A través de la escritora Elvira Lindo, Elegido, el toro que será
asesinado por lanceros el próximo día 16 en la Vega de Tordesillas,
escribe una carta a Vulcano, el toro asesinado hace en año en esa
localidad vallisoletana.
Vulcano responde a Elegido a través de una carta escrita por Julio Ortega Fraile.
Ambos
escritores leerán un manifiesto el próximo viernes 12, a las 20 horas,
ante el Ateneo de Madrid, en una concentración de repulsa convocada por
Equo. El sábado 13, a las 17 horas, el Partido Animalista (PACMA) ha
convocado en la plaza de Colón de Madrid una manifestación para
trasladar, un año más, la indignación ciudadana ante el salvaje festejo
del Toro de la Vega, que el martes 16 perpetrará su crimen en
Tordesillas.
CARTA A VULCANO
Por Elvira Lindo
Querido Vulcano:
Espero que a la llegada de la presente estés vivo y en buen estado de
salud. Te parecerá un comienzo demasiado dramático pero es que no sabes,
Vulcano, no te imaginas la que hay aquí liada. Desde que nos dejaste
todo son rumores. Yo no soy muy amigo de alimentar bulos ni tampoco
partidario de las teorías de la conspiración, pero comprenderás que
aunque uno quiera permanecer al margen de lo que yo llamo “el tema
estrella” llega un momento en que, sinceramente, es imposible mantener
la calma.
Ya va para un año que nos dejaste. Como te
habías granjeado ese prestigio de elitista y misterioso muchos pensamos
que te las habías apañado para buscarte un retiro de ensueño a nuestras
espaldas; por otra parte, no sé cuál podría ser, porque, sinceramente,
creo que vivimos mejor que queremos, en comunión con la naturaleza, con
un sol que nos ilumina y una luna que viste de plata nuestras noches.
Dan ganas de ser poeta. Yo, humildemente, lo soy un poco. Te confieso
que no son pocos los momentos en que me aparto de la manada para rumiar
sonetos. Esa es la razón por la que aquí me consideran un inocentón, un
infeliz. Qué quieres que te diga, prefiero ser inocentón a elucubrar
horrores.
Es que no me cabe en la cabeza, Vulcano, lo
que por aquí se comenta. Hay noches, amigo, en que a la manada le dan
las del alba con ese cuento de que fuiste sacrificado como si fueras un
asesino. Dicen que los humanos que habitualmente nos observan te
seleccionaron por bravo y hermoso y que tú les seguiste confiado, manso
como una vaca, agradecido por haber sido distinguido entre todos
nosotros, pensando quizá en que te trasladaban al paraíso de los
astados. Pero, ay, Vulcano, también dicen que no se trataba de premiarte
sino de pasearte por las laberínticas calles de los hombres,
escupiéndote insultos, mareándote, asustándote, clavándote puñales,
hasta volverte loco, y que cuando estuviste así, presa de la
desesperación por no entender el motivo de tan inmerecido castigo, te
clavaron una lanza en el costado, que te atravesó el lomo y te alcanzó
el corazón.
Cierto es que nuestra relación con los
hombres es distante. Somos de natural tímido y nos cuesta abrirnos a los
desconocidos pero nuestra relación con ellos siempre se produce en
términos de buena educación y discreto entendimiento. Al menos eso es lo
que yo, el “inocentón”, he percibido hasta ahora.
Vulcano, si yo diera crédito a historia tan cruel tendría que pensar que
hay hombres más allá de estas tierras en las que a diario cultivamos la
armonía que no nos consideran sus hermanos, que hay humanos capaces de
matar a quienes habitan la tierra con tanto derecho como ellos; si yo
les creyera, amigo, debería admitir que estamos ante un caso de
degeneración de una especie, de una raza que asesina sin razón alguna,
por pura diversión, por contemplar el dolor en alguien que no puede
defenderse, que se encuentra acorralado. Y no puedo entregarme a ese
pensamiento porque se me parte el corazón, y me duele tanto como si me
clavaran esa lanza que dicen que acabó contigo.
