jueves, 3 de noviembre de 2011

El oso pardo como elemento de la cultura aragonesa

oso

El rey animal más emblemático del Pirineo es, sin lugar a dudas, el oso pardo, que ha dejado a lo largo de los siglos una importante impronta en este territorio pero también en otros puntos de Aragón. El oso pardo (Ursus arctos) ha convivido con el ser humano a lo largo de la historia y su presencia en nuestro país está atestiguada desde hace miles de años y todavía más si tenemos en cuenta otras especies de osos como el cavernario (Ursus spelaeus), del cual se han encontrado yacimientos en la cueva Coro Tracito o Cueva de los Osos en la localidad de Tella (Sobrabe) que remontan a 40.000 años atrás y que estuvo habitada por osos durante 6.000 años. También en el destruido yacimiento neolítico de la cueva de Chaves, en Bastarás (Hoya de Huesca), se han encontrado restos.

Por otro lado, sabemos que Jaime II, rey de Aragón, prohibió en 1303 su caza bajo pena de multa en la localidad turolense de Mosqueruela (Gúdar-Javalambre) y Alfonso V también actuó de igual forma, quien vedó y abogó por la conservación en zonas del Prepirineo y Pirineo catalán y en el valle de Nocito (Sierra de Guara, Prepirineo aragonés), aunque desconocemos con certeza la motivación de tal acción.
A lo largo de los últimos siglos el territorio ursino en Aragón se ha visto reducido a escasos valles pirenaicos extinguiéndose en la mayoría de ellos a lo largo del siglo XIX y definitivamente a principios del XX en todo el Prepirineo y el Pirineo oriental aragonés.

Consecuentemente, el oso se ha refugiado allá donde la orografía le ha protegido de la acción humana, en remotas montañas, pero la vil masacre en forma de caza excesiva, de envenenamiento o de furtivismo que el ser humano ha llevado a cabo ha colocado a este animal a una casi consumada extinción biológica puesto que ya no queda ninguna hembra autóctona.

Actualmente resisten alrededor de una veintena de osos en el Pirineo pero solamente uno de ellos es autóctono, Camille, pero muchos indicios apuntan a que ya habría fallecido el año pasado.
Seguramente, un buen ejemplo de recuperación de la especie en Aragón sería el modelo llevado a cabo en la cordillera cantábrica donde el oso en libertad ha supuesto un revulsivo económico y turístico, al mismo tiempo que una fuente de riqueza, de convivencia armónica y de atracción para la zona huyendo así de proyectos faraónicos. En este sentido, en los últimos quince años, la población de osos en ese territorio se ha duplicado, alcanzando los más de 200 ejemplares actuales. No obstante, para que tal empresa llegue a buen puerto indudablemente hay que eliminar los numerosos y seculares prejuicios y el desconocimiento a la par que las manipulaciones y medias verdades que han estigmatizado injustamente al plantígrado.

A continuación queremos dejar constancia brevemente de algunos aspectos –ya que estamos realizando un amplio trabajo sobre el mismo– que la impronta del ursido ha dejado en nuestra tierra. En efecto, a través de la historia el oso ha dejado una profunda huella en la cultura aragonesa y más concretamente en la altoaragonesa y pirenaica. Pero, en todo caso, a lo largo de toda la cordillera pirenaica, abarcando tierras vascas, navarras, occitanas, catalanas y aragonesas, el oso u onso en aragonés (catalán, ós; occitano, ors u os; vasco, hartza; francés, ours) arrastra una mitología ancestral en forma de creencias, cuentos, historias, leyendas, refranes o topónimos, que a menudo son compartidos con muchas otras partes del mundo.

De esta forma, el onso es uno de los principales protagonistas –al igual que en muchas otras localidades pirenaicas– del carnaval de Bielsa, el más famoso y popular del Alto Aragón. También está presente el oso en el menos conocido carnaval de Torla a través de una especie llamada Carnaval, un híbrido de oso y buco ‘macho cabrío’, que es sometido a juicio y finalmente condenado a muerte. Además, según Enrique Satué, en los pueblos de Serué (Alto Gállego) y Otal (Sobrarbe) se realizaba hasta la guerra civil el baile del oso en los carnavales locales.

