lunes, 9 de mayo de 2011

Artículo antitaurino de Joaquín Costa


Este año se conmemora el centenario de la muerte del altoaragonés Joaquín Costa. Nos unimos a su recuerdo rescatando este artículo suyo donde muestra su rechazo a las denominadas "corridas de toros" hace ya 117 años.

Desde aquí agradecemos al lector que nos lo ha facilitado. Gracias!






LA FIESTA NACIONAL

Solo España aparece en el concierto universal con la cabeza desmelenada, los brazos humeantes de sangre, la voz ronca y fatal gritando aún: ¡Sangre, sangre, más caballos a los toros

Entre la época civilizada de hoy, que condena las intrusiones, las conquistas, la ambición, la esclavitud, los sangrientos o mitológicos dioses de ayer, y la época de ayer, que vive conforme a el espíritu, que pasa llevando consigo la fiebre de su valor y dejando tan solo el detalle de sus [...]cios, hay un paso asombroso, un abismo de incalculable fondo. No sabríamos, no valdríamos para conquistar una Galia y un Egipto, un Cartago y una Macedonia, una Siria y una Italia; ni sabríamos tampoco imponer nuestra lengua a cien pueblos guerreros y enemigos; pero en cambio no nos faltan pulmones para apostrofar a los caballos ensangrentados, con más calor, con más entusiasmo, con más crueldad, no digo que los romanos, sino que los antropófagos mismos alrededor de sus prisioneros atravesados en el asador.

Pero no es esto lo peor. Lo raro, lo grande, lo que no se concibe, lo que sobrepuja la razón humana es lo que verdaderamente se sale de los límites ordinarios, es que esas fiestas estupendas, reflejo de un siglo depravado, sean presididas por la representación gubernativa o por los jefes del municipio, legalizando como quien dice, con su presencia, unos actos tan bárbaros en lugar de ponerles cortapisas; haciendo, para decirlo de una vez, moral a la inmoralidad, justicia a la ilegalidad, virtud al vicio, civismo a la crueldad brutal. Cuando nos cuentan que el jefe de la cuadrilla toreadora, antes de empuñar la espada para asesinar la fiera cansada de matar caballos, se presenta a un extremo del circo para brindar, como quien dice, sus suertes arriesgadas a la salud del que preside, se nos figura escuchar el grito vil e indigno de Ave, Cæsar imperator, morituri te salutant. Durmámonos sobre las gradas del agitado circo: infiltremos en las masas ese veneno sutil y mortífero de la crueldad y del egoísmo: olvidemos que "sin la compasión por los animales no hay educación completa ni corazón bueno": embrutezcamos el pueblo a despecho de la moral cristiana... ¡Ay!, ¿os acordáis de qué fue de los romanos, el pueblo más libre del Universo, cuando olvidando el ejemplo de Cincinato corrieron a Roma para entregarse a los espectáculos y a la molicie?... Si al grito de ¡pan y toros! se contesta con escuela cerrada y un circo construido, con una ganadería salvaje y una crisis alimenticia, ¿qué podemos esperar del hambre y de ciertas pasiones satisfechas, tan mala consejera aquella como instigadoras estas

El hombre es rey de los seres inferiores, mas no debe ser su tirano. El justo toma a su cuidado la vida de sus animales; pero el malvado no tiene entrañas para ellos. La crueldad hacia los irracionales hace el corazón insensible a los sufrimientos de los hombres.

Las corridas de toros son un mal inveterado que nos perjudica más de lo que muchos creen y de lo que a primera vista aparece, desde la perversión del sentimiento público hasta el descrédito del extranjero, hay una serie tétrica de gradaciones que nos envilecen. Claro está que no así como así desaparecen costumbres tan añejas: pero si el Gobierno tomara una decisión seria; si la beneficencia buscara otros veneros de caridad o de especulación que las plazas de toros; si las diputaciones inauguraran un buen sistema de exposiciones agrícolas y pecuarias para sustituirlas por aquellas exposiciones de la barbarie más refinada; si la prensa en todas sus fases y bajo todas las formas imaginables, desde el cuento hasta el discurso filosófico, clamara contra ese monstruo de impurezas espirituales; si el clero hiciera ver en el púlpito, con la lógica de la razón y el Evangelio en la mano, los perjuicios enormes a que dan lugar en el orden moral; pronto, bien pronto los circos españoles pasarían al dominio del arqueólogo, y los toros con sus accesorios vendrían a formar parte de las antigüedades españolas

La Concordia, Huesca, 24 de junio de 1894; Joaquín Costa

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