no ha supuesto daño alguno a la estructura del monumento ya que su único propósito ha sido pedir el fin de la tauromaquia".

miércoles, 22 de abril de 2009

A ministra española de (in)cultura con a tortura

El toro por los cuernos

16 Abr 2009

Lo primero que habría que pedirle a la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, es que empiece por aclararse. Afirma que le gustan las corridas de toros, pero añade a continuación que es un vicio que debería quitarse. Pretende que, en realidad, lo que más le gusta de las corridas de toros es su silencio.
Esto lo escribió en un artículo en El País en defensa de los festejos de San Isidro. Ignoro qué asiento tendría reservado González-Sinde, pero si de oír el silencio se trata, más le vale ponerse la canción de Paul Simon. Son típicas las broncas que se montan a la altura del tendido del 7 en Las Ventas, donde vuelan los insultos como balas.

En buena parte del resto de la plaza, aquello más que una corrida de toros parece un desfile de modelos de “gente guapa” que, como suele suceder con las mesas redondas, que casi siempre son rectangulares, son personajes y personajillos que no siempre resplandecen por su belleza.
Más que seguir perdiendo el tiempo en una discusión sobre la filosofía del maltrato a los animales, habría que ver cómo ir aportando soluciones prácticas a la cuestión. Una, sencilla de sacar adelante, sería prohibir a los organismos públicos subvencionar con dinero de todos un fenómeno atávico que, según los últimos datos, ya sólo interesa a una tercera parte de la población.

De creer el dictamen de bastantes expertos, la mal llamada “fiesta nacional” no resistiría un envite de semejante magnitud, salvo en algunos casos particularmente espectaculares.
Sería un buen modo de empezar a coger el toro por los cuernos.

http://blogs.publico.es/eldedoenlallaga/562/el-toro-por-los-cuernos/

martes, 21 de abril de 2009

Articlo de Xabier Kintana

Xabier Kintana * Miembro de Euskaltzaindia y profesor de la Universidad País Vasco
Corridas de toros en la UPV

Según acabo de leer en la prensa, la Universidad del País Vasco, dentro de los Cursos de Verano que viene organizando en el palacio Miramar de San Sebastián, ha celebrado este año, por vez primera unas conferencias sobre tauromaquia, no sé muy bien si auspiciada por el departamento de ética o de estética, con el ánimo de «recuperar el prestigio que necesita la plaza de toros de Ilunbe». Ante esa noticia, como ciudadano y miembro del colectivo universitario, he sentido una infinita vergüenza y deseo expresar desde aquí mi protesta más rotunda ante los organizadores, por la afrenta que eso supone a lo que muchos seguidores de Unamuno consideramos como templo de la cultura y de la ciencia.

Dejo de lado, y no es poco, esa tortura injusta e inmoral que se practica en las plazas de toros contra los animales, expresamente prohibida y condenada por la Unesco en su declaración de los derechos de los animales, y que, irónicamente, también ha firmado España, quien en la práctica se niega a cumplir. Reconozco que, en mi respeto por la vida, aprecio mucho a los animales, pero quiero muchísimo más a las personas, y por eso mismo considero que las corridas de toros, por encima de todo, atentan contra la dignidad y seguridad humanas.

Que al comienzo del siglo XXI, en una sociedad civilizada, sin necesidad alguna, alguien tenga que enfrentarse y arriesgar su vida luchando con un animal por puros intereses mercenarios no merece otro calificativo que el de salvajismo. Y cualquier excusa de tipo económico, artístico o estético que se quiera aducir en contra de estas consideraciones básicas y elementales carecen de valor. Estoy seguro que, puestos a buscar méritos artísticos, no nos faltarían asombrosas sofisticaciones a la hora de degollar a la gente, flagelar a las mujeres, freir vivos a los niños o sacar los ojos a los ancianos, pero los ciegos seríamos nosotros si no condenásemos de inmediato todas esas atrocidades, dándonos cuenta de su índole esencialmente inmoral, por el sufrimiento y riesgo que causarían a las personas. Y, no nos engañemos, los toreros no son otra cosa que la versión moderna de los gladiadores de la Roma imperial, que obligaba a unos desgraciados a arriesgar sus vidas para saciar el sadismo de la plebe.

