El próximo domigo 1 de junio* está previsto en Ciudad Real un
festival taurino cuyos beneficios irán destinados al Banco de Alimentos
de esta ciudad (*por coincidir con un partido de fútbol se ha pospuesto
la fecha inicial, 17 de mayo).
La encomiable labor solidaria de
organizaciones benéficas como Cruz Roja, Cáritas, Unicef, la Asociación
Española Contra el Cáncer o los Bancos de Alimentos no debería empañarse
con el sufrimiento de los animales.
La solidaridad es la emoción por la cual nos ponemos
en el lugar del otro e intentamos que no sufra. Ser solidario es pensar
que el prójimo eres tú. Por eso resulta desolador comprobar hasta qué
punto degradan el espíritu de la solidaridad alcaldes y concejales de
algunos municipios y, aún más triste, responsables de algunas
organizaciones benéficas y sociales que coorganizan o son beneficiarias
de festivales taurinos o becerradas. Estos espectáculos, además de
carecer de sentido ético, fomentan el desprecio hacia los animales y la
insolidaridad entre los ciudadanos, a los que se incita a disfrutar con
el linchamiento de un ser vivo. Una peligrosa tela de araña donde el
significado de la solidaridad queda atrapado hasta desangrarse.
«Desde el arte de la tauromaquia vamos a cumplir una labor solidaria».
Semejante oxímoron lo pronunció la alcaldesa de Ciudad Real. La labor
solidaria, en este caso, consiste en recaudar fondos para el Banco de Alimentos.
Esta unión alimentos-muerte de varios toros tendrá lugar el 17 de mayo.
La agonizante tauromaquia, cuando no recibe transfusiones de dinero
público para sobrevivir, busca otros espacios donde seguir existiendo.
En la televisión es frecuente ver a toreros como protagonistas de
noticias del corazón o en programas donde aparecen bailando o incluso
cocinando. Son tiempos difíciles para el gremio, así que, como vampiros
desesperados, buscan una yugular donde morder para seguir perpetuándose,
sin importar si el cuello que desangran es el erario público o la
imagen de una ONG.
No les importa que se trate de Unicef. Como sucedió en Córdoba, donde el ayuntamiento y Unicef organizaron una clase taurina,
con la participación de Isabel Pantoja, imputada en la operación
Malaya, y de José Ortega Cano, entonces imputado y actualmente en la
cárcel por homicidio al conducir ebrio. Un buen par de ejemplos para los
niños. Una clase taurina a favor de la organización, dijeron, pero fue
una clase taurina para publicitarse a costa de la solidaridad. ¿Cómo se
puede asociar un espectáculo donde se enseña a los niños a torturar y a
matar animales con una organización que vela por sus derechos, educación
y respeto?
Sin duda, aquel día Unicef rompió en
pedazos la Convención de los Derechos del Niño. ¿Qué mente turbia pudo
organizar dichos actos? Lo normal sería que el responsable hubiera
dimitido. Y que se dedicara a cualquier cosa que no tuviera que ver con
la infancia, sobre todo después de que el pasado mes de febrero la ONU
declarase que la tauromaquia contraviene la Declaración de Derechos del
Niño.
También en Córdoba tuvo lugar un festival
taurino a beneficio de la Asociación Española Contra el Cáncer. La
Asociación de Veterinarios para la Abolición de la Tauromaquia (ahora
AVATMA) envió cartas
exponiendo su rechazo y argumentando la crueldad e incoherencia que
supone luchar contra esta enfermedad produciendo sufrimiento y dolor a
los animales que murieron en la plaza.
Una
organización humanitaria se debe a su espíritu, a su ADN solidario, y
no puede ser raptada ni manipulada por el lobby taurino. Hay mucha gente
sensible trabajando en asociaciones, ya sea Cáritas, Cruz Roja o
Unicef. Por eso es inexplicable que Cruz Roja reincida una y otra vez
en ser beneficiaria de corridas de toros, obviando las cartas de
protesta que muchas personas enviaron a Cruz Roja Internacional
expresando su rechazo.
