La Corte Internacional de Justicia (CIJ) han dictaminado este lunes que la caza de ballenas por parte de Japón no tiene fines científicos y han prohibido la concesión de nuevos permisos.
Los jueces han decidido por 12 votos contra 4 revocar los permisos para
la caza de estos cetáceos en aguas del océano Antártico en una decisión
contra la que no cabe recurso.
Según indica la Sentencia, los permisos especiales que se concedían a Japón para dar muerte a ballenas con fines científicos no tiene sentido. Por ello, Japón debe cesar la caza de ballenas "con efecto inmediato" y revocar todas las licencias actuales.
La sentencia destaca además la manera "poco transparente" con la que Japón ha utilizado estos permisos especiales que cada temporada acababan con la vida de 850 rorcuales aliblancos, 50 ballenas jorobadas y 50 rorcuales comunes.
Bajo la excusa de la caza y muerte de estos animales con fines científicos, se esconde la demanda de carne de ballena en Japón, que curiosamente ha descendido drásticamente entre 1962 y 2009, y el número de toneladas para consumo ha pasado de 230.000 a 4.200 en ese periodo.
Denuncia de Nueva Zelanda y Australia
La denuncia fue interpuesta en 2010, cuando Australia y Nueva Zelanda denunciaron que el programa de caza de ballenas tenía únicamente fines comerciales. Japón, por su parte, cuestionaba la legitimidad del tribunal para decidir qué es y qué no es ciencia.
La caza de ballenas está prohibida a nivel internacional desde 1986, pero países como Noruega, Islandia y otros países continúan practicándola a pequeña escala, mientras que Japón se amparó en una normativa de la década de 1940 para seguir con esta actividad. En los últimos 20 años unas 10.000 ballenas han muerto a manos de los balleneros japoneses supuestamente para fomentar la investigación sobre estos cetáceos.
Desde el Partido Animalista celebramos esta victoria para los animales, y el descenso del consumo de carne de ballena. Recordamos además que el consumo de productos animales es el causante de la muerte de millones de animales diariamente en todo el mundo. Corderos, terneras, cerdos y demás animales son capaces de experimentar emociones y de padecer las terribles condiciones de vida y muerte a las que se les somete en granjas industriales y mataderos.
Según indica la Sentencia, los permisos especiales que se concedían a Japón para dar muerte a ballenas con fines científicos no tiene sentido. Por ello, Japón debe cesar la caza de ballenas "con efecto inmediato" y revocar todas las licencias actuales.
La sentencia destaca además la manera "poco transparente" con la que Japón ha utilizado estos permisos especiales que cada temporada acababan con la vida de 850 rorcuales aliblancos, 50 ballenas jorobadas y 50 rorcuales comunes.
Bajo la excusa de la caza y muerte de estos animales con fines científicos, se esconde la demanda de carne de ballena en Japón, que curiosamente ha descendido drásticamente entre 1962 y 2009, y el número de toneladas para consumo ha pasado de 230.000 a 4.200 en ese periodo.
Denuncia de Nueva Zelanda y Australia
La denuncia fue interpuesta en 2010, cuando Australia y Nueva Zelanda denunciaron que el programa de caza de ballenas tenía únicamente fines comerciales. Japón, por su parte, cuestionaba la legitimidad del tribunal para decidir qué es y qué no es ciencia.
La caza de ballenas está prohibida a nivel internacional desde 1986, pero países como Noruega, Islandia y otros países continúan practicándola a pequeña escala, mientras que Japón se amparó en una normativa de la década de 1940 para seguir con esta actividad. En los últimos 20 años unas 10.000 ballenas han muerto a manos de los balleneros japoneses supuestamente para fomentar la investigación sobre estos cetáceos.
Desde el Partido Animalista celebramos esta victoria para los animales, y el descenso del consumo de carne de ballena. Recordamos además que el consumo de productos animales es el causante de la muerte de millones de animales diariamente en todo el mundo. Corderos, terneras, cerdos y demás animales son capaces de experimentar emociones y de padecer las terribles condiciones de vida y muerte a las que se les somete en granjas industriales y mataderos.
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