Alguien me dirá, naturalmente, que hoy nadie obliga a los toreros a salir a las plazas, que lo hacen voluntariamente. Podría recordarles el tan conocido «más cornás da l''hambre», y que la desesperación y la ignorancia combinada con la exaltación mediática de analfabetos enriquecidos y el ansia de fortuna rápida pueden impulsar a las personas a caminar por sendas extrañas, como muy bien los saben, por citar casos extremos y bien dispares, quienes arriesgan sus vidas en almadías y pateras o los traficantes de droga.
Y sin embargo, afortunadamente, la ley no deja a nadie jugar con la vida, sea la propia o ajena.

Uno puede comprender fácilmente que se prohiba a los conductores beber alcohol a fin de evitar accidentes de circulación, en los que pueden ser perjudicados tanto los causantes como sus víctimas. En cambio, eso no ocurre con la obligatoriedad de llevar puesto el cinturón de seguridad en los vehículos, o la necesidad de ponerse un casco, máscaras o gafas especiales en obras y fábricas o respetar las medidas de seguridad pertinentes en cada trabajo, ya que en estos casos su incumplimiento sólo puede perjudicar a los propios imprudentes y, en su caso, a sus familiares, pero no a los demás compañeros. Pero, tampoco aquí permite la ley que nadie arriesgue alegremente su vida, imponiendo unas medidas de seguridad obligatorias... con la excepción de las corridas de
toros, por ser, al parecer, un bien patrimonial muy arraigado en la tradición española.
Una vez más, el mantenimiento de comportamientos absurdos se justifica por la «tradición» y la «patria», elevadísimos conceptos por encima de la vida humana.

Curiosamente, entre nosotros, en este tema, patrioteros de un signo y de otro se dan afectuosamente la mano. Al carecer de mejores y más serios argumentos para defender sus corridas, todos ellos las reivindican recurriendo a la tradición. Así, los unos apelan a las esencias más españolas, como los del PP, quienes, simbólicamente, expusieron el pasado año un toro disecado en su estand de las fiestas de Bilbao. Los otros, en cambio, nos recuerdan la larga tradición de los festejos taurinos en Euskal Herria, aunque se les olvide precisar que tan sólo ha existido en algunos localidades concretas de la zona peninsular y que no parece que hayan gozado nunca de particular arraigo entre los vascos de Iparralde.

Pero además, ¡cómo no! Ahí están los benditos intereses económicos. Se nos dice que las corridas atraen a mucha gente, y especialmente a algunos turistas. Me permito recordar que también la prostitución de menores es fuente de divisas, que la concesión de licencias a empresas que degradan el entorno y que provocar y mantener guerras puede crear muchos puestos de trabajo, así como sustanciosos beneficios económicos.
Pero en estos casos el querer seguir siendo personas civilizadas nos impone respetar unas estrictas normas éticas y morales. Normas que, no obstante, se incumplen sistemáticamente en las corridas de toros.

Hace una semana el alcalde socialista de Santurtzi recibió duras críticas de la oposición por su empeño en llevar adelante la construcción de una plaza de toros en esa localidad vizcaina. En breve se van celebrar las fiestas de muchas de nuestras capitales y pueblos y seguramente vamos a ver en sus corridas a bastantes de los correligionarios y dirigentes políticos de quienes condenaron al máximo edil santurtziarra. Pero esta vez callarán. Pura hipocresía.

En realidad, tendremos que continuar así hasta que los ciudadanos que estamos a favor de los derechos y de la dignidad de la vida, tanto humana como animal, nos organicemos, protestemos y hagamos saber a nuestras autoridades que somos nosotros quienes constituimos la amplia mayoría social, y que consideramos su aparición en la presidencia de esos actos horribles y sangrientos, remedos del caudillismo, como una clara provocación, hasta que se den cuenta que se trata de un acto políticamente incorrecto que puede acarrearles graves consecuencias en las urnas.

Desde aquí invito a cuantos universitarios y público en general se sientan molestos por la degradación académica que supone incluir conferencias apologéticas sobre las corridas de toros en los cursos de verano, a enviar cartas en este sentido.

Fuente: http://fundea.galeon.com/02.htm

lunes, 20 de abril de 2009

Articlo bien interesán

No sé si han leído a Darwin. No suele formar parte de los planes de estudio de ninguna asignatura, ni en la educación secundaria ni en la universitaria. La comunidad científica considera correcta su teoría de la evolución y continúa trabajando en ella; toda persona culta sabe que las especies no fueron creadas tal como hoy las conocemos, sino que son el resultado de un proceso evolutivo; sabe que todas las especies están emparentadas y comparten un mismo origen, y que eso incluye nuestra propia especie. Pero la mayoría jamás ha leído los textos de Darwin ni sabe con exactitud qué es lo que dicen. Y esa ignorancia resulta sorprendente, dado que Darwin fue el primer científico capaz de responder a la pregunta ¿de dónde venimos? Parece que ese sería un motivo para que la obra de Darwin encabezara todas las listas de lecturas, y sin embargo no es así. Probablemente, la gente no tiene el menor interés en saber de dónde venimos, o prefiere positivamente no saberlo.

