martes, 10 de agosto de 2010

La cara amarilla del capote, artículo de José María Fuixench

José María Fuixench Naval 10/08/2010


El debate sigue en la arena. Las dos caras de un mismo capote; una teñida de gloria; la otra manchada de sangre.

Pero para permitirse opinar sobre un hecho controvertido deben conocerse esas dos caras. En la cara amarilla del capote, la del matador, se ubican la tradición, la identidad nacional, el festejo, el morbo, la pasión, el negocio… La cara roja, la del toro, queda oculta bajo el ruido de aplausos irracionales.

En ese lado, arpones de cuatro y seis centímetros atizan su bravura en silenciosa palanca bajo la piel. Puyas encordadas de diez centímetros provocan su sangrado y debilitamiento. Rejones de castigo se hienden veinticuatro centímetros asegurando que el dolor avive los últimos embistes. Aserrados rejones de muerte de setenta y cinco centímetros perforan la carne viva. Espadas de ochenta centímetros atraviesan los órganos internos; y un ejecutor de anacrónico atuendo deleita al respetable arriesgando su existencia. Ésa es la fiesta y el respeto que muestran por la vida.

Tal vez no se justifiquen los insultos de "asesinos" a los aficionados pese a la libertad de expresión; pero menos se justifica la libertad de agresión en un espectáculo de muerte en vivo de un ser tan bello como inocente. Aunque para ustedes, los taurinos, la belleza sólo lo es cuando está brotando la sangre.

Ustedes, como sus "maestros", se defienden dando capotazos al razonamiento, y será difícil mantener un diálogo adulto mientras sólo vean la cuestión desde ese lado del capote. Ustedes piden respeto, pero a la hora de esgrimir sus argumentos ponen la equidad en la empuñadura del estoque. Se necesita valor torero para mantener que no sufren, cuando mueren agonizando, ahogados en su propia sangre.

No todas las tradiciones son respetables. Quienes aplauden el maltrato se califican a sí mismos como personas, y ustedes están en ese penoso lote.

Las autoridades de nuestro Ayuntamiento tienen en su mano, por encima de las críticas, el permanecer escondidas tras el burladero de la coherencia y la valentía, y permitir que esta ciudad siga formando parte de una España impropia de su tiempo, o sea, una ciudad que aspira a la modernidad con valores humanos, con derechos y sensibilidad social donde no tienen cabida las atrocidades.

San Lorenzo ha llegado. Ahora ya pueden salir en manada a vitorear, con su mísera calidad humana, a sus héroes de luces, a su patrón y a su fiesta.

Arte, ética, estética… el sentido común no les permite usar estas palabras en un tendido, salvo que estén enfermos.


http://www.diariodelaltoaragon.com/NoticiasDetalle.aspx?Id=643687

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