El pasado 20 de octubre, en el Parlament de Catalunya, la sesión de
Comisión de la reforma de la ley que impulsa la abolición del uso de
animales en circos se convirtió en una fuente de argumentos éticos,
científicos y legales para la defensa de unos derechos que jamás
debieron haber sido vulnerados.
La proposición de ley ha sido impulsada por la campaña CLAC (Catalunya Lliure d’Animals en Circs) de la Asociación Animalista LIBERA! y la Fundación Franz Weber.
La autora edita el blog 'Los animales no son artistas',
en el que da respuesta a las dudas que se pueden presentar ante la
inminente abolición de los circos con animales en Catalunya.
Alejandra García, co-Coordinadora de la campaña CLAC (Catalunya LLiure d'Animals en Circs)
En un ejercicio pedagógico y democrático, el Parlament de Catalunya
ha escuchado el pasado octubre a los comparecientes que defendieron la
abolición del uso de animales en circos en territorio catalán.
Pedagógico, porque se han aportado los criterios científicos, éticos,
jurídicos y sociales en los que se sustenta el hecho de justicia que
significa no usar animales en espectáculos. Democrático, porque se hizo
tras haber escuchado a representantes del mundo de circo que, dos
semanas antes, defendieron una regulación en detrimento de una
prohibición total.
Los expertos que han participado en la sesión fueron Marta Tafalla, doctora en Filosofía y profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona; Jaume Fatjó, doctor en Veterinaria y especialista europeo en medicina del comportamiento animal; Luis Flores, veterinario del Zoo Botánico de Jerez y de Veterinarios para la Fauna Silvestre ( Wildvets); Carmen Maté, doctora en Ciencias Biológicas especializada en etología de primates; Santi Vidal, educador canino y entrenador de perros especialistas; Jordi Casamitjana, etólogo y consultor sobre protección y bienestar animal; Jordi Portabella, biólogo; Ramón García, escritor con estudios de Primatología; Anna Mulà,
abogada especializada en derecho animal y ambiental, y miembro de la
Comisión de Protección de los Derechos de los Animales del Colegio de
Abogados de Barcelona; y Leonardo Anselmi, activista animalista y director de la Fundación Franz Weber para el Sur de Europa y Latinoamérica.
Con respecto a los animales silvestres,
si bien parece haber un consenso generalizado entre los partidos
políticos para su abolición, las comparecencias sirvieron para
profundizar y dotar de argumentaciones científicas a los diputados, pero
también sirvieron como andamiaje que sostiene el porqué es necesario
incluir en esta abolición a los animales domésticos. Todos los expertos
animalistas han defendido y argumentado que la proposición de ley debe
aprobarse en su totalidad, dejando claro que no existe ninguna diferencia ni científica ni moral entre el sufrimiento de los animales salvajes y el de los domésticos.
Los conceptos vertidos son todos tan claros que dejan abierta una gran
esperanza a que el texto de la ley se respete en su totalidad,
incluyendo en la abolición a todas las especies animales. Las preguntas
de los diputados de la Comisión iban en muchos sentidos diferentes: ¿Es
posible una regulación? ¿Los animales salvajes nacidos en cautividad ya
están acostumbrados a la vida del circo y por lo tanto no sufren tanto?
¿Los perros, llamas, caballos y otros animales domésticos no sufren en
los circos? ¿Es posible hacer una regulación y no una abolición para
garantizar el bienestar de los animales?
Y quedaban
por despejar las dudas acerca de una posible regulación para que los
circos pudieran seguir usando a los animales dentro de un “marco
jurídico” similar al de Francia, tal como lo proponen desde el mismo
sector circense. Recordemos que, en una sesión anterior de la Comisión,
los representantes de esta actividad ponían como ejemplo a la ley
francesa que, según explicaron, no prohíbe pero sí establece en el texto
cómo se debe tratar a los animales en los circos.
Regulación: imposible desde la ciencia, la ley y la ética
Una idea tentadora para algunos partidos políticos y lanzada por el
sector del circo aboga por la regulación. ¿Qué quiere decir “regular”?