Y si la mayoría de personas desconocen la teoría científica de Darwin, menos saben aún que, una vez Darwin hubo formulado esa teoría científica, publicada en el libro El origen de las especies el año 1859, se ocupó de pensar las implicaciones morales de su descubrimiento y de formular una filosofía moral. Darwin dedicó mucho tiempo a leer a los grandes filósofos morales, sobre todo a Hume y a Kant, y a formular su propia teoría moral. La publicó en 1871 en un libro que lleva por título El origen del hombre, y que debería ser de lectura obligada en todas las escuelas.

Es en ese libro donde Darwin propuso la expresión que yo he venido usando hasta ahora del círculo de la moral, y donde nos ofreció una explicación de por qué nuestras actitudes morales están encerradas en un círculo, y se basan en a quién incluimos y a quién excluimos. La explicación de Darwin, sintetizada, es la siguiente. La moral no es algo eterno, existente por sí mismo, que ya existiera en este planeta antes de la llegada de los seres humanos. La moral tal como nosotros la entendemos, la bondad, la justicia, todo eso nació con la especie humana, es un producto evolutivo, se desarrolló como se desarrollaron nuestras manos, nuestra posición erguida, la inteligencia o el lenguaje. Se desarrolló como una estrategia de supervivencia, una forma de vivir y de convivir mejor.

La moral humana se desarrolló cuando el ser humano todavía estaba emergiendo de la animalidad y convirtiéndose en lo que hoy es. Nació a la vez que se desarrollaba la inteligencia, el lenguaje, se aprendía a hacer instrumentos de caza, se decoraban las cuevas con pinturas o se enterraba a los muertos. Fue entonces cuando el ser humano comenzó a desarrollar las nociones de justicia, responsabilidad, los sentimientos morales como la culpa y el perdón, la simpatía o la compasión. Fue entonces cuando el ser humano aprendió a ser altruista, a compartir la comida, a ayudar a los demás, a cuidar de los enfermos, adoptar niños huérfanos.

Pero en aquel momento en que nació la moral humana, los seres humanos vivían en tribus, en grupos familiares de entre 15 y 30 personas que compartían un mismo hogar, la actividad de la caza y la recolección, y el cuidado de los hijos. Esas personas se ayudaban en todo porque eso hacía su vida más segura, más confortable y más placentera. Cada miembro de la tribu daría su vida por los demás, cuidaba de ellos, les era fiel. En esa tribu entraba su familia, quizás también parientes lejanos, a veces otros humanos con los que no tenía vínculos de sangre pero con los que había creado una relación de amistad. E incluso algunos animales de compañía, perros, o algún otro animal adoptado de cachorro. Pero su moral se acababa con los límites de la tribu, tenía el mismo tamaño que su tribu. Quienes no formaban parte del grupo, del círculo, podían ser maltratados, torturados, esclavizados, sin que ello causara el menor remordimiento.

Dentro del círculo se tejen fuertes lazos de responsabilidad moral. Cada cual se siente responsable de los otros, sabe que debe ayudarles si le necesitan. Sabe que tiene deberes hacia ellos, y que también tiene derechos frente a ellos. Firmes lazos de reciprocidad, de respeto mutuo, crean lo que llamamos una comunidad moral. De ese tejido se alimentan luego las normas de convivencia, las leyes, la institución judicial. Naturalmente, un día uno puede mentir o robar a un miembro de la tribu, pero eso suele despertar remordimientos, sentimientos de culpa y deseos de reconciliación. En cambio, los seres que existen fuera del círculo no nos despiertan el menor sentimiento moral; no son seres frente a los que tengamos responsabilidades, sino sólo instrumentos que usar, esclavos que explotar.

Eso era así para nuestros antepasados cazadores-recolectores, y los antropólogos han podido comprobar que sigue siendo así en las culturas de cazadores-recolectores que todavía sobreviven en algunos rincones del planeta. El origen de nuestra moral es tribal, y el problema es que cada uno de nosotros sigue pensando la moral en términos tribales. Seguimos pensando en términos de los nuestros y los otros, los que incluimos y los que excluimos.

