lunes, 11 de agosto de 2014

Becerradas: cachorros víctimas de miserables

El pasado domingo en El Escorial (Madrid) tres becerros, cachorros de menos de dos años, fueron lidiados, torturados y asesinados por vecinos del pueblo, elegidos como matadores en una rifa entre los compradores de un boleto. Su falta de experiencia y su ansia de macabra diversión causó un sufrimiento atroz a los animales, que padecieron incluso la amputación de las orejas estando aún vivos.
Los activistas de Pacma que intentaron documentar la barbarie fueron amenazados y necesitaron escolta de la Guardia Civil. Una de ellas vuelca en este artículo sus sentimientos hacia “los miserables”.
Los "mozos" cortan una oreja a un becerro aún vivo, el pasado domingo en El Escorial   Foto: Partido Animalista PACMA
Los "mozos" cortan una oreja a un becerro aún vivo, el pasado domingo en El Escorial. Foto: Partido Animalista PACMA
Cada verano el municipio de El Escorial celebra sus fiestas de "Mozos, casados, solteros y viudos", con actividades de todo tipo y para todos los públicos, incluidos niños. Y como es desgraciadamente habitual en España, también en este caso el maltrato animal está incluido en el programa de festejos. El sufrimiento de animales amparado en la tradición y en la diversión es siempre deleznable, pero más aún cuando se trata de cachorros de menos de dos años, que son sometidos a todo tipo de vejaciones y torturas por parte de los “mozos” del pueblo, ávidos de sadismo y sin atisbo alguno de compasión o empatía.
Después de varios años de suspensión de la becerrada, este año el equipo de gobierno municipal, del PP, desoyó las solicitudes formuladas por el Partido Animalista (Pacma) para trasladar la opinión de las más de 14.000 personas que habían pedido con su firma una nueva suspensión.
Quienes rigen el Ayuntamiento de El Escorial no han querido escuchar esas voces ni plantear alternativas de ocio éticas, más acordes al siglo XXI en un Estado miembro de la Unión Europea, y han optado por seguir adelante con su bárbara tradición.
Finalmente, tres becerros, todos ellos menores de dos años, fueron lidiados por los vecinos del pueblo, sometiéndolos a todas las suertes del toreo como hacen los llamados “profesionales”, pero generando un sufrimiento aún más terrible. Ante la presencia de niños y adolescentes, los inexpertos matadores repitieron sin tino las estocadas, una y otra vez, hasta ir dando muerte a los animales, que, aún agonizantes, sufrían la amputación de las orejas para servir de trofeo a los “mozos”.
Activistas de Pacma acudieron a la plaza para documentar y denunciar esta crueldad. Detectada su presencia entre el escaso público, ya que no debía de haber más de 200 personas, las increpaciones y amenazas fueron subiendo de tono hasta convertirse en agresividad, llegando al punto de requerir escolta de la Guardia Civil para abandonar la plaza.
Los activistas fueron objeto de escupitajos, cabezazos, lanzamiento de bebidas, e incluso del impacto de la oreja de un becerro, que desde la arena tiraron a sus pies al grito de “graba eso”. Mientras, desde la megafonía se incitaba al público al insulto, la mofa y la carga contra los activistas, al grito de “a por ellos, oe, a por ellos, oe”.
A pesar de las dificultades, los activistas consiguieron documentar lo que sucedió en la plaza para seguir defendiendo el respeto a la vida y a la integridad física de todos los animales. “Seguiremos trabajando para que se imponga la cordura y cesen este tipo de espectáculos, mantenidos a costa del erario público en detrimento de partidas que podían destinarse a servicios sociales afectados en la actualidad por los recortes achacados a la crisis económica”, aseguran los representantes de Pacma.



Los miserables
Por Violeta B.
 Vais de fiesta con la alegría propia de quien celebra un domingo como si no hubiera lunes. Subís la cuesta a la plaza cargados con la nevera, los niños, la abuela y las flores, pensando en pasar una tarde divertida en familia. ¡Vivan los santos patronos!
Arriba os espera la arena ya limpia, el ruedo mitad sol mitad sombra, los músicos en su sitio tronando charangas. ¡Viva la fiesta! ¡Vivan las reinas, el alcalde y el juez! ¡Viva la Guardia Civil y la Presidencia!
Habéis cogido el mejor sitio, culo sobre piedra, para ver a los valientes con los huevos prietos bajo el pantalón, que salen a saludar con el orgullo de los idiotas, haciendo alarde de no ser nada y ser los primeros y mejores en todo.
Casados, solteros y viudos que dais risa con vuestro uniforme de gente de bien podrida por dentro de puro aburrimiento entre copa y puro. La plaza es vuestra. Vuestras mujeres os jalean, os tiran flores, ríen los niños, eructan los abuelos que comieron demasiado.
Y sale el becerro.
Aún no ha cumplido dos años. Enfadado, asustado y desesperado, queriendo huir recorre la arena hasta pararse frente al tendido de sombra.
¡Va por ti, alcalde, que todo lo haces! ¡Va por ti que pusiste los fondos! ¡Va por ti que nos dejaste un año más ser los más chulos, los más idiotas, los más perfectos cabrones frente a un animal acorralado!
Suenan redobles, retumba la plaza de pasodobles. Hay cerveza fresca, pipas, bombón helado y vino. Que no quede la boca seca, que pase la saliva y se lleve el miedo, el mal trago ante el escarnio público.
Ya dobla el becerro las patas. Ya jadea cansado. Le falta aire en los pulmones, le corre sangre bajo los pinchos clavados en la espalda. ¡Qué valiente eres, soltero, casado y viudo! ¡Qué buen domingo nos estás dando! ¡Arrímate, arrímate!
Abuela, ese es tu nieto, madre, ese es tu hijo, hijo, ese es tu padre y el padre de tu padre y el padre del padre de tu padre. Todos la misma testosterona inútil, todos el aliento fétido del instinto ancestral que os obliga a enfrentaros a un animal superior a vosotros.
Señala el sol la muerte en la espada. ¡Mátalo, mátalo! Qué bien lo pasáis todos juntos, todos brutos, todos uno como un pan rancio. ¡Mátalo, mátalo!
El joven becerro mira exhausto con las últimas fuerzas. Brama ya sin aliento y suena la música que lo silencia. Reís como los tramposos, se os afloja la taleguilla antes abultada, cargada de excitación, y os dais por satisfechos.
Un año más vuestra mísera existencia delante de un animal sin defensa, torturado y herido hasta la muerte, demuestra que no valéis lo que cagáis. Pero ¡qué bonito todo! ¡Cómo se divierte el estimado público! ¡Qué buena tarde de cobardes, ignorantes y chulos!
Dais palmas al aire. Se oscurece el cielo mientras arrastráis la muerte por la arena. Nada os importa.
Los miserables lleváis el corazón helado.

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