RUTH TOLEDANO 01/04/2011
Estos dos cachorros fueron encontrados por una vecina de Badajoz que oyó lamentos en un contenedor. Dos años después, el Seprona, con la colaboración de ADANA (Asociación de Defensa de los Animales Abandonados) y de otras personas que han ayudado a su localización, ha detenido al presunto autor de los hechos: la salvajada, la barbarie, la inmunda crueldad. Un tipejo, un ser despreciable, un indeseable que guardaba en su domicilio grabaciones, correos y fotos de maltrato a animales. Las que he recibido las ha distribuido Justicia Animal, que se persona como acusación popular. Porque nuestra sociedad ya no tolera la indiferencia ante estos actos que ensucian el mundo, la vida, y ha decidido actuar. En primer lugar, haciéndose oír para exigir justicia, pues somos la voz de quienes no la tienen: esos cachorros y todos los animales maltratados en este país, esos cuerpos torturados (perros, gatos, toros, becerros) que se amontonan como un muro de vergüenza que nos separa de un futuro de ética y dignidad. Porque estas fotos llegan hoy, pero hace pocas semanas otro caso sobrecogió incluso a quienes estamos acostumbrados, entre comillas, a esta clase de desgracia, por nuestra implicación en la defensa de los derechos de los animales: el torturador de otros dos cachorros colgó en Internet un vídeo del martirio al que sometió durante horas a los perritos, y lo acompañó de un texto en el que explicaba, con escalofriantes detalles, el dolor, el terror y la muerte que les había causado. Uno de ellos ya estaba muerto. El otro, a quien el propio maltratador llamaba Schnauzi, nos miraba desde la pantalla con tal pánico en sus ojos, con tan desesperada inocencia, con una soledad tan injusta que indignó y avergonzó a miles de corazones, originando una movilización en la Red a la que se unieron personas y asociaciones de todo el mundo.
En España salió gente a la calle, de forma simultánea, en 55 ciudades: 100.000 personas en total. Solo en la plaza de Colón, alrededor de 3.000. Porque, por su horrible crudeza, el caso de Schnauzi, que solo conoció en su corta vida el sadismo de su maltratador ha sido la gota que ha colmado un vaso demasiado lleno y se ha convertido en indeseado símbolo de nuestra repulsa. Pues gran parte de estos casos se producen porque los maltratadores se amparan en la impunidad, se sienten seguros en la indiferencia que sus actos provocan entre políticos y legisladores: el maltrato y asesinato de un animal tan solo tiene una pena de tres meses a un año de cárcel, que, sin antecedentes, solo será una multa. Leyes culpables.
El torturador y asesino de Schnauzi sigue libre, quizás planeando otra atrocidad, quizás ya cometiéndola en un indefenso perrito, en otro animal o en alguien de nuestra propia especie. Está comprobado: la doctora y criminóloga Núria Querol ha demostrado que un 42% de asesinos y violadores comenzaron su experiencia criminal mostrando crueldad hacia los animales, falta de empatía, falta de compasión.
¿Por qué, entonces, la indiferencia de nuestros políticos? Por insensibilidad. Y porque endurecer las penas por maltrato a los animales conlleva además asumir, por ejemplo, que convertir un becerro, es decir, un cachorro de vacuno, en un amasijo aterrado y sanguinolento en la plaza de un pueblo y a la vista de niños es algo intolerable que hay que prohibir. Y temen perder votos. Pero, ¿quieren esa clase de votos, esa clase de sociedad? ¿Quieren, pues, nuestra desgracia?
http://www.elpais.com/articulo/madrid/votos/desgracia/elpepiespmad/20110401elpmad_10/Tes
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