Así pues, esa esquizofrenia moral en la que viven la mayoría de los seres humanos tendría una explicación natural, biológica. Pero que sea natural no quiere decir que sea insuperable. Al contrario, que conozcamos las raíces de nuestro problema nos ayudará a vencerlo. Darwin era optimista y creía que existía la posibilidad de un progreso moral, que las personas eran capaces de ampliar voluntariamente su círculo moral. Y creía que, de hecho, a lo largo de la historia de la humanidad se había producido un cierto progreso. Con la sucesión de las generaciones, muchos de esos círculos morales se habían ido ampliando más allá de la tribu para acoger a muchos más seres. Se trata de un progreso lento y difícil, pero Darwin creía ver que existía. Nuestra capacidad para la reflexión, la educación, el cultivo de los sentimientos morales, el viajar, conocer a personas de otras culturas, irían convenciendo a las personas, en cada generación, de ampliar un poco más su círculo moral.

En la historia de la humanidad, poco a poco, los límites del círculo se extendieron más allá de la tribu para abrazar a una ciudad de miles de habitantes, a una nación con millones de miembros, o incluso a toda una raza, con miles de millones de personas dispersas en países distintos. En ese proceso de ampliación, ha habido límites muy difíciles de superar. La raza es uno de ellos. El sexo es otro. Hay un momento significativo en la historia de la humanidad: cuando en el siglo XVIII los colonos europeos fundaron los Estados Unidos de América, fueron los primeros en incluir una declaración de derechos humanos en la fundación de un Estado. Esos padres fundadores eran intelectuales y políticos progresistas y tolerantes. Pero los derechos que se concedieron eran sólo para los varones blancos de origen europeo y cierta posición social. Los pobladores nativos de América eran tratados como animales y se les regalaban mantas infectadas de viruela para que murieran. Los negros eran objeto de comercio y esclavos en las casas de los blancos. Las mujeres mera propiedad de sus maridos. Los animales salvajes, cazados y exterminados. Las grandes riquezas naturales de Norteamérica, preservadas durante milenios por sus pobladores originales, comenzaron a ser destruidas.

Sin embargo, un siglo después, Darwin era optimista. Muchas personas defendían ya la abolición de la esclavitud, algunas activistas por los derechos de las mujeres comenzaban a ser escuchadas, e incluso nacía una cierta conciencia ecológica. Darwin confiaba en que pronto toda la humanidad quedaría abrazada por un solo círculo moral que nos uniría a todos, de forma que cualquier ciudadano de cualquier país del mundo, fuera de la raza, la nación o la religión que fuera, se sentiría afectado si cualquier otra persona era tratada de forma injusta o sufría una gran desgracia.

La esperanza de Darwin pareció realizarse cuando el año 1948 la ONU promulgó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Muchas personas viven hoy creyendo firmemente en esa universalidad. Aunque basta con mirar un telediario para comprender que en la práctica esos derechos no se respetan, al menos, podemos hablar de universalidad, y tenemos instrumentos para exigir el respeto de esos derechos.

Darwin creía que, en un futuro próximo, el círculo uniría a toda la humanidad, y que una vez eso se hubiera conseguido, el progreso no se acabaría ahí. Sino que se ampliaría una vez más para acoger a todos los animales. Hasta que no quedara fuera ningún ser capaz de sentir dolor.

“A medida que el hombre avanza por la senda de la civilización, y que las tribus pequeñas se reúnen para formar comunidades más numerosas, la simple razón dicta a cada individuo que debe hacer extensivos sus instintos sociales y su simpatía a todos los que componen la misma nación, aunque personalmente no le sean conocidos. Una vez que se llegue a este punto, existe ya sólo una barrera artificial que impida a su simpatía extenderse a todos los hombres de todas las naciones y de todas las razas. La experiencia viene a demostrarnos, desgraciadamente, cuán largo tiempo transcurrió antes de que miráramos como semejantes a los hombres que difieren considerablemente de nosotros por su aspecto exterior y por sus hábitos. Una de las últimas adquisiciones morales parece ser la simpatía, extendiéndose más allá de los límites de la humanidad. (...) Esta virtud, que es una de las más nobles que el hombre posee, parece tener su origen incidental en que nuestras simpatías, al hacerse más delicadas y extenderse por mayor esfera, alcanzan, por último, a todos los seres sensibles; pues una vez esta virtud es honrada y practicada por algunos pocos individuos, se esparce por la instrucción, por ejemplo, a los jóvenes, y concluye por formar parte de la opinión pública.”1