Desde nuestro punto de vista, sería administrar el sufrimiento de los animales
en el circo, amparados en que hay una ley que así lo permite, cuando
hay una sociedad que lo condena. Y los argumentos científicos, jurídicos
y éticos brindados en las excelentes comparecencias de Carmen Maté,
Anna Mulá y Marta Tafalla así lo reafirman.
Maté, desde la ciencia, aportó estudios científicos que revelan que sólo entre un 1% y un 9% del tiempo los animales están fuera de sus carromatos/jaulas;
que tanto tigres como caballos sufren una pérdida de peso considerable
tras los traslados, aunque pensemos que de tanto itinerar estuvieran
acostumbrados a este trajín; que los circos, en síntesis, no tienen
ninguna posibilidad de conseguir bienestar para los animales ya que,
además de todo esto, el estar rodeados de público, con luces de espectáculo y música fuerte, es una fuente de un fuerte estrés, por lo que aconsejó descartar una regulación por inaplicable.
Si a esto le añadimos el análisis jurídico de Anna Mulá, entenderemos
exactamente de qué hablan los circos cuando defienden la regulación de
Francia o Inglaterra: lo que esas leyes dicen es
cómo y con qué se debe encadenar a los animales, cómo y con qué se los
debe golpear e incluso en qué zonas del cuerpo por las ser las más
sensibles… Incluso hablan de unos escasos metros cuadrados para su alojamiento.
Para redondearlo, Marta Tafalla desgranó en su comparecencia los
argumentos filosóficos y éticos que claman por una ley donde realmente
los animales queden protegidos, algo que se logra solamente con la
abolición. La frase que da título a esta columna no está elegida al
azar: en pocas palabras, resume una respuesta a todos aquellos y
aquellas que defienden la explotación de los animales en espectáculos
amparándose –cómo no- en que se quiere coartar su libertad.
“Su” libertad, no una libertad igualitaria sino la suya propia, sin
importar los demás. Decíamos que el título no era fruto del azar, sino
que nace de la comparecencia de Marta Tafalla, quien dejó para la
posteridad una frase (entre otras muchas en una intervención brillante):
“No se puede defender la libertad e ir por el mundo arrastrando jaulas”.
Asimismo, Tafalla añadió: “Hay que entender que cuando hablamos de
maltrato a los animales de circo no se trata simplemente de que se les
den golpes y se les causen heridas, o que no se les de la comida
suficiente ni buena atención veterinaria. No es sólo que se los tenga
encerrados en jaulas diminutas. No se trata de un maltrato contingente,
accidental, casual, que se podría corregir con reglamentos y medidas de
control, con jaulas un poco más grandes. No es eso. El maltrato es
esencial al hecho mismo de introducir al animal en el circo, porque el
espectáculo de circo consiste en obligar al animal a
renunciar a su propia identidad y, por tanto, a quebrarlo
psicológicamente. Los espectáculos circenses con animales se basan en
una estética del dominio”.
Animales domésticos: también sufren
Otro de los puntos importantes a tratar en estas comparecencias se basó
en las dudas que algunos grupos políticos manifestaron sobre si se debe
abolir también el uso de animales domésticos en los circos. Tampoco
quedaron dudas al respecto. Jordi Casamitjana, etólogo radicado en
Inglaterra, donde desarrolla su trabajo en IFAW,
expresó que no cree que desde un punto de vista etológico “podamos
decir que los animales domésticos son menos propensos a sufrir en circos
que los animales salvajes”. Y explicó los resultados de un análisis que
él mismo realizó sobre el comportamiento de los caballos en los circos, analizando sus actuaciones y revelando sus resultados. Entre ellos: en la mayoría de las actuaciones se utilizan dispositivos adversos (barras y látigos)
y los caballos llevan a cabo “conductas antinaturales que podían
causarles lesiones, como pararse en dos patas”. Asimismo, explicó que
cuando un caballo corre o cuando se pone en dos patas son respuestas
naturales a peligros ante la presencia de depredadores.
