Las actividades con elefantes, reclamo para turistas en el Sudeste
Asiático, esconden una atroz realidad: familias enteras de elefantes
asesinadas en la selva para robar sus bebés, que serán cruelmente
adiestrados para realizar acciones contra su voluntad, como pasear sobre
sus lomos, pedir limosna, jugar al fútbol o pintar.
Es posible
visitar parques nacionales para ver a los elefantes en su hábitat, así
como apoyar la labor de los santuarios, donde son protegidos de la
explotación y el maltrato, y en los se puede disfrutar de la observación
de la vida social en libertad de estos fascinantes animales.
Si te gustan los animales y tienes previsto viajar a
India, Tailandia o Nepal, es muy posible que te ilusione realizar
alguna actividad con elefantes. Es muy probable que te los encuentres
como reclamo en tu resort, incluidos en tu paquete de viajes, en alguna
visita a los templos o que te topes con ellos pidiendo limosna por las
calles. Si te gustan los animales, es muy posible que este sea uno de
los momentos más especiales de tu viaje y seguramente la tentación de
sacarte fotos con ellos y colgarlas después en las redes sociales sea
irresistible.
También es muy probable que tu cabeza
tienda a reprimir cualquier pensamiento negativo y que te digas: “ya que
están aquí, mejor ayudarles, seguro que sus cuidadores les tratan bien,
al fin y al cabo son su fuente de ingresos”. Además, ¿qué hay de malo
en que un animal tan grande cargue a turistas en su espalda o pose para
unas fotos a cambio de una banana?
Asesinados en la selva para satisfacer los caprichos de los turistas
El número de campamentos que ofrecen excursiones con elefantes ha
aumentado de forma impresionante en los últimos años. Pasear en elefante
está de moda. Pero, ¿de dónde provienen todos esos animales? Tras la
reciente aparición de seis elefantes muertos en Tailandia, el secretario
general de la Wildlife Friends Foundation Thailand (WFFT), Edwin Wiek,
ha denunciado -en contra de la versión oficial del gobierno- que la caza furtiva responde al aumento de la demanda de actividades para turistas en todo el país.
El valor de los elefantes jóvenes aumenta con rapidez, a la vez que el
turismo exige cada vez más este tipo de entretenimientos. Sencillamente,
no nacen suficientes bebés en cautividad para cubrir la demanda. “Las
madres y los machos jóvenes son asesinados tratando de proteger a sus
crías. Los propios cazadores furtivos cuentan que es común matar hasta a tres elefantes para sacar a un solo bebé de la selva.
Una vez que se ha disparado a algunos ejemplares, el bebé se queda
cerca de los adultos muertos, mientras que el resto de la manada huye
para ponerse a salvo. Los cazadores disponen de poco tiempo para
capturar al pequeño, antes de que la manada regrese. Esto explica por
qué los elefantes aparecen muertos con sus colmillos intactos.
Arrancarlos y venderlos sería un negocio muy lucrativo, pero les
llevaría demasiado tiempo”.
“Esta información tiene
implicaciones serias para cualquier turista que visite un campo de
elefantes y monte a estos bellos animales” advierte Wiek, “la gente que
decida ignorar lo que está ocurriendo en Tailandia está apoyando la matanza y tortura de animales salvajes nacidos en libertad.”
El “phajaan” o “crush”
Cualquier elefante “domesticado”, que participe en actividades antinaturales como paseos turísticos o trucos circenses,
ha pasado por un entrenamiento o ceremonia denominado “phajaan”.
Originaria de India y el Sudeste Asiático, la tradición dice que el
chamán de la tribu puede separar el espíritu del elefante de su cuerpo,
eliminando su alma salvaje y dejándolo bajo el absoluto control de sus
entrenadores o “mahouts”. Lo que ocurre en realidad es mucho menos
espiritual, ya que se trata de torturar al joven animal
durante todo el tiempo que sea necesario hasta que su terror a los
humanos le lleve a hacer cualquier cosa para evitar volver a
experimentar tanto dolor y miedo.
Separado de sus manadas, encerrado y encadenado, el animal pasará entre tres y siete días privado de comida, agua y sueño. Los mahouts y sus ayudantes hacen turnos para no dejar de golpearlo, quemarlo y asustarlo día y noche,
con el fin de mantenerlo en un continuo estado de dolor y pánico. El
proceso termina cuando el chamán considera que el espíritu del animal ha
abandonado su cuerpo.
Muchos bebés de elefante, quizás los más afortunados, mueren durante el phajaan.
El día a día en el campamento
Aunque las condiciones varían de un sitio a otro, por la propia
naturaleza de las actividades turísticas los animales tienen que ser
explotados y privados de todo lo que necesitarían en su hábitat natural.