Cada vez que ese círculo se amplía para vencer un obstáculo, se producen las mismas reacciones de quienes están en contra de esa ampliación. El racista que se niega a que las personas de color tengan los mismos derechos reacciona de la misma forma que el machista que no quiere que las mujeres puedan acceder al mismo puesto de trabajo. No quiere ser igualado al otro, al negro, al gitano, a la mujer. Lo que le sucede es que siempre se ha sentido superior al otro, siempre ha sentido que estaba legitimado a maltratar, usar, despreciar, al otro, y no puede soportar ser igualado. Teme perder un privilegio: el de su supuesta superioridad para despreciar y maltratar.

“No nos gusta considerar nuestros iguales a los animales que hemos convertido en nuestros esclavos.

Quieren un círculo lo más estrecho y reducido posible, como si la moral fuera un club privado para varones blancos europeos ricos, que entre sí se tratan con educación y esmero, mientras fuman puros en elegantes salones, pero que cuando regresan a casa por la noche pegan a sus hijos, desprecian a sus esposas, violan a la criada, y le pegan una patada al perro. Quieren ser los únicos con derechos, y poder así dominar a todos los demás. Por tanto, buscan a la desesperada razones contra esa ampliación del círculo. Se dice que el indígena no es más que un animal, que las mujeres no tienen la misma inteligencia que los hombres, que los animales no tienen alma… se trata siempre de buscar una razón que permita justificar la superioridad de unos sobre otros, el dominio de unos sobre otros.

III

¿Cómo podemos ampliar ese círculo?

En primer lugar, tenemos buenas razones: sabemos que los animales sufren física y psíquicamente, y por ello deberíamos evitar causarles dolor. También sabemos que ser crueles con los animales nos entrena en la crueldad y a la larga nos hace crueles con los humanos, como defendían Tomás de Aquino o Kant. Pero las razones, aún cuando las comprendamos, no siempre nos conmueven, no necesariamente nos llevan a actuar de acuerdo con ellas.

En segundo lugar, tenemos sentimientos morales: la simpatía hacia los otros, en la que se basa la optimista y vital filosofía moral de Hume, o la compasión, en la que se fundamenta la filosofía mucho más pesimista de Schopenhauer. Pero no todo el mundo posee en el mismo grado esos sentimientos, y cuando no surgen de forma natural necesitan ser educados y cultivados desde la infancia, lo que no resulta fácil.

La filosofía lleva siglos intentando cultivar ambos caminos, dando buenas razones y tratando de educar los sentimientos morales. Pero el problema de la filosofía es que no suele llegar a muchas personas; su lenguaje es abstracto, difícil. A la mayoría de las personas les preocupan los problemas filosóficos y hacen reflexiones filosóficas en muchos momentos de su vida. Pero les resulta difícil acercarse a los profesionales de la filosofía, que suelen manejar un lenguaje tan técnico como el de los médicos o los abogados.

Ese es el dilema al que se enfrentó un buen día la filósofa Martha Nussbaum. Nussbaum es una excelente filósofa estadounidense, de origen judío, mundialmente conocida por sus libros sobre filosofía moral, el desarrollo en el tercer mundo, o por sus colaboraciones con el economista Amartya Sen. Nussbaum fue contratada hace unos años por la facultad de derecho de la Universidad de Chicago con el encargo de que diera clases a sus estudiantes, es decir, a los futuros abogados, fiscales, jueces, políticos, legisladores, y les ayudara a desarrollar razones y sentimientos morales que les hicieran ser más justos y sensibles en su trabajo. Esa es una gran oportunidad para un filósofo, poder formar a las futuras generaciones que van a tener poder para construir una sociedad más justa. Pero, ¿cómo se les enseña nociones de moral a jóvenes de veinte años que están haciendo estudios durísimos, que tal vez sólo aspiran a tener un buen trabajo con un buen sueldo?

Martha Nussbaum meditó largamente sobre esa cuestión, y al final, se presentó el primer día a su clase de derecho sin llevar ni un solo libro de filosofía. En vez de eso, llevaba una novela de Charles Dickens. No les dio clases de filosofía, los puso a leer novelas. Sobre esa experiencia educativa escribió después un magnífico librito titulado Justicia Poética, publicado en 1995.

