El número de festejos taurinos se ha reducido a la mitad desde el 2007
La fiesta de los toros muestra cada
año síntomas crecientes de decadencia en España. Ya un año antes de la
supresión (en septiembre de 2011) de las corridas en Catalunya el número
de fiestas bajó un 8%, con lo que el descenso en cuatro años (según
datos del ministerio de Educación, Cultura y Deportes de 2007-2011)
alcanza ya el 41%. En aquel periodo se pasó de 953 a 561 corridas.
Además, los principales festejos taurinos (toreo, rejoneo y novilladas
con picadores) se habrán reducido a la mitad si se suman las
proyecciones de 2012, aún sin datos. Pero la fiesta se resiste a morir, y
muestra de ello es que el Congreso debatirá el martes si acepta a
trámite la iniciativa de la Federación de Entidades Taurinas para que la
fiesta sea declarada Bien de Interés Cultural, tal como se supo el
jueves. Con ello se especula con la posibilidad de que los toros
pudieran volver en breve a Catalunya.
Las corridas y las fiestas con toros
cada vez interesan menos a los españoles. El año 2011, el número de
festejos taurinos estrella (corridas, rejoneo y novilladas con
picadores) bajó un 14%, de manera que en cuatro años (2007-2011) el
descenso suma un 46% (pasó de 2.045 a 1.120 festejos).
El descenso será mayor cuando se
conozcan los datos de 2012, pues será el primer recuento sin aportación
de Catalunya, donde quedaron prohibidas por el Parlament a fines de
2011. "Calculamos que al acabar 2012, y con la prohibición de Catalunya,
el número de corridas sería menos de la mitad de las de 2007", según
explica Chesús Ferrer, de Ecologistas en Acción, una entidad antitaurina
que viene efectuando este tipo de seguimiento de la afición taurina. De
hecho, se desinfla el interés por las corridas y por las fiestas con
toros en general. La evolución del conjunto de los festejos taurinos
(incluyendo aquí hasta festivales, becerradas, novilladas sin picadores o
espectáculos cómicos) ha bajado un 37%. En el 2007, se celebraron 3.651
festejos taurinos, mientras que en el 2011 se redujeron a 2.290.
Amplios sectores de la ciudadanía española parecen querer darle la
puntilla. Así, pues, si muere la llamada fiesta nacional no será por la
prohibición en Catalunya.
De alguna manera, los datos dan la
razón a quienes piensan que los festejos sanguinarios y crueles pueden
desaparecer sin necesidad de prohibiciones, sino como consecuencia del
cambio de valores y la modernización de las tradiciones.
El desinterés creciente que despiertan
se demuestra también en los resultados de la encuesta de hábitos y
prácticas culturales del Ministerio de Educación, una estadística
oficial cuatrienal, en la que se refleja un descenso de los asistentes.
El número de quienes dicen que acuden a los festejos con toros ha pasado
del 9,8% en el periodo 2006-2007 al 8,5% en el periodo 2010-2011. "Este
importante descenso sería mayor todavía si se dispusiera de datos
oficiales de asistencia, en lugar de simples encuestas, puesto que en
estas también se incluyen la asistencias a espectáculos sin lidia, como
espectáculos cómicos, encierros o vaquillas en pueblos", dice Ferrer.
El descenso del número de corridas
celebradas (2010-2011) afecta a todas las comunidades, con excepción de
Andalucía y Aragón, y ha sido especialmente acusado en Madrid, Castilla y
León, Castilla-la Mancha, la Comunidad Valenciana y Extremadura. El
resultado es que, pese a las advertencias que vienen lanzando algunos
aficionados, la fiesta nacional no se recupera; "y a ese paso, su final
puede acelerarse", según los mismos sectores antitaurinos.
El desapego que van experimentando los
españoles hacia los espectáculos con toros contrasta con el apoyo
oficial que están teniendo las corridas, hasta el punto de que algunas
comunidades autónomas, sobre todo gobernadas por el PP, han iniciado
procesos para declarar estos festejos bien de interés cultural
inmaterial o patrimonio de la humanidad, con lo que se persigue lograr
el apoyo de la Unesco.
Todos estos resultados contrastan
con el empeño de algunas administraciones estatales y autonómicas por
blindar los festejos taurinos y dotarlos de mayor ayuda pública. Si la
supervivencia de los toros dependiera de la asistencia de público, no
sobreviviría. De nada servirán las ayudas, dado que el principal enemigo
de estas prácticas es el desinterés de la ciudadanía, cada vez más
sensibilizada contra el maltrato animal, dice Chesús Ferrer.
Fuente: La Vanguardia
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