Respecto al PP, la defensa de la tauromaquia (la tortura de toros,
novillos, vacas, vaquillas, becerros, caballos) deviene en símbolo de
la degradación moral de un Gobierno maltratador: si lincha a toda una
nación, qué importancia puede dar al sufrimiento de unos herbívoros.
Este Gobierno es tan vergonzoso que, al tiempo que
cada día se destapa un caso de corrupción más entre los suyos, un robo
más de los suyos, una mentira más de los suyos; al tiempo que su
Ejecutivo trata de desmantelar la Educación pública, trata de cargarse
la Sanidad pública, prevarica en la Justicia, se burla de sus votantes y
del resto de la población; al tiempo que su presidente se esconde de
las preguntas y de los periodistas, y sus ministros niegan las
evidencias con un descaro bochornoso; al tiempo que lanza a los
antidisturbios contra los ciudadanos responsables que llevan su legítima
protesta a las calles; al tiempo que excluye a lesbianas y mujeres
solteras de la reproducción asistida pública; al tiempo que deja sin
ayudas a los estudiantes más necesitados, sin becas de comedor a los
niños en situación de precariedad, sin Conservatorio a los que aspiran a
formarse musicalmente; al tiempo que desprecia la Cultura con una
hostilidad que, como denunció el escritor Javier Marías, emparenta al PP
con el franquismo; al tiempo, digo, tiene cuajo para votar a favor de
una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) impulsada por la Federación de
Entidades Taurinas de Cataluña, que pretende que se declare la
tauromaquia Bien de Interés Cultural a nivel nacional.
Hace una semana se celebraron en el Congreso de los Diputados las
jornadas de debate a favor y en contra de esa ILP, y comparecieron
expertos antitaurinos y defensores de la tauromaquia, para que la
Comisión de Cultura del Congreso presente las enmiendas pertinentes al
texto, un plazo que finalizará en septiembre. Cabe destacar, para
empezar, que dicha Comisión está presidida por Juan Manuel Albedea,
“acérrimo defensor de la fiesta de los toros”, como lo define el crítico
taurino Antonio Lorca, e interesa recordar la segunda acepción del
diccionario de la RAE de la palabra “acérrimo” -intransigente, fanático,
extremado-, pues son todas ellas acusaciones que los taurófilos suelen
verter contra los antitaurinos, enarbolando la bandera de la libertad y
olvidando que lo que se debate es si es tolerable en pleno siglo XXI
considerar Bien de Interés Cultural la tortura pública de un animal, su
linchamiento hasta la muerte. Esa libertad. Para el PP, sí. Para el
PSOE, por cierto, ni sí ni no ni todo lo contrario, posición que se
convierte en metáfora de su patética situación política: ante la tortura
de animales inocentes no cabe tal tibieza y es comprensible que la
extrapolemos a todo lo demás; así les va.
Respecto al
PP, la defensa de la tauromaquia (la tortura de toros, novillos, vacas,
vaquillas, becerros, caballos) deviene en símbolo de la degradación
moral de un Gobierno maltratador: si lincha a toda una nación, qué
importancia puede dar al sufrimiento de unos herbívoros.
Así, mientras el veterinario José Enrique Zaldívar, presidente de AVAT
(Asociación de Veterinarios para la Abolición de la Tauromaquia),
desgranaba, con datos científicos, los terribles padecimientos físicos y
psicológicos de los toros; mientras Mariví Vaquer, psicóloga Escolar y
Comunitaria especializada en Psicología Sanitaria y Clínica, alertaba,
basándose en estudios que lo demuestran (como el informe “Convivencia
escolar y prevención de la violencia”, de Mª José Díaz Aguado, suscrito
por el Ministerio de Educación y Cultura), de que, una vez aprendidas y
legitimadas, las conductas de crueldad contra los animales constituyen
el mejor predictor de posibles actos de violencia hacia el ser humano;
mientras Zaldívar provocaba escalofríos con su minuciosa descripción del
dolor y la cruel agonía de los toros, y Vaquer avisaba de que todos los
países desarrollados recogen el respeto a los animales en sus planes de
estudio y de que la tauromaquia viola leyes educativas (como la LOE
2/2006 del 3 de mayo), la diputada del PP Macarena Montesinos no tenía
empacho (vergüenza torera diría el catedrático y crítico taurino Andrés
Amorós, para apoyar así su débil tesis lingüística en defensa de los
toros) en insistir en que la tauromaquia no transmite agresividad a los
niños y en que los toros no sufren, adornando su insensibilidad, su
falta de empatía, su desvío moral con delirios como que la tauromaquia
es uno de los movimientos ecologistas más importantes y antiguos de este
país o que en los encierros y las corridas de los pueblos las familias
ejercitan la solidaridad, la ética, el respeto y la serenidad, valores
que trasladan a los hijos.
