miércoles, 7 de mayo de 2014

Circo: Arte y Cultura

Felino en su jaula en el circo.

Tengo dos grandes pasiones: el Circo y los Animales.
Desde pequeño he acudido al circo para poder ver los números de animales. Por mis ojos de niño y de adulto han desfilado los leones de Ángel Cristo o de Pablo Noel, los tigres de Taras Bulba o los panteras de java de Alfred Beatour. He vibrado con el Circo de Ben-Hur cuando lo trajo a la Monumental el Circo de Francia, o con los cosacos a pleno galope en la pista circular. He visto las leyendas del Circo: Pinito del Oro, Charlie Rivel, los hermanos Tonneti, etc.
Fui haciéndome mayor y seguí acudiendo al espectáculo bajo la carpa. Tengo un colección de carteles, libros, artículos, revistas, juguetes de circo e, incluso, en la entrada de mi casa una vitrina con la pista de circo y sus artistas. Escribí en alguna revista de circo algún pequeño artículo, cree mi propia revista ‘Esencia de Circo’, así como un dossier de carteles de circo (he de reconocer que sin demasiado éxito). Acudía al circo, hablaba con sus gentes cuando acababa la función o antes de empezar, comentaba con ellos tras las cortinas.
En la pista había visto a la domadora Mary Chipperfield, considerada una de las mejores y a la que llamaban ‘la amiga de los animales’. Su doma era suave, no utilizaba apenas el látigo, todo era a base de órdenes y gestos suaves, sus tigres obedecían ciegamente. Un día, en el canal 33, pasaron un reportaje grabado en el circo de Mary chipperfields titulado ‘Demasiado tarde para Trudy’ donde se observaban las atrocidades a las que era sometida una cría de chimpancé por parte del personal del circo Chipperfield. Algo no me cuadraba. Me dijeron que, aparte de aquel reportaje, existía otro titulado ‘The ugliest show of Earth’ donde, en este mismo circo, los maltratos se infringían de forma genérica: elefantes, tigres, leones,etc. Pregunté a la gente del circo sobre el reportaje y sobre Mary Chipperfiled y decían que se había exagerado.
En los circos, al estar con los animales, ayudar a dar de comer al elefante, hablar con los mozos de cuadras, con algún domador, decían que ellos los cuidaban, que alguna vez sí había que hacer que obedecieran pero que habían muchos métodos. Yo les comentaba que estaban siempre encerrados, que en la naturaleza no realizaban aquellos ejercicios y cuando intentabas profundizar más, allí se acababa la conversación y ya no se hablaba más del circo con animales. Una vez en el circo italiano, hablando con uno de los directores y comentado este tema su respuesta educada fue tajante y seca, ‘sólo son animales’. Quizás ahí radica el problema: los circos consideran a unos seres vivos, unos sujetos sintientes, como objetos, herramientas de trabajo, animales artistas. He realizado muchas fotografías a los animales del circo, me he acercado a ellos y he estado mucho rato observando: tigres, leones, elefantes, caballos, chimpancés…y en todos he observado (siempre bajo mi opinión personal), que su Esencia, su autentico Ser, no existe. Nosotros, los humanos, les hemos roto su Alma, lo único que existe es una arrebatadora tristeza tras aquellos ojos de un ser vivo. Sí que están vivos: salen a la pista como autómatas a realizar unos ejercicios aprendidos, a realizarlos como máquinas. No hay belleza, no hay poesía, no hay cultura.
Sí que la hay en el triple salto mortal del trapecista, en la magia del ilusionista, en los desafíos de la ley de la gravedad de los saltadores a la balanza, en la sonrisa que arranca el payaso (cuando, como aficionado al circo, he visto en su centro a Tortell Poltrona, a Luis Raluy, a Monti, a cualquiera de estos enormes payasos, de estos inmensos artistas, he vibrado, he sentido auténtico circo).
Un día, tras las cortinas, el elefante tenia que salir a realizar su número. Estaba nervioso por algún motivo y no se dejaba poner sus adornos en la cabeza. Su domador le gritó varias palabras cortantes y secas (generalmente son en alemán). El elefante empezó a temblar, hasta que le apretaron tras la oreja (zona súper sensitiva para ellos) y el animal gritó como un niño. Pasaron unos instantes y aquel elefante lloró. Lo cogieron y se lo llevaron a ejecutar su número, el cual ya ni vi pues marché. Para mis adentros pensé que no es cierto que aquel animal llorara pero, un día, leyendo un libro sobre elefantes leí que es así, que los elefantes lloran. ¿Vale la pena hacer derramar lágrimas de soledad, dolor, abatimiento, tristeza a un ser vivo, por utilizarlo para nuestra diversión?… Personalmente creo que no.
Los niños no reciben la verdad pues, en la pista, no es la verdadera vida de aquel elefante, de aquel felino o de aquel otro animal. No, pues cuando se apagan los focos y se cierran la cortinas, todo es silencio y solo silba el viento bajo la noche estrellada. Ellos no saben de la durísima vida, de la esclavitud, de los largos viajes, de los entrenamientos a que son sometidos todos y cada uno de los animales de circo. Evidentemente no todos los domadores ni todos los que trabajan con animales en los circos realizan el maltrato que se vivió en el Circo Chipperfield pero, por mucho que unos y otros intentemos darle la vuelta al tema, los animales, su esencia, su alma al igual que su genética, su memoria individual y universal no entienden de números, de subir un león o un tigre a lomos de un elefante (dos seres antagonistas en la naturaleza, juntos en la pista, ¿a qué ha debido llegarse para lograr esta unión en la pista?, quizás la respuesta no sea agradable), de vivir en espacios reducidos, de ver el mundo a través de una reja de acero, de estar encadenados, de..de….de mucho más.
El espectáculo debe continuar, debemos hacer entender al mundo que el circo es cultura, arte, magia, poesía, que lo hemos de llevar a las escuelas, que lo hemos de ayudar, de reconocer a sus magníficos artistas.
No quiero ver a un ser vivo sufrir en soledad, abatido, triste, viviendo tras las cortinas una vida que nosotros los humanos hemos decidido por ellos.
Quiero ver al artista humano, al hombre y a la mujer, como ya hay muchos circos que trabajan así, dar lo mejor de sí mismos, entrar en comunión con el público, y acabar con un aplauso desde el fondo del Alma.
Para mi esto es circo.

(*) Foto realizada por Ramón García

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