¿Por qué lo hizo? Porque el lenguaje abstracto de la filosofía sólo le llega a la razón tras muchas horas de trabajo y tarda todavía mucho más en llegarle al corazón. Mientras que una buena novela, igual que una buena película, nos captura al instante la razón y el corazón. La literatura nos abre la mente a un mundo nuevo, estimula nuestra imaginación, nos enseña a ponernos en situaciones completamente distintas a las nuestras, hacer el ejercicio de ponernos en el lugar del otro, comprender perspectivas diferentes, experimentar sentimientos que no hemos tenido todavía en nuestra vida. Con las novelas, los futuros abogados y jueces descubrían en los personajes de ficción qué siente una persona inocente que es condenada de forma injusta, qué siente una persona marginada por su raza o su religión. Les hace ponerse en su piel, conmoverse por su destino. Aunque esos personajes son irreales, son ficción, simulan individuos con nombre y apellidos, con un rostro.
Contar historias es tan antiguo como la moral. Nuestros antepasados cazadores-recolectores se contaban historias junto al fuego. Durante siglos, padres y abuelos han narrado a sus hijos cuentos y fábulas. Hoy nos llegan a través de los libros, y también de las pantallas de cine, de televisión o del ordenador. Los formatos cambian, pero contar historias sigue siendo lo mismo. La ficción tiene muchas funciones, divierte, enseña a soñar y a imaginar lo nunca visto, hace olvidar por un rato los problemas cotidianos, pero también es un laboratorio donde experimentar sentimientos, donde imaginar qué es el amor, la envidia, la injusticia, el dolor. La ficción educa a la vez a nuestra razón y a nuestro corazón. De este modo, las buenas historias son quienes pueden traernos la voz de aquellos a los que hemos dejado fuera del círculo y hacernos comprender que sienten y sufren como nosotros y que no merecen nuestro olvido. Necesitamos literatura sobre animales y sobre la naturaleza. Necesitamos reunir todas las buenas historias que ya existen, desde clásicos como Moby Dickde Melville, hasta obras recientes como Tombuctú, de Paul Auster, Gatos, de Doris Lessing,Desgracia, de Coetzee, o El hombre que susurraba a los caballos, de Nicholas Evans, reunir todas esas obras y divulgarlas mucho más, conseguir que las lean los niños, los jóvenes. Y más aún, escribir nuevas historias que narren los problemas de los animales y de la naturaleza en la sociedad de hoy. Más allá de las cifras o de los conceptos abstractos, necesitamos volver a contar historias.

Marta Tafalla,
Universidad Autónoma de Barcelona
Departamento de Filosofía

domingo, 19 de abril de 2009

¿Cómo reconoxer cuan una piel ye natural?

¿Cómo reconocer cuando una piel es natural?

Ya que lamentablemente la industria peletera siempre se "reinventa", ahora las pieles de animales pueden venderse en todo tipo de artículos, no sólo en los abrigos o chaquetas clásicas de piel: cinturones, accesorios, marroquinería, ribetes de prendas, gorros, bolsos, bolsillos e incluso zapatos son ahora los que van hechos de pieles de animales, o contienen llamativos pelos de color natural o artificial en sus diseños.

Es más, ahora llega al mercado europeo y americano un tipo de piel cuyo origen es especialmente cruel y que raya en la ilegalidad: el comercio de pieles de perro y gato de China.

Pero ¿cómo podemos reconocer una piel natural de una artificial?

Existen cuatro formas básicas de "testear" la piel para saber si es natural o artificial:

  • Ponderarla al tacto


Para ello, tenemos que tomar la piel y hacerla un rollito entre los dedos pulgar e índice. Con esta prueba, la piel natural se siente lisa y suave, y se desliza entre los dedos sin resistencia. Cuando la piel es artificial, se siente gruesa y tiesa.

  • Ponderarla con la vista


Tomar un trozo de la piel y soplarla para que los pelos se dividan. Cuando la piel es natural, tiene varias capas de pelos más finos que forman una base densa que sostiene a los pelos más largos (los que sobresalen hacia fuera). Además la base es de cuero (piel, epidermis) natural. Cuando la piel es falsa, su estructura es más simple por lo que todos los pelos son de un largo y color similares.

  • Pincharla con un alfiler


Tomar un alfiler y hundirlo hasta la base de la piel: cuando la piel es natural el cuero se resiste a ser agujereado y es difícil de traspasar. Cuando la piel es artificial el alfiler pasa fácilmente hacia el otro lado.

