En España no existe un protocolo eficaz para el rescate de los
animales que se ven involucrados en un accidente de circulación y se
quedan solos en el lugar del siniestro o atrapados en sus transportines.
Las
compañías de seguros no consideran a los animales como “ocupantes” del
vehículo, aunque hay pólizas que cubren los gastos de veterinario y una
indemnización por accidente o por defunción.
Carla y Vita tienen terror a viajar. Cuando entran
en un coche, arañan, vomitan y defecan en sus transportines. Carla y
Vita son las dos gatas que Arantxa López acogió hace ahora un año y
medio en su casa cuando apenas contaban con tres semanas de vida. “Las
vi en una foto en Facebook, en la perrera madrileña de Leganés. Estaban
muy enfermitas”. Arantxa se enterneció, no lo dudó y se fue a buscarlas
para tenerlas en acogida.
Debido al delicado estado
en el que se encontraban, Arantxa tenía que llevarlas al veterinario
casi a diario. Carla y Vita iban siempre en el asiento del copiloto, en
su transportín bien sujeto al cinturón de seguridad. En uno de esos
desplazamientos, justo cuando las gatitas empezaban a recuperarse,
Arantxa sufrió un accidente de circulación.
“Me pasé
una salida y entré por otra zona que no conocía. Al llegar a una especie
de rotonda miré para salir y de un segundo a otro me embistió un
vehículo que venía a bastante velocidad. El transportín de los animales saltó, me golpeó en la cara y salió despedido hacia atrás.
Vi a cámara lenta cómo el coche que me embistió entraba y salía del
mío, y cómo saltaban los airbags. Empezaron a pitarme los oídos, estaba
desorientada, con mucho miedo, mucho dolor, y no podía respirar”, relata
Arantxa, recordando aquel fatídico día.
“La ocupante
del otro vehículo salió de su coche por su propio pie. Por el
retrovisor vi que llevaba una silla de niños y le pregunté que si iba
sola. Me dijo que sí y me sentí aliviada”, sigue contando Arantxa, a la
que le horrorizaba pensar que en el accidente se hubiera visto
involucrado algún niño o más adultos, además de ella y la conductora del
otro vehículo.
Pese a encontrarse “aturdida y desorientada, con mucho miedo, mucho dolor y sin poder respirar bien”, su obsesión era saber qué había sido de sus gatas.
“Están bien”, intentaba tranquilizarla la gente que había acudido en su
ayuda. “Pero yo no las veía y eso me creaba mucha ansiedad”, afirma.
Al llegar la policía y la ambulancia, los sanitarios tuvieron que
sacarla del coche con un collarín, en camilla. Pese a su estado, le dio
tiempo de ver el transportín de las gatas reventado. Arantxa pidió
angustiada que alguien las llevara al veterinario, informando de que el
local se encontraba muy cerca, “tan solo a 500 metros”. “Pero nadie me
hacía caso”, recuerda con tristeza.
“Empecé a llorar y
dije que de ahí no me iba sin las gatas, por lo que me dejaron hacer
una llamada”. Al final, consiguió que fuera su amiga Eva a por ellas.
Solo entonces se quedó tranquila. Pero mucho más cuando supo que Vita y
Carla, salvo el shock por el susto, por suerte estaban bien. En aquel
momento Arantxa lo tuvo claro. “Decidí que no se iban a separar jamás de
mi lado”.
Después de superar esa dura experiencia,
Arantxa se pregunta qué habría pasado si ella hubiera quedado
inconsciente tras el choque. “¿Qué habría sido de
mis gatas? ¿Quién se habría hecho cargo de ellas? ¿Habrían terminado en
el depósito, en su transportín roto, solas dentro de mi coche?”.
El caso de Carmen y su perro Ron
Sus preguntas quedan en el aíre. Pero son las mismas que siguen dando
vueltas en la cabeza de Carmen Aguelo, protagonista de una vivencia
parecida cuando viajaba en su coche con su perro, Ron, un bulldog inglés
de 9 años. “Mi accidente ocurrió en pleno agosto, en el km. 100 de la
autovía de Andalucía en dirección a Madrid. Mi coche quedó inmovilizado
al chocar con el quitamiedos que divide la carretera”.
