Escrito por
Aitor Bayón
Según los datos de la Estadística de Asuntos Taurinos del Ministerio
de Educación, Cultura y Deporte, en el año 2012 se realizaron un total
de 14.004 festejos taurinos de diversa índole en el Estado español.
El verano es una época donde se producen miles de muertes. Y no
me estoy refiriendo a las que, tristemente, se dan en las carreteras,
sino a las que tienen lugar en las fiestas de los pueblos, en las plazas
de toros, en las ciudades y los campos.
En esta época del año comienzan innumerables fiestas populares en las
que los toros son el centro del espectáculo. Toros a los que se
humilla, estresa, agota, hiere y finalmente son asesinados.
Sólo en la mundialmente famosa fiesta de San Fermín son asesinados 48
toros. Esos toros, que ya desde la mañana son estresados y asustados
por miles de personas que les hacen correr, contra su voluntad, desde
los corrales hasta la plaza. Esta fiesta, como otras, implica
sufrimiento y muerte para los toros.
Cualquiera de los espectáculos que tengan como participantes a los
toros, son espectáculos crueles. Ya sean novilladas con o sin picador,
corridas de toros, corridas de rejones y recortes, y todo tipo de
encierros. Estos festejos, unidos a la propia temporada regular taurina,
hacen que se produzcan miles de muertes a lo largo del estado español
en un año. Según los datos de la Estadística de Asuntos Taurinos del
Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, en el año 2012 se realizaron
un total de 14.004 festejos taurinos de diversa índole en el Estado
español.
Todo esto viene marcado por el interés económico y a la vez por el
pensamiento especista, que discrimina a los animales en base a su
especie y obvia sus intereses y capacidades para sentir. Estas fiestas
mueven miles de millones de euros y son el escaparate para infinidad de
ciudades y pueblos pequeños que utilizan la tortura y el sufrimiento
como reclamo turístico. Esto se combina desde el 2013 con el conocido
Plan Pentauro, una ofensiva taurina en toda regla, que tiene como
objetivo la protección de la tauromaquia y la renovación de su imagen en
la sociedad, ensalzando su valor como tradición e insistiendo en su
carácter artístico y cultural. Este plan pretende aumentar la afluencia
de público a los eventos taurinos, rebajando el precio de entradas para
que sean más accesibles a jóvenes y personas trabajadoras, así como
favoreciendo las escuelas taurinas para la infancia, una mayor presencia
de estos espectáculos en los medios de comunicación y potenciando la
internacionalización de la tradición.
Como vemos, la tauromaquia no es algo residual, todavía hoy está muy
presente en la sociedad, tiene grandes vínculos con el poder y la clase
dominante, y es una labor de todas las personas acabar con ella. Debemos
considerar los intereses del toro por encima de cualquier otro
concepto, por ética y justicia. Que una práctica sea considerada
artística o lleve realizándose muchos años no la legitima. No es
suficiente con no apoyar que se les mate en la plaza, también debemos
lograr que no se les utilice de ninguna manera, ya que tienen la
capacidad de sufrir y de disfrutar de su vida, es una responsabilidad
moral que tenemos con esos animales. Los toros empleados en encierros o
fiestas donde no se les da una muerte directa, son utilizados de esa
forma hasta la extenuación o hasta que ya están resabiados y son
trasladados al matadero.
Esos animales tienen derecho a disfrutar de su vida, a no sufrir y a
vivir en libertad. La diversión de unas pocas personas no puede hacer de
la vida de los toros un tormento. Ante la tauromaquia se pueden hacer
muchas cosas: no acudir a las fiestas de los pueblos que utilizan toros,
mostrar repulsa ante las corridas, encierros y demás espectáculos,
señalar a las empresas que se lucran o patrocinan la barbarie, optar por
una actitud activa y comprometida con los animales, buscar información y
participar en las distintas campañas para lograr la abolición total de
la tauromaquia y todas las que se te ocurran. Es el momento, muestra tu
rechazo.
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