Lo que los taurinos no
esperaban es que Leonardo Anselmi, promotor de la ILP que consiguió la
abolición de las corridas de toros en Cataluña, anunciara una ILP
antitaurina llamada “Pan y toros” ( www.panytoros.es)
y basada en cuatro puntos: 1) La derogación de todo aquello que se
apruebe derivado de la ILP taurina; 2) La supresión de todo mecanismo de
fomento y ayuda pública a la tauromaquia; 3) El alejamiento de niñas y
niños de cualquier actividad taurina; y 4) La posibilidad de plantear la
reconversión del sector. Anselmi (a quien los diputados Carlos
Salvador, de UPN, y Torres Mora, del PSOE, trataron de humillar por su
procedencia argentina, motivo por el que también fue deslegitima por
Amorós su presencia en el Congreso) denunció que los taurinos han
mentido en los datos económicos y competenciales de la declaración de
motivos de su ILP, que el PP aceptó y apoyó sin revisar.
Anselmi hizo hincapié en que el promotor principal de la ILP taurina,
Luis María Gibert, confesó en su comparecencia que "le da igual que los
toros no vuelvan a Catalunya", cuando fue la reivindicación máxima de
toda la campaña de recogida de firmas, motivo por el que los firmantes
deberían sentirse estafados por la comisión promotora, así como la
comisión promotora estafada por el PP. Quedó claro, además, que los
propios taurinos están enfrentados: los de plaza y los de festejos
populares (tan impopulares como el salvaje Toro de la Vega), puesto que
el propio promotor dice ahora que son cosas diferentes y que no tienen
pensado proteger los festejos con esta ILP. Los toros para esos
festejos, sin embargo, salen de las mismas ganaderías que venden a las
plazas, y ninguno de los defensores de la ILP taurina respondió a las
preguntas del diputado Chesús Yuste, de Izquierda Plural, sobre si el
Toro de la Vega sería protegido por la ley.
En el
Congreso de los Diputados, el PP se pasó también por el forro de la
taleguilla las advertencias del compareciente Enrique Alonso, Consejero
de Estado: "Europa ha dicho que los animales han dejado de ser cosas. A
la caza ya no le dan un duro, aunque los cazadores digan que genera
dinero. Hasta ahora, la tauromaquia es una excepción a la ley, pero
existe un movimiento de la asociación mundial de tour operadores para
boicotear el turismo a España y a quien fomente las corridas de toros y
los encierros”. La WSPA (Sociedad Mundial para la Protección Animal) ha
circulado al respecto un documento que considera inaceptables estas
actividades y desaconseja el turismo donde se celebren.
Esta es la Marca España que cacarea el PP: la España de la crueldad con
los animales, la España de la desprotección de la infancia frente a la
violencia, la España de recortes en Educación, Sanidad y Cultura pero
subvenciones a ganaderos taurinos, la España del desprecio a las
advertencias internacionales contra el turismo en España, la España
homófoba que ensalza al macho maltratador. La Marca España de "los
catalanes de mierda" de Juan Carlos Gafo. Y frente a esa España sin
ilustrar, sobre la que ya clamó Jovellanos en "Toros, verbenas y otras
fiestas populares", la ILP “Pan y toros” se presenta como una
oportunidad histórica: la de traer de una vez por todas la modernidad a
esta nación de naciones saqueada por ladrones y embusteros como los que
gobiernan, como los que defienden que la tortura y la muerte provocada
son un Bien de Interés Cultural.
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