  • Quemar algunos pelos


Tomar delicadamente algunos pelos de la piel y ponerlos en una llama de mechero. Si la piel es natural, se chamuscará y despedirá un olor similar al de pelo humano quemado. Si la piel es artificial, se derretirá y olerá como plástico quemado. Además formará pequeñas bolitas que se sienten duras al tacto.

Con estas cuatro simples pruebas, tú como consumidor responsable, podrás decidir si seguir fomentando la cruel y sangrienta industria peletera o si por el contrario, decidirás por otro tipo de tejidos artificiales "animal friendly".

Aunque no está de más decir que si bien los tejidos artificiales no están exentos de problemas (pues provienen del tratamiento de combustibles fósiles), podemos alegar en su favor que al menos no producen más sufrimiento y muerte que el que produce cruelmente todos los años la industria peletera.

sábado, 18 de abril de 2009

Toz cuentra as torturas. Con crisis u sin crisis: no pas torturas

Rivas Vaciamadrid también suprime los toros en fiestas

El consistorio madrileño se suma a la lista de municipios que los quita por su elevado coste

JAVIER SALAS - MADRID - 16/04/2009 02:00

El Ayuntamiento de Rivas de Vaciamadrid (Madrid) se suma a la larga lista de municipios españoles que no tendrán toros corriendo por las calles durante sus fiestas por culpa de la difícil situación económica. La concejalía de Fiestas, tras sufrir un recorte del 50% de su presupuesto para las celebraciones de mayo, ha decidido prescindir por completo de los festejos taurinos.

Toda la infraestructura que rodea a la organización de dos encierros, dos capeas y dos novilladas supone un gasto de 96.000 euros para las arcas del consistorio.

El presupuesto total para las fiestas, en las que se celebra el 50 aniversario del municipio, es de 98.500 euros. "Teníamos que optar entre programar los toros o celebrar las fiestas", resumió la concejala de Cultura y Fiestas, Tania Sánchez.

La realidad es que en una localidad como Rivas, con una edad media entre sus habitantes inferior a los 30 años, los toros no son caros; son carísimos. El año pasado, sólo 300 personas de los 69.000 habitantes con que cuenta el municipio acudieron a las novilladas celebradas en la plaza móvil. De ellas, sólo 100 habían pagado entrada, mientras que el resto disfrutó de una localidad gratis por pertenecer a alguna asociación.

Los festejos taurinos, un negocio que recibe importantes subvenciones, se están viendo acorralados por los ayuntamientos que deciden cortarle el grifo de las ayudas. Recientemente, el Ayuntamiento de Manzanares el Real (Madrid) decidió convocar una votación popular para consultar a sus ciudadanos la posibilidad de retirar, mantener o reducir las ayudas a los festejos taurinos. Aunque ganó la primera opción, el alcalde ha optado por la última, la de consenso. Anteriormente, Dos Hermanas (Sevilla) también retiró por completo las ayudas a los festejos taurinos.

Además, ya son más de 60 los municipios que se han declarado antitaurinos en España, al prohibir expresamente la celebración de corridas.

viernes, 17 de abril de 2009

Galicia Mellor Sen Touradas

'Galicia Mellor Sen Touradas' critica que el Ayuntamiento de A Coruña aumente la subvención a la feria taurina

http://www.liberaong.org/nota_actualidad.php?id=986

A Coruña - 24/03/2009

Según la plataforma, el consistorio coruñés dedicará este año un total de 130.000 euros ''para una actividad que es ampliamente rechazada por la sociedad gallega''.

Fuente: Galiciaé

''Una bofetada al sentido común''. Así es como califica la plataforma Galicia Mellor Sen Touradas el incremento de 10.000 euros que el Concello de A Coruña ha decidido aprobar para la subvención de la feria taurina de 2009.

Según la plataforma, el consistorio coruñés dedicará este año un total de 130.000 euros ''para una actividad que es ampliamente rechazada por la sociedad gallega''.

Olvidar la crisis


Más allá de su oposición a estas prácticas, la plataforma denuncia que las ayudas son desorbitadas en los tiempos de crisis económica que corren, en una ciudad que tiene al 9,15% de sus habitantes en paro y con notables carencias en otros aspectos de sevicio a la ciudadanía.

