Así como el racismo es la discriminación de quienes no tienen
ciertos rasgos físicos y el sexismo la de quienes no son de cierto
sexo, la discriminación de quienes no pertenecen a una cierta especie
(la humana) ha recibido el nombre de especismo.
La
situación que hoy sufren los animales no puede ser considerada justa.
Por el contrario, responde a una actitud que podemos evaluar de forma
semejante a la que causa la discriminación de muchos seres humanos.
El
ámbito académico no ha sido ajeno a esto. El autor de este artículo es
profesor de Filosofía Moral y Política en la Universidad de Santiago de
Compostela.
La consideración por los animales ya no es una
cuestión anecdótica que interese a muy poca gente. Hoy existe un
movimiento creciente de personas concienciadas con su defensa, que
rechazan su explotación y reivindican que los animales deben ser
plenamente respetados.
El ámbito académico, y más en
concreto el de la filosofía moral y política, no ha sido ajeno a esto.
También en él se ha disparado el interés sobre este tema. En línea con
lo que es propio a su campo de trabajo, desde esta disciplina se han examinado los argumentos a favor y en contra de la defensa de los animales.
Se han revisado las evidencias que los respaldan y se ha indicado
cuáles de ellos llevan a contradicciones o posiciones injustificadas.
A continuación vamos a ver cuáles son esos argumentos. Ello, mejor que
cualquier otra cosa, nos puede mostrar por qué hay cada vez más gente
que se toma en serio la defensa de los animales.
Un
punto de partida útil para examinar esta cuestión pasa por empezar
considerando qué es lo que ocurre en el caso de los seres humanos. El
hecho es que entre estos hay muchos que, desde luego, distan de ser
respetados. Entre los seres humanos han existido y existen múltiples
discriminaciones: xenofobia, homofobia, racismo, sexismo... Y a lo largo
de la historia no han faltado los intentos de justificarlas. El racismo
y el sexismo, por ejemplo, han sido defendidos sosteniendo que los
“blancos” o los varones son superiores al resto por estar en una
situación de poder. O apelando a la solidaridad mutua de quienes
pertenecen a tales grupos. Afortunadamente, cada vez más gente considera
a día de hoy que tales argumentos son inaceptables, y que de ningún
modo pueden justificar que se trate a unos mejor que a otros o a otras.
Estas discriminaciones también han sido defendidas, en otros casos,
afirmando que “blancos” y varones son intelectualmente superiores al
resto. Hoy sabemos que tal suposición es totalmente absurda, obviamente.
Pero, además, hay otras razones para rechazar tal razonamiento. El
hecho es que este mismo argumento ha sido usado para discriminar a
aquellos seres humanos que no poseen ciertas capacidades cognitivas
complejas. Y hay muchos seres humanos con diversidad funcional
intelectual que están en tal situación. Más aun: todos y todas, en algún
momento de nuestras vidas, hemos carecido de tales capacidades.
¿Cuándo? Pues cuando éramos niños y niñas de corta edad.
Así, si este argumento fuese aceptable, ello significaría que la
discriminación contra todos estos seres humanos estaría justificada. Por
fortuna, sin embargo, esto es totalmente rechazado por mucha gente. Es
inaceptable por completo tratar a alguien peor que al resto porque no
posea unas capacidades intelectuales complejas. Todos los seres humanos
deben ser respetados. Debemos, pues, dar todo nuestro apoyo a quienes
luchan por los derechos de quienes están en tal situación.
Veamos ahora qué sucede en el caso de los animales. O, para decirlo con
más exactitud, en el caso de los animales de especies distintas a la
nuestra (pues los seres humanos no somos vegetales, ni hongos,
protistas, arqueas o bacterias, sino que también somos animales).
De manera cotidiana, los animales no humanos son considerados poco más
que cosas. Se actúa con ellos como si no mereciesen ningún respeto
mínimamente significativo. Y, así, son explotados de las maneras más terribles para beneficio humano.
A menudo se da por obvio que actuar así es correcto. Se da por supuesto
sin más, hasta tal punto que no se piensa que sea necesaria ninguna
explicación. Se asume que hemos de respetar a los seres humanos y no a
los demás animales porque sí, por el mero hecho de que unos son humanos y
otros no. Pero “porque sí” no es ninguna justificación. Es necesaria
alguna razón que respalde tal posición.
¿Qué
argumentos se pueden dar para defender tal actitud? Muchas veces se
indica que solo los seres humanos merecemos respeto pleno porque
poseemos ciertas capacidades intelectuales complejas de las que carecen
los demás animales. En otros casos, se sostiene que tenemos sentimientos
de simpatía o solidaridad por otros miembros de nuestra especie, pero
no por los demás animales. Y, en otros, se dice simplemente que somos
más poderosos que los demás animales, y que ello legitima nuestra
conducta hacia ellos.
