Esclavos. ¿Y qué? No son humanos, sólo son animales. Negocio must go on.
"Mira socio, quel borrico sa desplomao".
"¡Cagüen nel puñetero bicho! Anda, vamos a levantarlo antes de que lo
vean esos defensores de los animales. Voy a tener a este desgraciao
quince días a media ración, a ver si aprende a no joderme el negocio".
La conversación me la he inventado, ¿o no? Los hechos son tal cual.
Zaragoza, 24 de diciembre de 2013, Plaza del Pilar: uno de los
burritos de veinte minutos a tres euros el paseo cae al suelo reventado
de cansancio, quebrado de dolor, roto de tristeza... ¡Destrozado de
esclavitud!
Un resbalón - dicen los responsables de la ¿atracción?- (empresa concesionaria le llaman, que suena menos medieval)
¿Un resbalón?
Sois unos canallas, esclavistas, que no concesionarios, pero no tanto
como los que pudiendo impedirlo os permiten ganar dinero de un modo tan
miserable. No tanto como los responsables de las calles donde ese
anima, l antes de estrellar sus costillas en ellas vertió sus lágrimas,
su dolor, su miedo, su agotamiento y la súplica muda de quien sabe que
no será escuchado, de quien no sabe hacerse escuchar, de quien no sabe
hablar, de quien... no sabe. No saber, la ignorancia: la condena de un
animal no humano.
Esos son todavía peores que vosotros, mucho peores, porque encima van
de estupendos con los de otras especies. Y no por ellas, sino porque a
día de hoy conviene teñirse de verde para ser políticamente correcto
aunque se tenga las manos rojas. De sangre.
¿Te suena, maño, la campaña "Un animal no es un juguete"?
No, claro que no es un juguete, es un siervo. Un instrumento. Un
coche de choque. Un tiovivo con pulso. Un columpio con patas. Un sistema
nervioso central que no siente pero sobre el que se sientan. Un
negocio. ¡¡Un miserable, ruin y terrible negocio!! Y un juego. Pero un
juguete no.
El Ayuntamiento de Zaragoza dice que no le compres un perro a tu hijo
si después él se va a cansar de pasearlo, o tú de pagarle pienso y
veterinario, por evitar que acabe abandonado en un arcén o caminito de
la perrera. Pero eso sí, lleva sin problema a tu crío al sarao navideño y
móntale a lomos de un burrito hasta que caiga extenuado. El burrito, no
tu hijo, que mientras el humanito no sufra ni un esguince todo va bien.
Lo imporante es que el dueño del rocín ilota le pregunte al papá si
el pequeño está en perfecto estado y si ha disfrutado, que de eso se
trata, mientrás le devuelve los tres euritos y por dentro se acuerda del
jamelgo padre del que yace en el asfalto .
Con suerte habrá dado la bestia antes de morir o de que lo maten por
enclenque suficientes paseos para que puedan comprar otra montura que la
sustituya.
Qué grima de padres. Qué asco de negociantes. Qué náusea de corporación. Y qué desdicha para el burrito no haber muerto.
Esto se quedará, como siempre, en un par de reseñas en los diarios,
en los muros de los animalistas en facebook y en las risas de los dueños
de la atracción que seguirán llevando la esclavitud de pueblo en
pueblo, de plaza en plaza, de padre en padre, de niño en niño. De
"resbalón" en "resbalón".
Julio Ortega Fraile
@JortegaFr
Coordinador Plataforma "Manos Rojas"
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