por Diana Cordero
Habían quedado en salir de paseo al día siguiente: irían por primera
vez al Zoológico de la ciudad de Buenos Aires. Clara se fue muy
contenta a dormir , pensando en el paseo de la mañana siguiente,
mientrás mamá y papá terminaban de cenar...
Clara cursaba el
primer grado de la escuela primaria, y hacía poquito había cumplido los 6
años. Cuando tenía apenas 4 años su mamá la había llevado a un circo.
Vio los payasos, los equilibristas, pero cuando apareció el tigre con el
domador y comenzaba el espectáculo, Clara se puso a llorar
desconsoladamente.
La mamá entonces
le preguntó -¿ porqué llorás Clara… acaso te asustó algo? -El señor con
el látigo…- Pero Clara... el señor lo usa para que el tigre le haga
caso, nada más. Pero Clara estaba muy mal y no dejaba de llorar. Hizo
falta salir a la calle, caminar, distraerla y hasta comprale un helado
para que Clara se calmara.
También -pensó la
mamá- ese tigre tan grande.. con la boca abierta, esos
dientes....claro...se asustó. Por eso, justamente, no se había atrevido a
llevarla antes al zoológico. Pero en vista de que Clara estaba siempre
mirando documentales en televisión, donde aparecían tigres, leones y
otros animales (por supuesto ningún domador con látigo como en el circo)
entendió que Clara estaba preparada para enfrentar la experiencia.
Así que al día
siguiente, después que regresó del colegio, almorzaron las dos y como el
sol se mostraba en todo su esplendor, aprovecharon y salieron
temprano.El zoológico quedaba bastante retirado de su casa, así que
luego de un largo viaje en autobús llegaron por fin a destino.
Clara no podía
creer que iba a poder ver a todos esos animales de cerca y estar al lado
de ellos. Hasta ahora solamente los veía en la pantalla de su
televisor.
Cuando entraron,
una muchacha muy sonriente les ofreció un plano del lugar, donde
figuraban los respectivos lugares en que se encontraba cada animal y de
la mano de su mamá comenzó el recorrido. Eso si, antes compraron unos
granos especiales de alimento para darle a algunos de los animales.
A su paso, se
encontraron con una pequeña isla donde había patos y cisnes en el agua
saltaban unos animales muy parecidos a los conejos.
Llegaron adonde se
encontraban los Elefantes. Qué enormes.... lástima que no pudieran
acercase, hablarles o acariciarlos. Parecían tan buenos, con esos ojos
enormes... si hasta parecía que sonreían!
Siguieron y se
encontraron con las Jirafas, ¡Que altas de verdad! Clara pensó que en la
tele se veían altas, pero allí se daba cuenta de que eran muuy altas.
Las miraba como caminaban, con esa elegancia. Depositó sobre un muro un
poco del alimento comprado, pero no se acercaron a comerlo.
Más atrás vio un
edificio, como una especie de casa, similar a la que había donde estaban
los Elefantes. La mamá le explicó que allí pasaban la noche los
animales.
Luego pasaron por
donde estaban los Ciervos. Había muchos, grandes y pequeños y cuando
Clara les fue a dar alimento se acercaron corriendo a comer. Algunos lo
tomaban directamente de su mano y Clara sin miedo alguno se los daba.
Pasaron después
por un lugar donde se veía correr agua y mucha vegetación, ahí con
sorpresa vio que había lagartos, que estaban dormidos, pero solo se les
veía apenas su cabeza.
Pero todo empezó a
cambiar cuando llegaron a las jaulas donde había muchos Monos. Clara
observó que la mayoría de las personas estaban frente a esas jaulas,
riéndose de las piruetas que hacían y les sacaban muchas fotos. Clara
los miraba, pero a ella no le causaban ninguna gracia. Solo los miraba.
Se enfrentaron
luego a una jaula enorme donde había un Tigre que se paseaba de un lado
al otro sin parar ni un minuto. Al lado había otra jaula también muy
grande donde un oso, se paraba en dos patas, y sacaba su mano por los
barrotes, como pidiendo algo a la gente, que estaba del otro lado
mirando.
Fue ahí donde
Clara nuevamente se puso a llorar, como aquella tarde en el circo.
Lloraba y lloraba sin poder parar y se aferró muy fuerte a m su mamá
cuando ésta la abrazó.
-Está bien
Clarita, nos vamos, te llevaré a tomar algo- Le dijo mientras pensaba
que evidentemente no había superado el miedo por los animales más
salvajes, los más peligrosos.
Caminaron hacia la
salida, Clara se iba calmando de a poco pero solo dejó de llorar cuando
salieron del zoológico. La mamá le hablaba de otras cosas y la llevó a
una confitería cercana para que tomara su bebida favorita: una leche
chocolatada.
Mientras se la
traían, llamó por teléfono desde el celular a su esposo, y le contó lo
ocurrido mientras le decía –La asustan estos animales tan grandes, los
de las jaulas-
Clara la escuchaba
y cuando su mamá terminó de habar, le dijo: - No mami yo no les tengo
miedo a esos animales, lo que me hizo muy mal es verlos detrás de las
rejas, encerrados, estaban tristes, no viste como nos miraban?
La mamá entonces
le explicó que como eran animales salvajes no podían tenerlos sueltos
como a los elefantes, las jirafas o ciervos. Entonces Clara con esa
carita inocente aún con sus ojitos donde asomaban lágrimas, le preguntó a
su mamá: -¿Entonces para qué los traen?-
Nuevamente la mamá le dijo- para que la gente los vea de cerca
Para qué? -Le dijo
Clara otra vez - Están presos y sufren! Todos están encerrados, hasta
los elefantes y las jirafas. No podían salir de allí. ¡No creo que les
guste vivir en un lugar tan chiquito, sin tener espacio para correr...
los animales son más felices estando libres-
Además, en los
documentales te cuentan todo, para que hacerlos sufrir en un lugar así
-Yo no quiero venir nunca más al zoológico!
Y agregó - te
acordás mami? Esa vez que fuimos al circo? Ese señor que tenía ese
látigo largo, y el Tigre estaba tan asustado … Y se le llenaron los ojos
de lágrimas, al tiempo que repetía: Nunca más, no vengo nunca más!
El papá y la mamá de Clara han tenido una buena oportunidad de aprender de su hija.
Algunos niños,
como Clara, son muy sensibles y no soportan ver a los animales
encerrados, encarcelados, sufriendo. Se dan cuenta de que deberían estar
pastando y viviendo libremente en su hábitat natural. Lo perciben a
través de sus miradas tristes, de sus gestos a través de las rejas
pidiendo....¿Qué?
Prestemos
atención, porque no están equivocados, perciben acertadamente la
aberración que significa tener a los animales en exposición como si
fueran cuadros o juguetes.
Ojalá los adultos
lográsemos mantener firmes actitudes como la de Clara que decidió a sus
seis años que no volvería nunca más al zoológico. De esta forma
podríamos ir desterrando de a poco todo mecanismo o espacio que haga al
sufrimiento y maltrato de los animales.
Los zoológicos que
se ven socialmente como”normales” y como “paseos educativos o
recreativos” implican tortura y un brutal ejercicio del poder contra los
seres indefensos.
Necesitamos que se
eduque y se genere conciencia para terminar de una vez por todas con
estos crímenes contra nuestros amigos los animales.
Por suerte al día
de hoy (por lo menos en Argentina) están prohibidos los circos donde
tengan animales, pero los zoológicos lamentablemente aún persisten.
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