No
es necesario irse hasta Botsuana para encontrar el rastro de sangre que
ha dejado el Rey Juan Carlos con su afición a la caza. Un gusto por
matar animales que comparte con empresarios, banqueros, toreros,
militares y ministros. Las provincias de Toledo y Ciudad Real en
Castilla-La Mancha son los destinos predilectos para el monarca y sus
amigos.
“La Encomienda de Mudela”, en el término municipal de Santa Cruz de Mudela, Ciudad Real, es el destino predilecto del monarca.
Elegido por Don Juan Carlos en muchas de sus frecuentes escapadas, de
las que hasta el momento nunca informaba, y ahora, a pesar de sus
ambiguas y escuetas disculpas, sospechamos que tampoco hará.
De una extensión de 18.000 ha y gestionada por Parques Nacionales, se conoce como “la finca del rey” y en ella no solo se reúnen el monarca y la mayoría de los miembros de la Casa Real española,
sino personajes relevantes de la política y de economía y miembros de
la aristocracia europea como el duque de Cambridge, Guillermo de Gales o
Carolina de Mónaco. Asimismo, frecuenta la finca “Las beatas” en
Villahermosa y el coto de Almedina.
En Ciudad Real, las víctimas de los cazadores no son los elefantes o los búfalos, sino principalmente las perdices rojas
-unos animales, que es frecuente que procedan de la cría cinegética, es
decir que han nacido y se han criado en cautividad y son liberadas para
que los cazadores acaben con sus vidas. Además de perdices, como
informa el suplemento Crónica de El Mundo, Juan Carlos I ocupa una de
las primeras posiciones en el ranking de venados, machos monteses y arruís abatidos.
Influyentes amigos del monarca como el
empresario Juan Abelló dan rienda a la matanza de animales en su finca
“El lobillo”, situada también en la provincia Ciudad Real, al igual que
otro de sus íntimos, Alberto Alcocer que es el propietario de la finca “El avellanar” en Mazarambroz (Toledo), lugar al que el Rey suele acudir como invitado.
los animales no entienden de conservadores, progresistas o ecologistas, aunque reciben “disparos” de todos ellos
Sin embargo, la caza no una actividad
que se reduzca a la aristocracia y a las grandes fortunas del país,
también se incluyen en el listado nombres como Baltasar Garzón, Mariano
Fernández Bermejo, Carlos Herrera, Carles Francino, Enrique Ponce, Jesús
Janeiro o Patxi Andión. Lo que está claro es que los animales no entienden de conservadores, progresistas o ecologistas, aunque reciben “disparos” de todos ellos,
bien directamente o aprobando su muerte cuando las especies no aparecen
en un catálogo como protegidas. La abolición de la caza -sin
concesiones de ningún tipo- surge de la consideración de todos los
animales como individuos con derecho a la vida, un principio que solo es
defendido por el animalismo.
Elisa Blanco
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