Ellos, los hombres, me bautizaron como “Elegido” y de alguna manera así
me considero: tiendo a la ensoñación y a la caída de la tarde me siento
uno con el cosmos. Soy un toro enamorado de la luna que abandona por las
noches la manada para perderme en rimas y estrofas. Pero de un año a
esta parte ese nombre me acecha como si me avisara un destino fatal y me
golpea el ánimo. Pienso si no seré yo el siguiente, si no estaré
marcado desde mi nacimiento. Allá donde estés, Vulcano, mándame una
señal. Alíviame este tormento. Dime que no es cierto que estoy
condenado. Dime por qué nos abandonaste. En este monte de los olivos en
que me hallo, apartado esta noche de los otros, me atormento pensando
cuál habrá sido mi culpa. Y sinceramente, Vulcano, no la encuentro.
Queda en espera de tu respuesta este al que puedes llamar hermano,
Elegido
CARTA A ELEGIDO
Por Julio Ortega Fraile
Querido Elegido,
No conoces mi rostro ni yo el tuyo. Los toros no navegamos por internet
y menos si estamos muertos. Pero dicen que la verdadera muerte, la
definitiva, sólo llega de la mano del olvido, así que en cierto modo yo
sigo vivo, al igual que tú, de alguna manera, ya estás muerto.
Te veo con sus ojos, con millones de ojos; te escribo con sus manos; te
recuerdo con sus memorias y te sufro con sus corazones, millones de
corazones infatigables, los de todas esas personas que hoy se duelen y
luchan por ti como hace un año padecieron y pelearon por mí, para
salvarme, pero no lo lograron, por eso terminaron desencajados en
arcadas al contemplar mi cadáver embadurnado con la tierra de la Vega,
con las babas de los lanceros y con la sangre de mis arterias,
seccionadas como mis músculos, mis nervios, mis vísceras y mis huesos.
Estas palabras son la voz de los que no te olvidan ni me olvidan.
Tampoco a los nos hacen esto. ¿De qué serviría pronunciar el nombre de
una víctima si se silencia el de su ejecutor? ¿De qué valdría llorarla
sin dejarse la piel en impedir la siguiente?
Sí,
Elegido, yo soy Vulcano y los rumores eran ciertos, pero no fue una sola
lanza la que clavaron en mi costado sino muchas y en cada rincón de
cuerpo, yo soy el toro al que alancearon hasta matarme en Tordesillas el
17 de septiembre de 2013, del mismo modo que tú serás torturado y
asesinado allí el 16 de septiembre de 2014. Y la verdad es que me pongo a
responderte sin saber muy bien ni qué decirte porque yo, compañero,
tampoco entiendo nada. Cómo explicarte lo que te van a hacer pero, sobre
todo, cómo encontrarle un solo motivo, una sola justificación que no
suene a canallada.
Los de nuestra especie deseamos
todos lo mismo. Unos más juguetones y otros más serios, más bravos o más
mansos, más fuertes o más débiles, todos, sin excepción, queremos vivir
en paz y ninguno de nosotros mata por diversión. No hay toros asesinos,
sólo asesinan los humanos. No hay toros depredadores, somos herbívoros.
Lo que hay son toros asustados, agotados, medio ciegos y heridos, que a
veces se revuelven ante su verdugo como único y último recurso
desesperado antes de morir, cuando comprenden que la huida ya es tan
imposible como inútil. Como haría una gacela, como haría cualquier
hombre; ¿cuántos se reconocerían con esa conducta como depredadores y
asesinos?.
