La mentira al servicio de la tortura. La violencia al servicio de la educación. Los presupuestos al servicio de ambas.
Traías lo que todos los de tu especie: ganas de vivir, ningún deseo de luchar y la imposibilidad de contárselo a los hombres.
Mediante la manipulación te otorgaron el
trapío y a base de engañarte consiguieron lo que ellos llaman nobleza.
La bravura jamás llegó porque lo hizo de mano de la mentira. De la
casta viene tu aspecto y de la ganadería tu marca, pero seas cárdeno,
astifino o agalgado, lleves muesca, horquilla o despuntada la oreja la
arena os igualará a unos y otros cuando la cobardía se encaste con la
tortura. En ese instante todos, absolutamente todos, seréis guiñapos
sangrantes y agonizantes, seréis asfixia y vómito. Algunos moriréis en
el ruedo y algunos camino del desolladero. La diferencia serán
trescientos segundos menos o más de agonía, cinco minutos más o menos de
miedo para los veinte seguros de terror y sufrimiento.
El arte se pinta, se esculpe, se
escribe, se declama, se construye, pero no se clava en la carne, lo hace
en el sentimiento. No destroza huesos, músculos y nervios, no atraviesa
vísceras. El arte entretiene o aburre pero no mata. No hay Fiesta para
quien no puede levantar su cuello por las heridas, para aquel cuyos
ojos se van apagando y sus patas ya no pueden sostenerle, para el que
sus pulmones dejan de funcionar…
Puya, hemorragia, estribo, dolor,
subvención, fractura, ensañamiento, banderilla, niño, estoque,
violencia, agonía, puntilla, muerte... Y con todos esos ingredientes aún
hay quienes dicen que la tauromaquia no recibe fondos públicos, quienes
juran que el toro no sufre durante la corrida y quienes aseguran que es
un espectáculo educativo, sano y divertido para los críos.
Entre los últimos están los que desde la
página “Toros para niños” afirman que su iniciativa se encuentra
enmarcada dentro del proyecto CULTURO. Y un par de líneas más arriba
escriben que “abordan relatos sobre los aspectos más interesantes de la
tauromaquia, haciendo incapié en la crianza del toro bravo”.
Cultoro-incapié. En dos palabras: Im Presionante.
A quién asombrará ya que el toro
disfrute, que el niño aprenda valores positivos y que no nos cuesten
dinero a todos los ciudadanos. ¿A quién entre tanto embuste?
Toros, ¿por qué?, ¿para qué?, ¿hasta cuándo?
Julio Ortega Fraile
@JOrtegaFr
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