Un niño de dos años que cayó en el hábitat donde se
exhibían perros salvajes africanos murió por el ataque de los animales,
no por la caída.
La madre del menor lo había subido el domingo en la mañana a lo alto
del barandal en la orilla de la plataforma de observación, pero la
criatura perdió el equilibrio y cayó, dijo Barbara Baker, directora
general y presidenta del Zoológico de Pittsburgh y del Acuario PPG.
Había una red de seguridad abajo del barandal pero no contuvo al chico y
éste cayó más de tres metros dentro del espacio de los animales.
Los animales atacaron al niño con tal rapidez que para cuando el
veterinario y demás personal del zoológico se presentaron segundos
después, determinaron que habría sido inútil intentar el rescate. Uno de
los perros fue abatido a tiros por un policía.
Los perros africanos tienen pelaje pinto, el tamaño de un can
ordinario y un peso de entre 17 y 39 kilogramos. Se les considera una
especie en peligro de extinción.
No es la primera vez que ocurren accidentes en zoológicos o en
lugares donde hay animales “salvajes” en cautiverio. Esto debería
hacernos replantear la conveniencia o no de mantener animales fuera de
su habitat.
Si bien lo que ocurrió en Pitsburgh es una tragedia para la familia
del menor, no podemos dejar de ser objetivos y calificar de
irresponsable la actitud de la madre al colocar al niño en un barandal
de pocos centímetros de ancho. Por otro lado, ¿por qué fue un policía
quien disparó balas al perro y no uno de los veterinarios del zoológico,
un dardo tranquilizante?
Nuestra solución cuando se salen de control los animales que creíamos tener sometidos es siempre su muerte.
Calificar a los perros como “asesinos” y “feroces bestias”, no
regresa la vida al menor, ni permite comprender la dimensión del
problema. Hemos dividido a los animales en domésticos, silvestres y salvajes,
en función del sometimiento que hacemos o no de ellos, y estos
adjetivos determinan en buena parte nuestra actitud. Calificamos como
doméstico todo animal dócil que es capaz de convivir con nosotros y
salvajes son los animales feroces que “necesitan un proceso de domesticación para poder adaptarse a la convivencia con seres humanos”.
Quién sino nuestra especie determina que los animales han de
adaptarse a convivir con nosotros. No creo que ellos tengan un
particular interés en hacerlo. Los animales en libertad viven sus vida
como pueden, pero eso no es muy diferente a cómo vivimos nosotros las
nuestra. Creer que les hacemos un favor manteniéndolos cautivos para así
asegurar su supervivencia y brindándoles alimento y atención
veterinaria, es la falacia con que se mantienen los zoológicos.
Es moralmente cuestionable mantener individuos en cautiverio en aras de la salvación de una especie.
Son los indiviudos los que tienen interés en ser libres, no las especies, que son entidades abstractas.
En lugar de encerrar animales que están en peligro de extinción y
luego tirotearlos porque son una “amenaza”, optemos por educación en la
conservación del habitat de miles de criaturas. Los animales no son
piezas de museo que se puedan observar como atracciones, son seres
sintientes que tienen al menos el derecho a la vida y a la libertad.
Respetemos a los animales por quienes son y en donde deben de estar.
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