Por fortuna, y aunque el accidente fue muy aparatoso, Carmen no sufrió
lesiones graves. Tampoco su perro. “Llegó la Guardia Civil, que llamó a
una ambulancia para atenderme porque yo, además de algunas heridas
leves, tenía un fuerte dolor de espalda y nuca”. Mientras esperaba a la
ambulancia, Carmen permaneció sentada en el suelo, junto a la carretera,
en un campo a pleno sol, abrazada a Ron.
“El
problema vino al tener que marcharme en la ambulancia para que me
hicieran una revisión en un hospital de Toledo. Los sanitarios me
dijeron que no podía llevarme al perro porque no estaban autorizados
para hacerlo”. Según le explicaron, “ no existe ningún protocolo ni norma que indique o regule qué se hace con un animal en caso de accidente”.
“Si yo hubiera sido ciega y hubiera llevado un perro lazarillo, sí le
habrían dejado acompañarme. A nivel sanitario ambos son perros, ¿no?”,
reflexiona la mujer.
En mitad de la discusión, porque
Carmen se negaba a entrar en la ambulancia sin Ron, llegó la grúa. “El
conductor se ofreció voluntariamente a llevárselo con el coche y a
dejarlo en la nave del depósito, donde pudiera estar a la sombra y con
agua hasta que yo lo recogiera”, relata Carmen, que siente
agradecimiento por el gesto de “generosidad” de aquel hombre. Por
suerte, Carmen puedo recoger esa misma noche a Ron.
Pero, al igual que Arantxa, ella también se hace una serie de preguntas que la atormentan. “
¿Qué hubiera sucedido con mi perro, por el que pago impuestos, si yo no
hubiera estado consciente? ¿Le habrían dejado allí, tirado en el campo?”.
“Cuando nos hacemos cargo de un animal se nos exigen muchos deberes,
pero las administraciones no parece que adquieran ningún deber”, lamenta
la dueña de Ron, mientras cuenta que tras su accidente la Guardia Civil
le había asegurado que “alguien” se haría cargo del animal. Pero,
¿quién?; ¿y sí ese “alguien” no llega o lo hace tarde?
“A los que no comparten el amor por los animales les resulta muy
difícil entender el fuerte vínculo que se llega a crear con ellos. Los
animales no son sólo como un ‘amigo’, forman parte de la familia.”,
asegura Alba Villegas, psicóloga clínica. En caso de accidente, “se
sufre por ellos porque la indefensión del animal es absoluta. No saber
qué ha sido de él en una situación tan dramática supone un shock añadido
para el dueño”, añade Alba.
Sin normativa ni leyes específicas
En nuestro país no hay una normativa específica que ampare a los animales que nos acompañan en casos de accidente de circulación.
“En la Ley de Seguridad Vial se contempla la obligación al adecuado
transporte y colocación de los animales en los viajes, pero nada que los
proteja como ocupantes en un coche siniestrado”, explica Arancha Sanz,
abogada de la Federación de Asociaciones Protectoras y de Defensa Animal de Madrid (FAPAM).
“En seis de cada diez hogares españoles convive al menos un animal,
sobre todo perros (5,5 millones) y gatos (4 millones). Estos animales,
entre otras cosas, comparten coche con sus familiares humanos en viajes y
desplazamientos, y también los acompañan a pie por las calles de su
ciudad, lo que supone que los animales tienen una relación con la
seguridad vial. Sin embargo, existe un vacío legal en caso de accidente,
vacío que por supuesto perjudica gravemente a los animales y a sus
propietarios por la situación de desamparo que los primeros sufren”,
añade la abogada de FAPAM.
Aunque no hay datos
concretos cuantificados, el porcentaje de accidentes registrados en los
que un animal viajaba en el interior del vehículo siniestrado parece ser
mínimo, tan solo del 4% o 5%, según reclamador.es.
Tampoco es fácil encontrar una compañía de Seguros que incluya en las
pólizas que se suscriben la recogida de animales en caso de accidente.
Por lo general, únicamente cubren los gastos de veterinario por las
lesiones que haya sufrido el animal, por daños generados que cause éste a
terceros, o en caso de fallecimiento.
