Las inundaciones del Ebro han convertido Aragón en un infierno para
muchos animales: más de 10.000 han muerto ahogados, abandonados a su
suerte, hambrientos; miles más continúan atrapados.
La autora
denuncia desde Zaragoza la indiferencia de autoridades y ganaderos ante
un sufrimiento de varios días, y que muchos solo vean en ello "pérdidas
económicas".
Casi todos los años, como en todo río mediterráneo,
hay crecida en el Ebro. Nada nuevo hasta aquí. Año tras año las
autoridades van informando del día y las horas punta en las que sucederá
el desbordamiento. El río habla, lleva siglos buscando regresar a su
origen, llevándose por delante tierras, campos y casas. La eterna
discusión entre ecologistas y administración tampoco es nada nuevo. Pero
lo que ha sucedido, lo que está sucediendo ahora mismo en Zaragoza, sí
lo es.
Esta crecida ha sido extraordinaria. La rabia,
la fuerza y el torrente de agua han desbordado, tragándose todo lo que
encontraba a su alcance, sin que la administración, con su gobierno del
PP a la cabeza, tuviera en cuenta las consecuencias que esto podría
acarrear. Las declaraciones de la presidenta de Aragón diciendo que el
río había tenido un comportamiento "extraño" pueden dar una idea de la
falta de análisis, de lógica y también de cultura del agua de la
presidenta y su equipo. Pura incompetencia.
A pesar de los problemas y de la mala gestión, se ha ido
realizando cada día el seguimiento de los pueblos inundados o con
posibilidad de serlo. Pero, mientras se atendía a las personas y se cuantificaban las pérdidas económicas, miles de animales desaparecían bajo el agua.
Animales de granja flotando en el río, ovejas, vacas, cerdos, gallinas,
más de diez mil animales ahogados. También perros, gatos y caballos que
no fueron rescatados a tiempo por sus dueños o en los que simplemente
nadie pensó. De todo ha habido: familias que se negaron a subir
al zodiac sin su perro, que se negaron a abandonar sus casas sin sus
animales, pero también propietarios de fincas que dejaron a sus perros
atados sin preocuparse de más. Y ellos, los animales, como siempre invisibles para la administración, que sólo ve en su muerte "pérdidas económicas".
Líderes de partidos políticos de la oposición han visitado estos días
la zona, se han reunido con los afectados y han mostrado su solidaridad
con las familias y con los agricultores ribereños, pero ni una palabra
sobre la situación dantesca que sufrían los animales. Los partidos de la
oposición en Aragón también han ignorado este drama, a pesar de las
imágenes de miles de animales a la deriva, atrapados en el fango, sin
víveres, muertos de miedo.
Gracias a la gente de
Vegan Hope, Pacma, Amnistía Animal y cientos de activistas que sí se han
preocupado, se ha urgido su salvamento, obligando en muchos casos a la
policía y a los bomberos a insistir en los rescates.
¿Qué debería hacerse en estos casos para no repetir la tragedia? Pues incluir a los animales en el Protocolo de Emergencias,
algo que hasta al fecha no se ha hecho ni siquiera desde el Centro de
Protección Animal municipal. Una situación tan dramática requería una
reunión de urgencia para coordinar el trabajo y no dejarlo solo en manos de voluntarios. Hay que reaccionar ante casos extremos como este.
Como denuncia Pacma,
será necesario un cambio normativo en el futuro para evitar las
restricciones legislativas que impiden a cuerpos de Seguridad y
Emergencias acceder a propiedades particulares sin el consentimiento del
propietario, ni siquiera cuando la vida de animales corre riesgo, o que
impiden que los propietarios en algunos casos accedan con sus animales a
vehículos de rescate o refugios, condenándolos a una muerte segura.
Es cierto que no siempre ha sido posible acceder a las zonas afectadas y
que, cuando así lo ha comunicado la policía, era porque los metros de
barro hacían imposible y muy peligrosa la operación, pero en otras
ocasiones la desidia ha sacado la peor cara de este desastre. Habrá que
investigar si en algunos casos se ha dejado morir a cientos de animales
porque cobrar el seguro era más rentable que rescatarlos, como decía uno
de los activistas que participaba en una de las operaciones.
Todos los días han salido voluntarios para intentar salvar animales,
para rescatarlos o, al menos, darles de comer si no podían ser
trasladados. Es el caso de Atlántico, un caballo que lleva días aislado
sin poder ser rescatado por lo peligroso del acceso. Un grupo de
personas de la asciación Galgo Leku se ha encargado de que sobreviva,
pero otros siete caballos murieron ahogados. Sin el trabajo de esta
gente el drama animal hubiera sido aún mayor.
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