Para satisfacer la demanda de miles de visitantes se les obliga a
trabajar sin descanso aunque estén enfermos, heridos, sean ancianos o
hembras recién paridas. El suministro de anfetaminas para que sigan
moviéndose es una práctica habitual. Durante el tiempo en que no llevan
turistas encima, los elefantes permanecen encadenados.
Fuertes pero delicados
Aunque pueda parecer sorprendente, la espina dorsal de un elefante no está diseñada para transportar cargas.
En los campamentos los animales llevan continuamente una silla, a veces
de metal, en la que pueden montar hasta cuatro personas a la vez.
Además de destrozarles la espalda, las largas horas de trekking, durante
días y días, les causan dolorosas heridas y llagas en el lomo, en las
patas y en la zona del ano, que muchas veces se infectan.
Los responsables de los campamentos se inventan todo tipo de trucos
para hacer las delicias de los extranjeros. No es extraño ver a
elefantes jugando al fútbol o pintando cuadros, y a visitantes que
quizás rechazarían un circo con animales en su ciudad por considerarlo
humillante y poco ético, pero lo aceptan divertidos cuando están de
vacaciones.
Una imagen especialmente triste es la de
los desafortunados que terminan pidiendo limosna en las calles de
grandes ciudades como Bangkok, Chiang Mai o Delhi. El corazón de los
turistas se ablanda al verlos y no resisten la tentación de darles
dinero a cambio de una foto. Son pocos los que sobreviven a esta vida de
ciudad y suelen terminar muriendo de enfermedad, hambre o víctimas de
accidentes de tráfico.
Su medio de vida
Es cierto que muchas personas han encontrado en estas actividades con animales una forma de ganarse la vida. Sin embargo, este nunca debería ser un argumento válido para perpetuar la esclavitud y el sufrimiento, sino un acicate para buscar alternativas más éticas para todos, animales y humanos.
Los mahouts se limitan a ofrecer lo que los turistas reclaman. Es por eso que Laurene Knowles, de Elemotion, recomienda: “Si
visitar un campo de elefantes es parte de tu programa de vacaciones,
hazlo, pero no los montes. Pasa tiempo con el elefante y su mahout.
Pídele que le quite la silla. Pregúntale su nombre, lo que le gusta
comer, quienes son sus compañeros, de dónde viene, cuál es su origen.
Pídele que te deje ver cómo come, se baña o se socializa.”
“El
responsable del campamento recibirá el mensaje de que los turistas
quieren ver a los animales en un entorno más natural. También se sentirá
orgulloso que te intereses por él (los mahouts suelen tener mala
fama)". En cuanto a los shows y a los elefantes pintores, Knowles advierte:
“La gente jamás debería acudir a estos espectáculos, ya que perpetúan
el corrupto mercado negro de bebés salvajes y el horrible abuso que
estos pequeños soportan.”
El mensaje de Save Elephant Foundation respecto a los elefantes en las grandes ciudades es claro: “Si ves un elefante pidiendo limosna en las calles, por favor, no compres comida al mahout para alimentarlo. Haz una fotografía, anota el lugar en dónde estás y envíanosla.
No comprando comida estarás contribuyendo a que esta industria entienda
que robar bebés a sus madres y condenarlos a una vida en las calles no
es una opción lucrativa. Tenemos programas como Journey to Freedom que
aporta una fuente de ingresos a los mahouts sin necesidad de explotar a
sus elefantes.”
Las alternativas
Recientemente hemos sabido que dos grandes agencias de viajes, Intrepid Travel y STA Travel, han eliminado por motivos éticos las excursiones en elefante de sus paquetes de viaje.
Intrepid tomó la decisión tras conocer un estudio realizado durante más
de tres años por la World Society for the Protection of Animals (WSPA) y
ahora colabora activamente con esta asociación difundiendo la triste realidad que se esconde detrás de los elefantes como reclamo turístico.
Siempre es posible visitar los parques nacionales para ver a los
animales en su hábitat, o apoyar la labor de los santuarios. Conviene
hacer una mínima investigación previa para asegurarse de que no se trata
de trampas para turistas en las que los animales sigan siendo
explotados. Ningún santuario ofrecerá trucos circenses, elefantes pintores o paseos en su lomo.
En un santuario de verdad, la interacción directa de los visitantes con
los animales tiene que estar necesariamente limitada y cualquier
turista responsable entenderá que los elefantes son criaturas sociales
que necesitan su tranquilidad y convivir con los de su especie.
Elephant Nature Park o Boon Lott’s Elephant Sanctuary
son dos ejemplos de lugares en los que se puede disfrutar de ver a
elefantes comportándose como elefantes. La fundación Elephant Asia
Rescue and Survival Foundation ofrece también una guía de santuarios recomendados en Asia.
Viajar debería ser la ocasión de abrir la mente y el corazón. Pequeños
gestos de muchos pueden cambiar el destino de estos magníficos animales y
de sus compañeros humanos. Transmite el mensaje y disfruta de tu viaje.
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