sábado, 28 de diciembre de 2013

¿Derechos animales? Feliz Navidad también para ellos.



Incluso muchos que se llaman cristianos han olvidado que Jesús de Nazaret fue vegetariano, como Buda, Confucio, Lao-tsé, Sócrates, Tolstoi, Einstein, Gandhi y muchos otros considerados modelos humanos.Todos ellos enseñaron y practicaron el amor, el respeto y derecho a la vida de todos los seres

En este año pródigo como ninguno en manifestaciones y protestas contra el gobierno de sordos de este país  tampoco faltaron las  concentraciones frente a los ayuntamientos de media España con carteles y representaciones contrarias a la barbarie de las corridas de toros –que este Gobierno de cavernícolas llama “bien cultural”- y a las diversas formar en que  inocentes y hermosos animales  son torturados para diversión de personas de la generación de los “Picapiedra”. ¿Qué dijo nuestra televisión pública,  tan premiada por supuesta  calidad de sus informativos? Ni media palabra. También para los siervos de los informativos “la tortura es cultura”.

A pesar de las posturas y silencios oficiales, cada vez con mayor frecuencia encontramos actividades y manifestaciones contra la violencia  hacia el mundo animal. Ahora el código penal califica como delito el maltrato a los animales de compañía. Claro es que los legisladores tienen que proteger a sus mascotas.  Esos, bueno,  son síntomas de civilización, pero qué  limitados. Extrañamente quedan excluidos de esa protección los toros y todas las especies consideradas animal-alimento, tratadas como simples objetos de diversión o consumo para satisfacción de humanos. Al fin y al cabo, ¿quién va a tener como mascota un mihura o una oveja para pasear? También, por desgracia, quedan excluidos de ser penalizados los que experimentan con animales en sórdidos  laboratorios y  los cazadores, que matan por  perversa diversión y hasta con cínicas excusas de un pretendido ecologismo, muy útil para los dueños de cotos de caza y negocios afines.

La muerte como negocio  forma parte de una misma barbarie organizada en beneficio de distintos tipos de bárbaros: desde matadores de toros a matadores de hombres en guerras, ajusticiamientos, o  a los animales en mataderos públicos o laboratorios. Distintos  argumentos, grados, medios, o distinto alcance, pero para las distintas víctimas  la muerte es la muerte. Y ¿quién tiene derecho sobre la vida, sino su Creador, que no es precisamente ninguno de los verdugos?
Dando un paso más hacia lo repugnante en el mundo de la alimentación cárnica se pretende ahora utilizar la carne de animales clonados. Los inventores de este desaguisado  quieren hacernos creer  que mejora a las especies naturales de las que procede, y así  piensan vender más cara la carne de los pobres animales manipulados genéticamente y cuyos genes alterados interactuarán con los de quien los coma, con sus correspondientes efectos sobre la salud.

Manifestarse contra  la alimentación cárnica encuentra, sin embargo,  dos poderosos opositores. En primer lugar los propios consumidores, que no alcanzan a sentir en su corazón que comerse un animal es comer un cadáver animal en proceso de descomposición a la vez que a una criatura inocente, que siente emociones parecidas a las de quien se come su carne, y  que sufre cautiverio y tormentos indecibles mientras vive en horrendos establos, jaulas  o pocilgas, cuando lo trasladan, mientras espera su turno para la muerte viendo y sintiendo morir a sus congéneres, y sintiendo en sí mismos el stress del miedo  cuando le llega el turno de morir. Ese sufrimiento queda impregnado a nivel energético en cada célula de la carne que se consume en hogares y restaurantes. Sufrimiento, por un lado, y cantidades de anabolizantes, antibióticos, tranquilizantes, y vaya usted  a saber qué otras sustancias, así como piensos de origen también animal dados a herbívoros que originó la enfermedad llamada de  las “vacas locas”, se ingieren con el cadáver aderezado al gusto de los comensales como si fuese  un manjar exquisito para el paladar.
Con el pescado, pasa parecido. ¿Han visto el estado de los mares? Ahora son inmensas cloacas y cada vez más despobladas. Saben que en los océanos se vierten cantidades ingentes de productos tóxicos de todo tipo y van a parar cantidades gigantescas de desechos humanos y basuras, plásticos y muchas cosas más. Por ejemplo, desechos nucleares. Y no me refiero únicamente  al efecto contaminador de Fukushima–extensible por el océano-  Saben que existen  bidones cargados de basura atómica de diversa procedencia que con el tiempo se abren haciendo que su contenido entre en contacto con el agua y los animales que luego encontramos en las pescaderías. Y no ignoran los millones de toneladas de hidrocarburos de petroleros que se hunden en todas partes.

El mundo de los negocios cárnicos mueve ingentes cantidades de dinero. En su conjunto, el mundo de la economía, las finanzas, la tecnología y las investigaciones científicas, aliados entre sí han perdido la noción del límite – la de la moral hace ya mucho más tiempo-  y cada uno a su modo, y en unión de otros semejantes van en caída  libre, por lo que antes o después  se derrumbará  su  castillo de naipes y  de paso el mundo  supuestamente civilizado en que vivimos. No nuestro Planeta, sino lo que no le pertenece y perturba tanto a él como  a quienes lo habitamos: nuestra basura vertida sobre él llamada civilización material.

La ambición y la codicia que ponen en peligro a nuestra propia especie, unidos a la  violencia entre personas y naciones  y contra el mundo animal, ¿acaso son síntomas de civilización?
También muchos de los que en occidente se llaman cristianos han olvidado que Jesús de Nazaret fue vegetariano, como lo fueron Buda, Confucio, Lao Tse, Sócrates, Tolstoi, Einstein, Gandhi y muchos otros. Todos ellos  enseñaron y practicaron  el amor, el respeto y derecho a la vida de todos los seres sin  distinción alguna. 

¿Cuándo escucharemos el grito silencioso del animal muerto que esconde un filete? Una visita a un matadero de tan solo cinco minutos  es suficiente para captar “ese”  olor ambiental que llamaría el olor de la muerte,  más convincente que el mejor de los discursos por el respeto a la vida animal, cuanto más  si se presencia en directo  cómo los matan.

Dejar poco a poco de consumir carne y pescado y respetar su vida  sin fanatismos será  un síntoma muy importante de civilización en nuestra especie,  sobre  todo si se acompaña de sentimientos de respeto entre nosotros, los de nuestra misma especie. Por suerte para nosotros, y de paso para el mundo animal, somos capaces de conseguir todo eso. No estaría mal incluir algo de eso entre las  propuestas de cambio que se suelen hacer al final de cada año.

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