La propia
Carmen Aguelo lo ratifica. En su caso, su aseguradora, Mutua Madrileña,
“no contempla en ningún momento nada relacionado con mascotas. No son
ocupantes del vehículo. Tengo además un seguro en mi domicilio con la
compañía Caser, que sí tiene responsabilidad civil con los daños a
terceros que pueda causar mi perro”.
Los abogados de reclamador.es
explican que en el caso de que el propietario del animal no sea el
culpable del accidente, podría reclamar al seguro del vehículo contrario
que considere al animal como un tercero herido, abonando los gastos de
veterinario que se derivaran de heridas sufridas por éste. “Por el
contrario, si el propietario de la mascota es el culpable del siniestro,
habrá de contactar con su compañía aseguradora, que le indicará si la
misma está o no cubierta por la póliza”.
¿A quién llamar para que auxilie al animal en caso de accidente?
Al margen de todas estas las consideraciones legales sobre aspectos
materiales o indemnizatorios, realmente lo que más preocupa a los
familiares de los animales es quién se hace cargo de ellos en caso de
accidente.
Lo primero que se recomienda es llamar a la Guardia Civil, al Seprona,
marcando el 062 de emergencias, y exigir que el animal sea recogido si
los dueños tienen que ser trasladados a un hospital. También se puede avisar a alguna asociación de protección animal de la zona para que se haga cargo de él, evitando que se pierda o sea atropellado. Para ello es necesario actuar con rapidez.
En algunas comunidades autónomas existe un servicio veterinario de
urgencias para recoger animales heridos, pero el gran problema es que
este servicio no existe en todo el territorio español.
En Madrid, concretamente, está el Sevemur. Se trata de un servicio de
emergencia que presta el Ayuntamiento para la acogida y auxilio de
animales heridos o enfermos que se encuentren sueltos en la vía pública
del término municipal madrileño. Sevemur trabaja sin horarios y atiende
situaciones en que pudiera ser necesario. Para ello es preciso llamar
previamente a la Policía Municipal, al 092, quien se encargará de
ponerse en contacto este servicio “que atenderá la petición lo antes
posible”, según explica un portavoz de este organismo.
“Tras una primera exploración clínica del animal, así como valoración
del estado del mismo, se comprueba si tiene microchip. Si está
identificado, desde el mismo lugar de recogida se intentará localizar a
su propietario y se practicaran las primeras curas. En caso de que el
animal presente un pronóstico reservado o grave se practicarán
tratamientos de urgencia y, si el propietario no se encuentra
localizable o el animal no está identificado, se procederá a su traslado
al Centro de Protección Animal”, aclara el mismo portavoz.
Aunque también hay historias que acaban bien gracias a la colaboración
de los agentes. Como la de una chica que tuvo un accidente cuando
viajaba en su coche con sus cinco perros. Ella resultó muy malherida y
fue trasladada inconsciente al hospital. Uno de los perros murió en el
accidente. Los demás se extraviaron por el campo.
Cuando su marido fue localizado y tuvo conocimiento de lo ocurrido,
suplicó a la Guardia Civil de la zona que buscaran a los animales. Y así
fue. Tras una batida por las inmediaciones, al final consiguieron
encontrarlos, muy desorientados y en grave riesgo de morir atropellados.
Denunciar para obligar a cubrir ese vacío legal
Casos como éste y los anteriormente narrados hacen que cada vez vaya
siendo más urgente que ese vacío legal se cubra y que los animales no
sean abandonados a su suerte tras un accidente. Una de las necesidades sería modificar el Reglamento General de Circulación.
“Si los humanos resultan heridos y las autoridades no se encargan de
atender y recoger a su animal, se debe denunciar a la administración
competente en materia de recogida de animales (ayuntamiento o comunidad
autónoma) por no tener habilitado un servicio que actúe en estos casos”,
recomienda Arancha Sanz. Sin embargo, la abogada reconoce que “no es
habitual que se interpongan denuncias en estos casos”. “Aunque debería
hacerse”, insiste.
Carmen Aguelo, dueña de Ron, ya ha
dado un paso. Ha escrito al Consejo de Veterinarios contando su caso,
con la esperanza de que su queja llegue a las administraciones y éstas
reaccionen. En definitiva, que hagan algo para solucionar la falta de
atención de los animales que se ven involucrados en los accidentes.
Ellos no tienen voz para pedir ayuda.
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