Sin duda, Cáritas desempeña un papel importante y merece todo el respeto, pero debería cambiar urgentemente su código ético.
La sociedad española es mayoritariamente antitaurina; por lo tanto,
cabe deducir que muchos de los voluntarios de las asociaciones
mencionadas también lo son. Plegarse más a los intereses de imagen del
mundo taurino que a la sensibilidad de la sociedad contemporánea es una
falta de respeto difícil de asimilar.
Y si con la
falta de ética no teníamos bastante, hay que añadir los oscuros aspectos
económicos convertidos en escándalo. Como en la Diputación de
Castellón, donde Carlos Fabra, según la fiscalía, cometió delitos de
prevaricación, fraude y exacciones ilegales mediante la asignación a
municipios de entradas para la Corrida de la Beneficencia.
Mientras se reducían los recursos destinados a atención y prevención de
la violencia de género, esta Diputación gastó en 2013 alrededor de
200.000 euros solo en compra de entradas, según denuncia la plataforma
La Tortura No Es Cultura. Fabra destinó de manera ilegal el dinero
previsto para obras y servicios de pequeños municipios al pago de las
entradas de las corridas de toros. He aquí un ejemplo de cómo
subvenciones, tauromaquia, actos benéficos y degradación política y
social se han entremezclado en nuestro país, burlándose de la
ciudadanía.
Afortunadamente, también hay ejemplos de
solidaridad y empatía, aunque en este caso vienen de la mano de niños y
niñas. En mayo de 2013, las Hermanas Iesu Communio de Burgos
promocionaban en su web una corrida de toros con el fin de recaudar
fondos para la restauración de un santuario. El Cuarto Hocico,
protectora formada por alumnos de la escuela rural de Muel (Zaragoza), les escribió una carta pidiendo que no torturasen a los animales, ofreciendo a cambio mil euros más todo lo que pudieran recaudar. Las monjas nunca respondieron. Sin duda, estos niños y niñas sí representan el espíritu de Unicef.
Pero volvamos al Festival Taurino de Ciudad Real a beneficio del Banco
de Alimentos. La alcaldesa Rosa Romero dice que, «disfrutando de los
toros, vamos a cumplir una función social con las causas más
humanitarias y justas». Sin embargo, Segundo Alcázar, presidente del
Banco de Alimentos, recuerda que este año ya han repartido 798.000 kg de
alimentos entre 89 entidades de la provincia. Todo un éxito conseguido
sin matar toros, sin degradar la solidaridad de quien comparte con otro
un kilo de arroz o de pasta. ¿Cómo es posible, con semejantes datos,
buscar la excusa de la beneficencia para organizar corridas de toros?
En nuestro país hacen falta toneladas de solidaridad. Lo que debe
cambiar es la forma enfermiza y sangrienta que tienen algunos municipios
y algunas organizaciones sociales de entenderla. Hay centenares de
actores en paro, compañías de teatro que sueñan con poner en marcha sus
obras, músicos, bailarines, humoristas, deportistas, pintores...
Pongamos en marcha la solidaridad recíproca. Ayudémonos unos a otros,
volquemos cultura sobre las gradas, recojamos dinero de espectáculos sin
vísceras, pero llenos de emoción. Y con las cuentas claras, sin desviar
partidas presupuestarias que deberían ir a la acción social. Hagamos de
la solidaridad nuestro punto de apoyo, no de destrucción.
Saquemos el maltrato animal de donde nunca debió entrar. Matar toros
para un fin benéfico parece más propio de la Roma de Nerón que de la
España del siglo XXI.
Señora alcaldesa de Ciudad Real
o de cualquier otro municipio de este país, señores responsables de las
ONG citadas, acudan al diccionario de las emociones, de la empatía,
saboreen cada letra que compone la palabra solidaridad y entiendan de
una vez su significado. No puede haber solidaridad si eso conlleva
muerte, es pura contradicción. Rectifiquen, porque, de lo contrario,
haciendo uso de las célebres palabras de Emile Zola,
miles de personas alzaremos en las redes sociales y ante sus sedes
internacionales y locales un YO OS ACUSO de manchar con sangre la
palabra más noble del diccionario.
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