viernes, 2 de mayo de 2014

Teo no se entera: los zoos son cárceles de animales

¿Tienes previsto aprovechar las vacaciones para llevar a los niños al zoo? Quizá nunca te hayas parado a pensar en que la cautividad conlleva terribles consecuencias para los animales. Los niños, como Teo, viven en la ignorancia de esa realidad. Es tu responsabilidad como adulto no alimentar su ingenuidad.
Los zoos aún son percibidos por mucha gente como “perfectas residencias para los animales”. Pero el joven Marius descubrió en sus propias carnes que apenas se trata de un escenario de cartón piedra, donde casi todo es engolada publicidad.
León cautivo en un zoológico. Foto: Infozoos
León cautivo en un zoológico. Foto: Infozoos

“Teo es un niño simpático y divertido a quien le gustan mucho los animales y la naturaleza”. Esta viene a ser la presentación de Teo en su visita al zoo local. Para incondicionales, supongo; aunque a mí Teo siempre me pareció un niño entre repelente y megañoño, y sobre todo un perfecto ingenuo. Pues bien, si tenía alguna duda, se me despeja tras saber que el muchachito no tiene mejores planes para el domingo por la mañana que acercarse al zoológico.
Teo cree que los animales residentes en el zoo son felices, unos suertudos que disfrutan del resort tras conseguir una plaza entre multitud de aspirantes, que mueren de viejecitos y que el Director, compungido por tan irreparable pérdida, se ocupa de que sus cenizas sean esparcidas por la tierra que vio nacer a sus antepasados: África, América, Oceanía… Teo debe de pensar sin duda bobadas de tal pelo, más si cabe tras la dominical visita junto a su hermano pequeño, invitados ambos por tía Rosa, otra que tal baila. Teo no se entera.
Como Teo, mucha gente sigue percibiendo los parques zoológicos como “paraísos para los animales”: el lugar soñado por leones, monos y flamencos. Hasta puede que Marius –con sus facultades físicas y mentales intactas– llegara a pensar algo similar en su cabecita de jirafa adolescente. Pero ni tiempo tuvo el pobre de rectificar en sus creencias, desplomado desde las alturas tras el disparo de un trabajador del centro. ¿Sacrificio humanitario? Pues no, porque, como se ha apuntado, Marius estaba perfectamente sano. Pero cometió el error de no portar genes “demasiado originales”, y eso lo convertía en un ejemplar “sin interés para el programa de reproducción del que formaba parte”.
“La gente tiene derecho a protestar. Pero, por supuesto, nos ha sorprendido”, declaró Tobias Stenbaeck, portavoz del zoológico de la capital. Sin otras valoraciones periféricas, el sr. Stenbaeck me parece lo más parecido a un tontaina, en su estricta acepción moral. Porque hay que serlo para “sorprenderse” por las protestas de la gente ante tan  burda muerte. Mucho más después de conocer que el animal fue fríamente descuartizado ante el público que en esos momentos visitaba el recinto, numerosos niños incluidos. ¡En Copenhage! Los signos de admiración también son muestra de notable ingenuidad (la mía, en este caso), al creer que, traspasadas ciertas fronteras, se entra en una nueva dimensión. Seguro que hay importantes avances por aquellos lares respecto a estos, aunque conviene recordar igualmente que hablamos del mismo país cuyas autoridades se aferran a la pueril coartada cultural para defender la matanza anual de calderones.
Podría pensarse que la muerte de Marius entra de lleno en lo estadísticamente anecdótico. Pero Infozoos cifra en varios miles los animales que son sacrificados cada año en los distintos zoológicos europeos, escalofriante guarismo que no desmiente la Asociación Europea de Zoos y Acuarios (EAZA, por sus siglas en inglés). Según Infozoos, “se trata en la mayoría de los casos de pequeños mamíferos, por lo que no llaman tanto la atención como el caso de Marius. Pero desde un punto de vista ético estas muerte son por igual condenables”. Pues sí…
Teo, chaval, entérate: los zoos son cárceles de animales, centros sin interés alguno en la conservación de especies ni en el bienestar altruista de sus inquilinos, meros negocios donde impera la lógica comercial de la máxima rentabilidad con la mínima inversión, simples centros de operaciones que se intercambian material, y que eliminan material cuando la Junta Directiva considera que hay excedentes.
Pero material y excedentes son en este caso vidas únicas e irrepetibles, como mismamente lo es la tuya. ¿Te preguntaste alguna vez si aquellos monos o aquellos leones eran de verdad los mismos que en tu anterior visita? ¿Hubieras seguido pensando lo mismo si la casualidad te hubiera atrapado de visita en el zoo de Copenhague durante la aparatosa muerte del gigantón con piel de terciopelo? Por eso ejecutaron a Marius: meramente para “hacer sitio” a otros reos.

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