jueves, 23 de octubre de 2014

La suciedad del cerdo

Escrito por  Xavier Bayle

¿Por qué los cerdos son sucios? ¿Quién decidió que lo fueran?. La crisis ecológica se nutre de miles de millones de inocentes.
LA SUCIEDAD DEL CERDO

Karczówka (Polonia), 17 de julio de 2014, siete personas mueren asfixiadas en el depósito de excrementos de una factoria de engorde de cerdos (granja). La primera cae por accidente y muere en poco segundos, debido al metano y otros tóxicos exhalados por dichos depósitos. Otra persona de su familia intenta socorrer a la primera y cae también aturdida, luego otra con la misma intención,... hasta siete. Sólo puede salvarse la madre, después de unos días con riesgo de quedarse en coma. Sí, ese es el precio real de los embutidos, cuando las verdugas se convierten en víctimas.
El cerdo es un animal considerado sucio en muchas culturas, pero casi todas las culturas lo comen con disfrute (¿paradoja?, ¿hipocresia?), las extremidades desecadas de millones de personas no humanas cuelgan de ganchos de metal en bares y comercios, lo llaman jamón por disfrazarle su verdadero nombre: mutilación, amputación, despojo. Los excrementos porcinos se han convertido en un problema ecológico mundial de millones de toneladas, que acidifica la tierra, envenena el aire e intoxica las aguas freáticas. Miles de millones de cerdos, casi insuficientes para satisfacer la gula humana.
El cerdo además enriquece nuestros idiomas. Cerda, guarra, puerca, marrana,... son apelativos designados para defenestrar a quienes odiamos o despreciamos. Las capitalistas son cerdas, las machistas son cerdas, las faltas de higiene son cerdas, las gordas comen como cerdas..., hemos decidido que el cerdo sea así de asqueroso, para poder exterminarlo sin culpa, pareciendo acaso que el jamón es una especie de justicia social. Mata al cerdo y haz justicia, reza la doctrina.
         El cerdo es considerado un animal bajo porque le obligamos a dormir en su propio excremento, pero ¿qué sucedería si encerraramos durante cierto tiempo a quince humanas orfanadas y desconocidas en un espacio completamente vacío de veinte metros cuadrados, desnudas y sin nada que hacer?. Exacto: se despedazarían entre sí, se revolcarían y devorarían su propia mierda, se violarían de mil modos, se golpearían, enloquecerían y se degradarían hasta que probablemente una de ellas, la más fuerte, quizas muriera por infección de las heridas resultantes de las peleas, o simplemente se suicidaría de la pura soledad. Basta con conocer la naturaleza humana para aseverar dicho comportamiento, natural por otra parte, dado que somos seres sensibles, necesitadas de estímulos, espacio, respeto, aceptación, independencia y salud física y mental para comportarnos medianamente bien, hasta tal punto que no somos nosotras sin esas condiciones. Conscientes de nuestra miseria sin embargo no vacilamos en cometer dicha tortura contra otros animales idénticos a nosotras en sociabilidad, sensibilidad, neurobiología y en la casi totalidad de lo importante: los cerdos.
Animales con inteligencia comparable a la de una humana de tres años de  edad o un perro, desde el punto de vista etológico el estudio de cualquier especie de no humanas encarceladas no ofrece los mismos resultados que el estudio en libertad, porque cada científica sabe -aunque finja-, que el confinamiento produce estres, ansiedad y destrucción psicológica con patologías varias. La cría de cerdos y su sentencia a muerte es innecesaria, perversa, cruel, monstruosa, criminal y una sociedad que se denominara justa, debería rechazarlas terminantemente.
         Pero no vivimos en una sociedad justa, por eso la gente inmune al dolor ajeno compra productos derivados de la barbarie, desde las bananas de sangrientas corporaciones o el café que mata de hambre a quien lo cultiva, hasta los trozos de personas, sus excreciones y menstruaciones. La gente en esta sociedad injusta vota a la fascista que más dulcemente le tortura, y alimenta economías cuyo valor en el mercado sobrepasa al de las individuas que la generan, construye templos en honor a sus miedos y elude sus responsabilidades civiles, sus obligatoriedades éticas y las reglas que conllevan ciertos derechos, para escabullirse -tan picaresca o vomitivamente como su falta de escrúpulos le permita-, de la parte que individual y colectivamente nos corresponde cumplir para construir sociedades justas. Por eso nos imponen las leyes, herramientas fascistas contra el fascimo que nos caracteriza.
         Sociedades sin víctimas es un ideal al cual hay que dirigirse, independientemente de la voz general que grita que no se puede. El mundo cambia en una misma, pero ese cambio invariablemente afecta y beneficia a las demás, vivimos de pactos no verbales, de reglas que debieran estar basadas en el sentido común, no en la inteligencia o la coyuntura económica. Estamos sujetas a la capacidad que tengamos o adquiramos de relacionarnos entre nosotras con actuaciones no competitivas, no invasivas y respetuosas. Sin embargo existimos enamoradas del guetto voluntario de la ignorancia moral, desoyendo los gritos y aullidos de las demás, creyéndonos buenas personas, inteligentes y libres.
         El ser humano está enfermo de humanidad y sus patologías son el racismo, el clasismo, el especismo, el sexismo, la homofobia, el ageismo o cualquiera de las sintomatológicas de su estado febril, ¡basta de echarle siempre la culpa a “las otras”!. La diferencia sustancial entre el cerdo encarcelado y la disidente política encarcelada, es que el cerdo no es alimentado con disidentes politicas, y si al reves.
         Liberación animal o barbarie. La locura amedrenta la sociedad mientras las cuerdas son perseguidas por alteración del orden público (del fascismo público).Nos llaman idealistas, pero idealismo es pretender que un sistema depredador sea sostenible, idealista es pretender que una mecánica destrucción de los ecosistemas sea neutro para nuestra existencia, idealista es proclamar que el crecimiento económico y aún el mantemiento de las estructuras de destrucción de recursos a esta escala -siquiera a la de hace 50 años- sea cientifícamente aceptable para la longevidad del planeta, idealista es afirmar que siendo animales inferiores desde el punto de vista genético hayamos creído realmente que somos la mejor obra de la vida, idealista es aceptar la deificación de las incongruencias como mal aceptable de la naturaleza humana o la institucionalización de la incoherencia y en definitiva la creación de un sistema jerárquico donde alguien muera para satisfacer el capricho de alguien. Hablo de humanas y hablo de cerdos. La alternativa está servida, se llama veganismo, se llama antiespecismo, se llama humanismo.

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