También se hace referencia a la creencia de que la zarpa de oso (como también, entre otras, la de jabalí o de rapaz), colocada en la puerta de la casa, protege el hogar y aleja la desgracia, como es el caso de casa Blinguera de Chistén (valle de Chistau, Sobrarbe), donde se conserva una pata de oso en su puerta, pero también servía para dejar constancia de que había sido cazado un animal más.

Hay quien considera que personajes mitológicos como por ejemplo el sobrarbés Chuan Ralla podrían ser en realidad un oso o un ser surgido de éste. A nuestro juicio, es evidente que comparten rasgos físicos como su tamaño o su fuerza, pero más bien parece tratarse de un ser emparentado con un orangután y otros seres mitológicos extendidos por otras partes del mundo como el Yeti o el hombre de las nieves.

El oso, asimismo, está presente en el arte a través de pinturas rupestres ancestrales, en ábsides de ermitas como en Albella (Sobrarbe), donde se puede observar a San Úrbez, santo por antonomasia de la montaña, enfrentándose a una osa; y en la iglesia románica de Santa María de Uncastillo (Cinco Villas), en cuya portada se halla representada una imagen de la caza de un plantígrado o también en la catedral de San Pedro de Jaca.

Escudo de Ansó

Escudo de Ansó

Está tan arraigado que incluso lo encontramos presente en el escudo de las villas pirenaicas de Ansó y Echo, pero también en Osso de Cinca (Bajo Cinca), Osera de Ebro (Zaragoza) y en la bandera de la localidad turolense de Cuevas Labradas, aunque quizás en estos últimos casos se deba a interpretación de etimología popular.

Por otra parte, en lengua aragonesa tenemos la expresión fer l’onso que significa ‘hacer el animal, hacer el bruto’, y, además, para calificar a un hombre de gran tamaño y corpulento se utiliza el término onsaz. Existen también nombres de plantas que contienen el apelativo onso como las denominadas orella d’onso (Ramonda myconi) o pata d’onso. El campo léxico ursino en aragonés se completa con voces como onsera ‘osera, madriguera del oso’ u onset ‘osezno’.

La toponimia es seguramente uno de los grandes testimonios y también fiel reflejo de su presencia ya fosilizada en cientos de nombres de lugar tanto en Aragón como en toda Europa: Los Fabetos de l’Onso, Fuen d’o Paso l’Onso (valle de Broto), Espluga de l’Onso (valle de Chistau), El Forau del Onso (Navarri), Fuente l’Onso (Sercué), Paso l’Onso (Ansó, Panticosa, Sallent, Hoz, Broto y Pedruel), Portillo l’Onso (Yésero), Canal de l’Onso (Villanúa), A Fabeta l’Onso (Torla) o las diversas cuevas (Panticosa, Acumuer, Santa María de la Peña, Ansó y Echo –en este caso, cueva de l’onset–) y fuentes (Rodellar, Aso de Sobremonte y Betés) apellidadas de l’Onso. Y, claro está, el valle d’Onsella (Cinco Villas) y San Martín d’a Bal d’Onsera (San Julián de Banzo). Quizás podría estar también relacionado el nombre de la localidad zaragozana de Osera de Ebro, en cuyo escudo municipal, como ya hemos señalado, aparecen tres osos de color amarillo sobre fondo blanco. Como vemos la toponimia conserva nombre de lugar en localidades que, como San Julián de Banzo, las altas Cinco Villas o Santa María de la Peña, se hallan muy lejos de la presencia actual del oso.

Finalmente, a pesar de una aparente legislación proteccionista que a menudo ha quedado en papel mojado, si no se toman medidas urgentes, ambiciosas y valientes la extinción definitiva del oso pardo en el Pirineo, como ya sucedió con el bucardo hace apenas once años o con otras especies como el lobo, será una realidad consumada en poco tiempo.

Sin lugar a dudas, el oso ha formado parte de nuestra cultura desde tiempos remotos dejando un profundo recuerdo que se difumina con su posible inminente desaparición de nuestras montañas. La supervivencia del oso y la cultura que lo envuelve dependen únicamente de la acción del ser humano, único responsable de su exterminio, que debe estar encaminada a salvar este patrimonio biológico y cultural.

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