Galicia Mellor Sen Touradas asegura que ''A Coruña es la ciudad gallega que registra un mayor índice de paro de toda Galicia con un 9,15% de parados -más de 16.200 personas-. Según datos del INEM, 120 coruñeses pierden su empleo cada día''.

Así las cosas, consideran que ''esta subvención es una bofetada al sentido común: por estar destinada a un espectáculo cruel y salvaje que es rechazado por la mayoría de ciudadanos de A Coruña, y porque la crisis por la que atraviesa el país ha hecho especial daño a la economía de los ciudadanos de esta provincia''.

Necesidades más importantes


Además, critican que en la ciudad hay muchas otras causas pendientes en las que invertir el dinero público del Concello. Como ejemplo ponen la construcción de la Tercera Ronda, ''que lleva un atraso de tres años. Tal vez si se hubiera destinado el dinero de la subvención taurina a estas obras, ya podrían todos los coruñeses verse beneficiados con el uso de esta infraestructura'', apuntan.

En cuanto a las arcas de la misma Concellería, la plataforma antitaurina critica que ''gastará 10.000 € más este año para matar animales, pero no garantiza el derecho a la educación de personas en riesgo de exclusión social, como sucede por ejemplo con las personas de etnia gitana''.

Añaden además que no hay suficientes plazas en centros educativos públicos para los niños que residen en A Coruña, por lo que consideran que ''algo está funcionando muy mal en A Coruña cuando se prioriza la subvención a la tauromaquia sobre otras necesidades que forman parte de los derechos básicos recogidos en nuestra constitución: acceso a la educación, acceso a la sanidad y acceso a la vivienda''.

Versión original en Galiciaé

La Noticia en la Prensa:

Galiciaé

El Progreso

Diario de Pontevedra

La Opinión

miércoles, 8 de abril de 2009

CULTURA DE LA MUERTE: ENVIAD CARTAS A FNAC Y DIFUNDID


Una asociación de empresarios (progresistas y emprendedores, imaginad) de Marbella crea y entrega el premio el Toro es Cultura. Abajo podéis ver la carta que les he escrito. Podéis enviarla y/o añadir vuestra versión.
Direcciones de correo:

PARA: marbella@fnac.es, cade.marbella@a-emprende.net

CARTA MODELO:

Estimados señores de fnac.

Leo en la Alameda una pancarta anunciando el I Premio ‘El Toro es Cultura’. Cuál no será mi sorpresa al ver que lo patrocina...¡fnac!

El toro es lo único vivo y sufriente de un espectáculo de cartón piedra, sangre, cagarros y moscas, que no le interesa a nadie y que no sobreviviría a no ser por los medios llamados del corazón, las subvenciones y el patrocinio de instituciones que dicen promover la cultura. Como la suya. Quién podría haber adivinado que una empresa con tanto nombre en el mundo del comercio cultural iba a llegar de Francia, prácticamente en el siglo XXI, para celebrar como cultura lo más retrógrado, ahora convertido en "cool". Que les iban a seguir el juego a mentes, autotituladas de élite, que lo más repugnante, lo peor de un pasado que creíamos destinado a desaparecer, nos lo tratan de vender como modernidad y alta cultura.

En su tienda de Marbella no se encuentra ni una sola versión de los Conciertos de Brandenburgo...¿y nos salen promocionando lo peor de la pseudo cultura?

Párrafo aparte merecen los organizadores, CADE. Los empresarios modernos del año 2009, los que harán de Marbella la élite del turismo de calidad, dicen estar centrados en la figura del toro bravo como síntesis de los valores patrios. Visto lo cual (quizás como muestra de su filosofía empresarial", proponen tomar un bellísimo animal y convertirlo en un guiñapo sanguinolento y mutilado. Admirable.

NOMBRE, APELLIDOS
CIUDAD

miércoles, 1 de abril de 2009

Fallas cuentra o maltrato (II)

1.- Cartel"La Tortura No Es Arte Ni Cultura" y poster "Para Divertirse No Hace Falta La Tortura": ninot infantil, Nº 363 (artista Carlos Berlanga, falla LÁlcota-Sagunto, Quart)

2.-Tipa con piel de zorro, con zorro a sus pies con la piel arrancada (ver detalle patas): ninot falla grande, Nº 109 (artista Santiago Ferrer, falla San Rafael-Antón Martín)

3.-Toro grande clavándole tijeras en el culo al torero: ninot falla grande, Nº 303 (no pone nombre del artista, falla Alemania-El Bachiller)