Como si de una religión se tratase, la tauromaquia tiene fieles,
seguidores y conversos que se convierten en “apóstoles de la verdad”.
No quise ver ni leer, no quise empaparme de ese aroma que
inundaba los medios con insistencia obsesiva, pues para mí ese aroma
solo olía a sangre.
Anoche antes de irme a dormir volví a escuchar en la televisión la
“noticia”, el toro que José Tomás indultó en Nimes se recupera….
A desgana leí algo sobre el tema, un artículo de hace unos días en elmundo.es, suficiente.
Como si de una religión se tratase, la tauromaquia tiene fieles,
seguidores y conversos que se convierten en “apóstoles de la verdad”.
Según el artículo acudían los creyentes y los nuevos convencidos en
tropel y había captación de adeptos a la “llamada del toreo celestial”.
Yo entiendo esa parte de un guión y puesta en escena espectacular,
del colorido brillante, esa mezcla de música, de valor, el revoloteo del
capote como una danza de mujer, los movimientos y gestos teatrales
masculinos, aunque entrelazados con estética y nombre femenino, y unas
dosis de masoquismo o aceptación del riesgo, la parte del marketing ,
el arraigo…
Yo entiendo aunque no acepto, esa forma de expresar los taurinos la
supuesta sublimidad del toreo, la gloria, el arte y la belleza con un
argot propio, que roza lo espiritual, en ocasiones incomprensible para
el común y creado para describir el momento.
Entiendo a los espectadores en la plaza, ante la emoción, el morbo,
lo impredecible, el miro pero no miro, el revuelo de la fiesta, el
jolgorio, los amigos la tradición de los borregos… “me gusta porque
si”.
Y sobre todo entiendo el negocio que aglutina, envuelve y sumerge en esa magia, a todo lo antes mencionado.
Pero me asombro de cómo el mundo taurino prescinde del animal, del
individuo, del bóvido aterrorizado que se desangra poco a poco, que
muge de dolor, cuyos gestos son de defensa ante una situación impuesta y
sin sentido para él, que se ahoga en vómitos de sangre, que no quiere
estar allí, nada mas salir corre y gira en la plaza buscando la
salida….que no quiere morir.
Me asombro de cómo en el mundo taurino lo interpretan con términos
como nobleza, entrega, pasión, bravura, trapío, complacencia,
colaboración, danza y placer del toro. ¿Los taurinos son memos, son
ciegos, están locos o son unos grandísimos hipócritas?
José Tomas un gran actor, que todo esto se lo sabe, interpreta a la
perfección el papel de protagonista absoluto que todos quieren ver.
Conoce las verdaderas reacciones y motivos del animal. Cada movimiento,
cada gesto es un engaño, al toro y al público, que enredado en la magia
absorbe cada acción ávido de emociones. Efectivamente, es un
profesional bien pagado, torturando y matando toros.
Hasta el toro que indultó tiene su razón en el juego de engaños y
sensacionalismos de José Tomás. El gesto teatral de la estocada al final
sin espada, levantó pasiones, tal vez lágrimas de complacencia ante la
sublime misericordia del “maestro”.
El cuarto toro, el nombre no importa ya que sólo es un requisito en
el trámite de su contrato de venta, fue indultado, devuelto a los
corrales y cuatro días después a la dehesa, donde sigue siendo bandera y
protagonista del toreo del gesto y la misericordia de José Tomás. El
cuarto toro, que con dos profundas, tremendas heridas por lanza y siete
heridas mas por arpones, con 70 kilo menos al salir de la plaza, con su
sistema nervioso y síquico destrozado y con dolores y secuelas de por
vida, se recupera entre otros toros de su misma condición. Si sus
secuelas le permiten cumplir como supuesto semental vivirá unos años
más que sus compañeros, asesinados esa tarde en Nimes.
El indulto es la magnanimidad y la hipocresía del amor taurino.
Pepi Vegas
Artista plástica.
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