Así que, cómo asumir que entre ellos, que
tantas lágrimas derraman por nuestro sufrimiento, que de angustia
cierran los puños y abren las náuseas, que de rabia hacen añicos sus
gargantas en gritos y que de esperanza convocan marchas, sostienen
pancartas, leen manifiestos, firman, exigen, informan, denuncian y hasta
reciben insultos, amenazas, puñetazos o pedradas, cómo entender que
entre esos, de su misma especie, con sus mismos derechos y obligaciones,
con su mismo corazón, se encuentran los que nos martirizan y asesinan,
los que lo pagan y los que lo aplauden. Los que sonríen satisfechos ante
nuestra última convulsión.
Saldrás con miedo, y con
mucho miedo bajarás la calle del Empedrado, cruzarás el puente sin
retorno sobre el Duero y alcanzarás el Cristo de las Batallas
presintiendo que algo terrible va a ocurrir pero, ¿sabes una cosa,
Elegido?, te estarás equivocando porque no será como piensas sino mucho,
muchísimo peor, será infinitamente más doloroso y cruel que lo que
intuirás antes de llegar a ese lugar al que llaman Campo del Honor. Como
lo lees: ¡Campo del Honor! Que no te extrañe lo cínico del nombre, mi
desdichado hermano, para lo que no es más que un recogedero de
escupitajos con polvo de los hombres y de tu sangre, que no te asombre
porque a esa ejecución sañuda y cobarde, con cientos de sayones y una
sola víctima indefensa, tú, la denominan Torneo.
Morirás a lanzadas, como yo hace un año. Puede que incluso te griten hijodeputa,
como a Moscatel en 2009 cuando trataban de arrancarle la lanza que
tenía ensartada a base de tirar remover y escarbar, pero tan hundida
estaba en su cuerpo que eran incapaces de sacarla. O que te apuntillen
repetidamente con un destornillador para rematarte, como a Afligido en
2011. Y el año que viene serás tú, querido Elegido, el que le escribas
una carta parecida a esta a como quiera que se llame el infortunado toro
que los hombres escojan para entretenerse en 2015. Y así, septiembre
tras septiembre hasta quién sabe cuándo. Cerca de quinientos años y de
quinientos toros de la vega después, millones de personas hartas,
horrorizadas y asqueadas no han conseguido todavía evitar que unos
cuantos miles de miserables, violentos y cobardes, cometan un crimen que
desordena los estómagos y desliza cuchillas por las conciencias de
todos más allá de la Tordesillas sociológicamente anclada en el más ruin
y letal de los primitivismos.
Ellos hablan de una
virgen, de tradición, de honor, de virilidad, de respeto. La verdad es
que leyendo sus reglas y principios cualquiera pensaría que esa mañana
te sueltan para rascarte el lomo, ofrecerte agua fresca y regalarte la
hierba más apetitosa del prado, pero no, no te darán nada de eso. No sé
el verdadero motivo y, sobre todo, desconozco por qué tienen
autorización para hacer algo así, lo único de lo que estoy seguro es de
que tu sufrimiento físico y psíquico será atroz y todo lo prolongado e
intenso que ellos sean capaces de lograr. No les sirve que tu agonía sea
corta, tras un año de espera no se conforman con unos pocos minutos. Y
si alguien te cuenta que si consigues ir más allá del Campo del Honor
salvarás tu vida no le creas, miente, te matarán igual, como hicieron
con Volante en 2012, aunque él atravesó el límite a partir del cual
tendría que haber sido indultado. Los lanceros de Tordesillas no tienen
problemas para engañar en las intenciones ni en las normas. De hecho no
tienen problemas para torturar a un ser vivo por diversión hasta
matarlo.
Adiós, Elegido, adiós mi querido poeta. Ya
estás muerto, como yo. Tus versos suenan cada vez más a réquiem, por ti.
Para reunirte conmigo sólo te faltan unas pocas hojas del calendario,
sólo resta que amanezca el día que le abre la puerta a la violencia, al
sadismo y a la locura, que llegue la mañana que se la cierra a la
decencia, a la justicia y a la compasión. Nada más.
Hasta ahora, Elegido, hasta ahora mismo. No era esta la respuesta que hubiese deseado darte.
Vulcano
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