Casamitjana explicó que “los caballos, como muchos herbívoros que viven
en manada, usan como defensa principal el hecho de huir a alta
velocidad (…) En el escenario del circo, el hecho de galopar en círculos
en la pista es un equivalente del mismo mecanismo defensivo. ¿Y dónde
está el depredador? El depredador es el domador en medio de la pista, y sus dientes son el látigo.
¿Y qué pasa cuando los caballos no pueden escapar de un depredador que
los persigue? Entonces, el último recurso es intentar expulsarlo con las
patas. (…) Por tanto, se puede argumentar que el acto clásico de los
caballos en un circo puede ser una ritualización de defensa contra un
ataque de un depredador, que es algo de lo que el caballo no disfruta”.
¿Y qué pasa con los perros?
Este tema fue abordado magistralmente por Jaume Fatjó y Jaime Vidal. En
primer término, Vidal aconsejó que la ley prohibiera también el uso de
perros en circos, ya que en estos lugares se ven impedidos de socializar
y sufren estrés, dado el tipo de conductas para las que se los entrena.
Al respecto, aclaró que “ no es lo mismo enseñar a un perro a sentarse que a caminar cinco minutos en dos patas. Creo que estamos todos de acuerdo, la exigencia es distinta. La exigencia provoca estrés.”
Fatjó, por su parte, subrayó al final de su intervención la cuestión sobre las supuestas diferencias entre especies
animales como una diferencia que emana del hombre (no de la ciencia),
expresando que “esta es una diferencia humana, es decir, desde un punto
de vista de bienestar animal, no hay ninguna diferencia entre una cebra y
un caballo”, añadiendo sobre la domesticación que “es simplemente un
proceso de selección genética en el cual la selección natural pasa a ser
hecha por el hombre, y lo que conseguimos con este proceso de selección
genética es modificar hasta un cierto punto algunos aspectos de la
anatomía, la fisiología y el comportamiento del animal. Pero no es
solamente eso. La domesticación no es un proceso mágico: modifica
algunos aspectos de la naturaleza, pero lo que no hace es borrar todo su
pasado evolutivo”.
Lo que el municipalismo aporta a la abolición
El origen de todo, el porqué hemos llegado ya a la instancia
parlamentaria en que los circos pueden ser abolidos en Catalunya, está
en la semilla que las políticas municipalistas nos han ayudado a
implantar. Sin duda, un ejemplo de estas políticas municipales lo encontramos en la ciudad de Barcelona,
donde en un pleno del año 2003 se aprobó por unanimidad la ordenanza
que prohibe la instalación de circos con animales salvajes en la ciudad.
Jordi Portabella siempre ha sido un gran impulsor de las políticas
públicas de protección a los animales, desde su rol de Regidor en el
Ayuntamiento y como biólogo. Por ello, también fue invitado a comparecer
en la Comisión, donde explicó el problema que enfrentan los Ayuntamientos cada vez que un circo pide permiso de instalación. En sus propias palabras, “ los circos con animales son un gran problema para los municipios.
No es tan fácil encontrar un espacio; aquí hay muchos diputadas y
diputados que han sido regidores y lo saben. Tener un núcleo zoológico
transitorio en la ciudad te hace buscar una serie de características que
son difíciles de encontrar, porque es casi del tamaño de un campo de
fútbol. Necesitas condiciones de abastecimiento de agua, evacuación de
fluidos, intentar que no haya impacto acústico, cuestiones de malos
olores, aspectos sanitarios… e inspectores”. Pero no se trata sólo de
los aspectos administrativos; Portabella también abundó en argumentos
científicos y éticos, reforzando aún más la idea de que la abolición es
el camino natural y posible en la Catalunya del siglo XXI.
¿Y ahora qué?
Tras estas comparecencias en la Comisión, ésta aprobará un texto que será el texto de ley definitivo para ser sometido a votación final en el pleno del Parlament de Catalunya en una fecha aún por determinar. Estamos convencidos de que, en el plano argumental, hemos ganado.
Estamos viviendo una oportunidad histórica que pondría a Catalunya, una vez más, a la vanguardia de las legislaciones que protegen los derechos de los animales. Una política pública que acompaña la voluntad social de libertad y derechos, ahora en Catalunya más que nunca.
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