¿Nos suena esto conocido? Por
supuesto. Estos mismos argumentos son los que han sido empleados para
discriminar a muchos seres humanos. Sin embargo, como vimos,
consideramos que tal discriminación es totalmente intolerable. Ahora
bien, siendo esto así, no podemos aceptar que tales argumentos sean
válidos. Si solo hemos de respetar a quien tiene ciertas capacidades
intelectuales, ello supone que no hay que respetar a los seres humanos
que no las poseen. Y lo mismo ocurre en el caso de la simpatía o las
relaciones de fuerza. Si, por el contrario, tales argumentos no son
aceptables, no pueden justificar tampoco, pues, que se discrimine a los
animales. El argumento no puede funcionar solo en el caso de los animales.
Eso equivaldría, en realidad, a seguir afirmando que solo se debe
respetar a los seres humanos “porque sí”. Y, como ya hemos visto,
“porque sí” no es ninguna justificación.
Hay quienes
pueden pensar que con esto se está insinuando que los seres humanos
excluidos o sin ciertas capacidades intelectuales podrían ser denigrados
y desconsiderados como hoy lo son los animales. En realidad es justo al
contrario. Como acabamos de ver, quienes realmente apoyan dicha
desconsideración son quienes argumentan en contra de los animales. Son
ellos quienes (probablemente sin darse cuenta), están empleando razones
que, si fuesen aceptadas, supondrían la denigración, discriminación y
explotación de un gran número de seres humanos. En cambio, quienes
critican esos argumentos no solo están protegiendo a los animales no
humanos. También están defendiendo de cualquier ser humano que pudiese
verse excluido o excluida por dichos argumentos.
Todo
esto tiene sentido, además, si pensamos en lo que resulta relevante
para que nos respeten. Para vencer en un campeonato de ajedrez
seguramente sea necesario tener ciertas capacidades intelectuales. Pero
para respetar a alguien debería ser necesario simplemente que pueda
sufrir y disfrutar. ¿Por qué? Pues porque, en el sentido más básico,
respetar a alguien es evitar que nuestros actos y omisiones le causen un
daño. Siendo esto así, lo relevante para que necesitemos el respeto de
los demás, ¿qué es? Pues no es el hecho de ser humanos. Es tan solo que
tengamos la capacidad de sufrir daños. Ni más, ni menos. Y tal capacidad
no la poseemos solo los seres humanos. La tienen todos aquellos
animales que, por poseer un sistema nervioso centralizado
que procesa y codifica información para convertirla en experiencias,
tienen la capacidad de sufrir y disfrutar. Esto supone que todos los
animales sintientes necesitan ser respetados independientemente de cuál
sea su especie (lo que explica también la diferencia entre la defensa de los animales y el ecologismo).
Por último, podemos examinar de un modo muy sencillo si nuestra actitud
hacia los animales no humanos está justificada. Simplemente tenemos que
pensar qué nos parecería aceptable si nos pusiésemos en su lugar. A día
de hoy los animales sufren daños terribles para nuestro beneficio.
Imaginemos que, para recibir tales beneficios tuviésemos que padecer
esos mismos daños que padecen los animales. Sin duda nos parecería un
coste inaceptable. Si eso es así, no puede ser justo que lo sufran los
animales. No resulta justificado comportarnos con los demás como nunca
querríamos que se comportasen con nosotros o nosotras si estuviésemos en
su lugar.
En definitiva, ¿qué muestran todas estas
razones? Pues que la situación que hoy sufren los animales no puede ser
considerada justa. Por el contrario, responde a una actitud que podemos
evaluar de forma semejante a la que causa la discriminación de muchos
seres humanos. Por esto, hace ya varias décadas fue acuñado un término
para nombrar tal actitud. Así como el “racismo” es la discriminación de
quienes no tienen ciertos rasgos físicos y el “sexismo” la de quienes no
son de cierto sexo, la discriminación de quienes no pertenecen a una
cierta especie (la humana) ha recibido el nombre de especismo.
Este es un término nuevo que puede que nos llame la atención. Pero,
como hemos visto, hay fuertes argumentos para concluir que la mayoría de
los seres humanos somos especistas con los animales.
Estas ideas llevan ya bastantes años debatiéndose en el campo de la filosofía moral y política. Pero a día de hoy su discusión ya comienza a tener lugar también en el conjunto de la sociedad.
Esto sin duda le resultará muy chocante a bastante gente. Es normal. Es
lo que ocurre cuando alguna idea nueva revuelve la forma de ver las
cosas que teníamos antes. Por este motivo, muchas veces se reacciona
queriendo ridiculizar la defensa de los animales. Pero que una idea
resulte correcta no depende de lo nueva o vieja que sea. Y ridiculizar
una idea es algo muy distinto de rebatirla. Para esto último hacen falta
razones. Y, como hemos visto, aquí las razones están de otra parte. De
la parte de quienes apoyan que se respete a los animales. De la parte de
quienes se oponen al especismo y a las discriminaciones arbitrarias. De
la parte, en definitiva, de quienes simplemente defienden que actuemos
de manera justa con los (y las) demás, independientemente de cuál sea su
color de piel, sexo o especie.
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