sábado, 19 de julio de 2008

Antitaurinos en Zaragoza


Navegando por la red uno se encuentra en ocasiones lecturas realmente curiosas. El otro día sin comerlo ni beberlo me tope con el artículo que a continuación reproduzco. Narra desde la visión de una taurina, de la mismísima Salamanca, los hechos que le acontecieron durante una conferencia que dio en la capital el pasado mes de Mayo. Resulta cuanto menos curioso leer como llega a calificar de hombres sensibles a los mismos que ven en la cruel tortura de un animal arte y diversión y como habla de l@s antitaurin@s... Pa mear y no echar gota. Reproducimos este artículo, claramente taurino y favorable a la crueldad como diversión simplemente por el disfrute de ver como esta gente nos ve a l@s antitaurin@s y que coño, por la alegría de conocer que durante la conferencia dada por la redactora del artículo y Manolete en la capital del país los defensores de los animales hicieron acto de presencia. Aunque si destacable es lo anterior más lo es cuando habla de las autoridades aragonesas y de como se implican económicamente en... bueno me callo, me callo... os dejo con el artículo. Que lo disfrutéis.


La Geceta de Salamanca
Carmen Esteban
14 de Mayo de 2.008


ANTITAURINOS EN ZARAGOZA


La semana pasada fui contratada por la Diputación de Zaragoza para dar dos conferencias, una en la capital y otra en Egea de los Caballeros, con Manolete como protagonista de ambas. ¡Cuánto me he acordado de Salamanca en este viaje! Pues parece mentira que una ciudad que no hace ni un cuarto de siglo era una más de las de interior con su correspondiente toque provinciano, sea hoy una urbe cosmopolita que no le tiene envidia a las más vanguardistas de Europa. Taurinamente resulta un paraíso con las autoridades implicadas a fondo con la Fiesta, invirtiendo en ella millones de euros (cuatro le han echado encima a la plaza de la Misericordia) y con un programa de exposiciones y eventos culturales relacionado con el toreo, que a mí concretamente el comprobarlo me ha dejado turulata.

Así, el pasado jueves, 8 de mayo, presentada por Javier Lambán, presidente de la entidad, tuve el honor de comparecer para hablar de mi ídolo cordobés y su relación con Lupe Sino en el salón del Trono del palacio de Sástago ante una audiencia compuesta por los personajes más representativos de los reinos de Aragón. Doy todos estos detalles vividos entre las altas esferas mañas, no por presumir, que paso, sino para que ustedes vayan haciéndose una idea de unos hechos muy graves que una tenía reservados contar para que los lectores charros, mis lectores, se enteraran los primeros y en exclusiva.

El salón, lleno, el espacio una maravilla, una bombonera con unas balconadas a la calle de forja fabulosa, artesonados, frescos en todas la paredes y techo, pandeoro, terciopelos, alfombras, arañas, solemnidad y culto para el toreo. Cuando el señor presidente le estaba dedicando unas bellísimas palabras de presentación a servidora que me hacía parecer toda una estrella de la comunicación, observé, al fondo, las dos últimas filas ocupadas por una serie de muchachos que me llamaron la atención. Mucha policromía en los pelos de ellas y rastas en los de ellos, un grupo de oyentes muy jóvenes que no pegaban nada con el resto ni con el entorno, pero que tampoco me llegaron a inquietar.

Antes de que Javier Lambán concluyera el discurso dedicado a mi persona, de las filas que ocupaba el grupo salió un aplauso improcedente, borde, sin motivo ni compás, y a partir de ahí la situación degeneró. La conferencia mía fue fallida obviamente y aún no me he repuesto del show del que formamos parte todos. Conferencia pronunciada entre constantes interrupciones e insultos, mientras escuchaba como una docena de niñatos me llamaban asesina en mi jeta. Voceándome toda clase de descalificaciones como persona y como mujer y tocándome los 'costaos' de tal manera, que todavía no me explico como pude reprimir una arrancada. Tan crueles fueron conmigo, que me concedían tiempos muertos guardando un respetuoso silencio, yo me embalaba, para cuando le quería coger el hilo al trabajo perderlo de nuevo, sin capacidad siquiera en algunos casos para volverlo a recuperar. Cual no sería mi desconcierto que fui incapaz de acertar con el nombre de la calle en la que nació Manuel, llegué a trabarme en palabras verdaderamente simples: como avión, y a la hora de recordar a Chicuelo el Grande me quedé en blanco y fue un aficionado de la primera fila el que me lo tuvo que apuntar.

El comportamiento nuestro, el de las autoridades, la audiencia y el mío propio, fue ejemplar por templado, y allí más de uno se tuvo que contener de una forma verdaderamente caballeresca. Hicimos que todo el numerito pareciera normal, pues creo que dentro de la víscera a todos nosotros algo nos advirtió que no entráramos al trapo. Estoy segura de que algún gen común nos avisó SOS de que fuera, en la aledaña galería superior del palacio, había colgada una exposición antológica con obra de toros y alguna pieza de valor incalculable, y una escaramuza allí, a tiro los cuadros de spray fosforito, hubiera resultado un error imperdonable para los hombres sensibles y un marrón morrocotudo a punto de que se lo hubiera comido cualquiera.

Vimos Javier Lambán y yo desde la mesa a hombres puestos en pies y con el puño derecho cerrado pegarse golpe en la palma de la mano izquierda. Vimos vigilantes de seguridad cruzándose miradas, guardaespaldas y chóferes tomando posiciones, mujeres asustadas, y cuando sin apenas notarse fueron estas prendas savonarolas y jueces de la moral ajena delicadamente desalojadas, una anciana que estaba entre el público y que había visto torear a Manolete, se puso a llorar.

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