miércoles, 5 de enero de 2011

Los dos colores de la tauromaquia

Barcelona - 20/12/2010

Escrito por la Dr. Larina Morozova

Testimonio de la Dra. Larina Morozova, una ciudadana rusa, residente en España, quien ha querido aportar su testigo respecto las corridas de toros.


LOS DOS COLORES DE TAUROMAQUIA
Dra. Larina Morozova

Hace un día precioso. Brilla el Sol, suena la música.
El torero, con su hermoso traje de luces, sale al ruedo. Desde la gradería, miles de ojos lo observan con adoración y respeto. Aparece el toro, furibundo, sediento de batalla, y el espectáculo comienza. El espectáculo de la lucha a solas con el torero, valiente, digno, elegante, contra la terrible bestia. Por fin, el toro cae rendido a los pies del valiente ganador y retumba un trueno de aplausos. ¡Qué gran triunfo!
¡La Fiesta Nacional! ¡Que bella, antigua tradición!

¿Es verdad todo esto? Definitivamente, para algunas personas esto sí es así y algunas de ellas incluso son miembros del Congreso de los Diputados y Gobiernos de las comunidades autónomas, los cuales han tienen el voto para decidir el destino de las corridas en España. Estoy muy orgullosa de vivir en Cataluña - en una de las primeras comunidades, donde dejarán de existir las corridas de toros -. Estoy segura que más tarde o más temprano, va a llegar el día en el cual las corridas serán prohibidas en todo el país, porque, al fin y al cabo, la humanidad y el sentido común tienen que ganar.

Es verdad, las corridas son una tradición antigua. Pero otras muchas tradiciones no menos milenarias desaparecieron: las luchas de gladiadores o una fiesta tradicional del Medioevo en Inglaterra, donde los asistentes disfrutaban apedreando a un toro hasta su muerte, estas aboliciones, son buenos ejemplos.
Todos ellos ya dejaron de existir hace muchos años, ya que la sociedad y su cultura evolucionan: ya no se acepta disfrutar de la tortura y la muerte dolorosa de otros seres vivos.

Sin embargo, en España esta evolución parece que se ha frenado. Es una vergüenza para nosotros admitir que, mientras que otros países europeos como Inglaterra e Italia han alcanzado el suficiente nivel de inteligencia y sentido común para dejar de lado los espectáculos sangrientos, en España sigan saliendo a la luz los instintos humanos más bajos, pero además, que se sigan promocionando como fiestas, como la que tuvo lugar este verano en Madrid, donde una docena de jóvenes borrachos torturaron hasta la muerte a unos pobres animales.

Junto con España, mi querida Cataluña ve manchada su dignidad con esta tradición. Es cierto que hay actos parecidos en Pakistán, Afganistán y en algunos países africanos... Pero es difícil y doloroso imaginar que Cataluña esté dentro de esta lista! Por ello, es esperanzador que, por fin, las corridas estarán prohibidas! Puede ser que la Presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid proclame las fiestas taurinas como patrimonio nacional o cultural, pero no son el de Cataluña ¡esta tradición cruel nunca será aceptada por los catalanes!

Aun más mentidas, ya que todo en esta fiesta es artificial. No es ninguna lucha digna con un animal feroz. El toro es un animal herbívoro, por naturaleza es muy miedoso, pero es obligado a luchar espantado por los gritos de las tribunas, humillado y herido. ¿Y, realmente a solas? Si en el caso que el torero esté en peligro, una decena de personas salta al ruedo para salvar al “valiente” torero.
¿Y tan valiente? A mí me parece que en estas condiciones esta valentía no vale nada. ¿Es digna esta victoria? Es más bien una muestra en público de sus instintos salvajes, indignos de un ser humano.

¿De dónde nace el interés por las corridas, el deseo de convertirse en torero? La verdad es que pocas veces es el sueño de la infancia de un niño, sino el resultado de un proceso de adoctrinamiento, de ser expuesto a una mentira: aplausos, alabanzas, traje de luces... ¿todo eso forma en la mente del niño? ¿La supuesta idea de la Gloria Suprema? Claro que no todos tienen la suficiente inteligencia y valor para distinguir la verdad de la mentira y de ello nace el convencimiento de que el acto de matanza es el orgullo nacional que procede de la antigüedad, sólo hace falta cerrar los ojos y repetirlo.

Me acuerdo como un torero contaba que en su infancia tener esta profesión nunca fue su objetivo, pero su entorno le insistía en ello, le enseñaban, insistían que es algo bonito y con el tiempo lo aceptó. Sin embargo, este hecho no cambió la realidad: una persona verdaderamente valiente y humana nunca va a convertir el maltrato y la matanza en su vida. No importa como lo haga, en público o a solas. Si es a solas, es una enfermedad mental. Si es en público, es el error de confundir la vergüenza con el orgullo.

Teniendo en cuenta todo lo expuesto, deberíamos empezar el artículo de otra manera:
Es un día precioso. Brilla el Sol, suena la música. El torero, con su traje de luces recién lavado después de haberse manchado de sangre de animales torturados por el mismo, sale a la arena. Desde las tribunas lo observan miles de personas, algunos con sed de sangre, otros con simple curiosidad novata, sin saber exactamente que crueldad presenciarán. El toro, empujado por los empleados, aparece un tanto asustado por los salvajes gritos que vienen de las tribunas. Piensa como escapar de allí, mientras que las primeras lanzas le hieren en el lomo, aparece las primeras fuentecillas de sangre tibia. El dolor y la humillación, junto con los terribles gritos de la gente, nublan la vista del animal.

El espectáculo sigue, un ser vivo torturado hasta la muerte por los humanos. Retumban gritos de alegría, pero hay ojos que lloran desde las gradas con terror y asco.
Muchos asistentes estrenados salen con lágrimas en los ojos, sin entender donde está el disfrute.
¡Qué vergüenza, qué horror!

La fiesta nacional existe gracias al dinero de los impuestos que pagamos todos nosotros. Una antigua tradición salvaje, que tiene los días contados y que si no fuera por el dinero público ya habría desaparecido.

http://www.liberaong.org/nota_actualidad.php?id=2129

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