Escrito por
Xavier Bayle
Matar es caro, economías basadas en la esclavitud están destinadas a empobrecer a los estados.
En tiempos de crisis y de ahorro en las Arcas Públicas de
los dispendios superfluos, no parece descabellado descubrir las
sangrías devastadoras que el dominio de nuestra especie contra las demás
especies animales provoca en detrimento del bienestar social. El
desperdicio de enormes cantidades de dinero destinado al paquete de la
Agricultura, por ejemplo. Desde luego las ayudas a ganaderia son
aplastantemente mas abundantes que las destinadas a cultivos dirigidos a
alimentar directamente a la población humana. Dicho rápido: la tierra
es explotada para alimentar a las esclavas no humanas.
Son miles. De millones. De euros. Los que España quema en
la hoguera ritual del especismo. Cada año. Matando personas no humanas
nos endeudamos cada día más con el planeta y sobretodo con las arcas del
Estado. Matar es caro. Una economía antiespecista daría más trabajo a
la gente y costaría menos al erario.
Matar es caro. Dilapidamos miles de millones de euros
haciendo nacer, engordando y asesinando a cientos de millones de
personas anualmente. Tiramos el dinero por ejemplo en promoción de la
caza y las subvenciones recibidas igual por una seńora regordeta de
Soria, una cacique de Badajoz o financiando a una ladrona de la
Zarzuela. Prodigamos prescindibles desembolsos por ejemplo con los
cientos de millones de euros que destinamos a la psicopatía taurófoba,
justificándolo al aludir el turismo del toro, una masa ansiosa de
flamenco, vino y cuernos, que visita las playas del sexo y los comas
etílicos ibéricos al tiempo que comprueban el medioevo bárbaro de las
corridas y pensando mientras vomitan de asco que el tiempo se detuvo en
algún punto de los Pirineos. Malogramos el dinero permitiendo que leyes
de libre mercado incentiven el comercio de personas mal llamadas
"mascotas", un porcentaje suntuoso de las cuales invariablemente
acabarán en los mal llamados "albergues" de la peninsula, campos de
concentración y exterminio que cuesta mantener en concepto de
alimentación, asistencia veterinaria, instalaciones... Incluso las
muertes cuestan dinero, envenenando a los juguetes vivos cuando cometen
el pecado de ser feas, viejas o "inadoptables". Nadie nace mascota como
nadie nace esclava, son inventos de nuestra megalomanía.
Quemamos billetes en concepto de abono de pérdidas a
pescadoras, piscifactorias, plantas de procesado de animales marinos, en
oficios además cada vez más industrializados, donde menos gente trabaja
porque inmensas megaciudades flotantes rastrillan los fondos de los
oceanos para satisfacer el paladar de la población. ¿Tradición o
capricho?
Tiramos a la basura millones de euros en tratamientos
hospitalarios a personas humanas con enfermedades derivadas del consumo
de productos robados a personas no humanas. La lista es larga, no
aburriré. En Estados Unidos la asociación PETA postulaba por un impuesto
específico que tasara el consumo de carne, el llamado tax meat
pretendía ser aplicado en los comercios con objeto de equiparar el
precio irrisorio actual de la carne con su precio real, considerando en
tal incremento el dispenso derivado de la profunda huella ecológica que
cada kilo de carne cuesta al medio ambiente, así como el coste social en
concepto de subvenciones, pérdidas o accidentes en el sector, cargadas a
la economía de los gobiernos, y las cuales son religiosamente abonadas
de forma participativa y obligatoria por todas las contribuyentes,
veganas, vegetarianas, omnivoras o carnivoras, sin distinción. Viva la
democracia. Sin duda alguna esta medida reduciría el consumo de carne en
los estados que las aplicaran, pero de ningún modo solventaria el
especismo. Siempre es mejor la prohibición de la carne de cualquier
animal.
El dinero que no vemos no sólamente se lo reparten las
políticas, los bancos, el ejército o la Casa Irreal -con la nueva
parasita investida-, sino que alimenta los millones de estómagos que
serán despanzurrados para una sociedad adicta al asesinato barato. La
carne es barata porque externalizamos los costes injustamente.
Desde aquí propondría la objeción fiscal al especismo, del mismo modo
que no quiero que mi porcentaje de los impuestos financie a la Iglesia
ni a la Monarquía, exijo que no se maten animales con mi dinero.
Hay quien acusa de totalitarismo la prohibición de la
carne y de pretender cohartar la libertad de asesinar -tan tradicional y
arraigada-, pero cabría referir la ingente masa de casos históricos en
los que, para construir la civilización, ha sido preciso el uso de
medidas coercitivas legales y punitivas para combatir ciertas prácticas
de sangre. De otro modo en un mundo donde nada estuviera prohibido, no
haria falta prohibir la violación de mujeres, por ejemplo, porque
bastaria con desaconsejarla, ni perseguir a las abusadoras de niñas o a
las caníbales, porque bastaría con señalarlas por la calle.
El mundo se mueve por el dinero, hemos permitido eso,
estamos hasta las cejas enfangadas en universos de cifras y cuentas, la
casi totalidad de los males provienen del concepto del dinero, de su
acumulación y del poder que otorga. Jamás en la historia han sido
asesinadas tantas personas no humanas como ahora, y no porque seamos
más, sino porque hay más dinero que nunca. Las medidas económicas son
las más revolucionarias.
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