Luis Tovar (Activista de DefensAnimal.org)
El concepto de persona se aplica en diferentes ámbitos (legal, ético,
moral, científico) y en cada uno de ellos tiene significados
diferentes, aunque relacionados, que conviene no confundir para poder
entender de qué estamos hablando en cada caso.
Es cierto que a nivel legal los seres humanos son los únicos animales
considerados como personas. Pero esta exclusividad es básicamente un
reflejo de la mentalidad especista que predomina en nuestra sociedad
antropocéntrica, y no algo que se pueda justificar racionalmente en
términos morales.
Si acudimos al diccionario en busca del
término persona nos encontraremos con que las definiciones lo convierten
en sinónimo de ser humano. Pero esto no nos dice nada acerca de su
verdad, pues lo único que hace el diccionario es recoger el uso aceptado
y habitual de la palabra, y es obvio que en el contexto de una sociedad
especista lo que hará será recoger definiciones especistas. Ocurriría
lógicamente lo mismo si viviéramos en una sociedad racista o sexista.
En otras épocas no muy lejanas -incluso hoy en día en ciertos
contextos- era algo normal el considerar que solamente ciertos humanos
eran realmente personas, mientras que al resto se les consideraba
inferiores y se les negaba la condición de personas, para rebajarlos a
la categoría de objetos y propiedades. Esta discriminación injusta
estaba basada, según fuera el caso, en motivos sexistas, raciales,
religiosos o de nacionalidad.
Por supuesto, no solamente algunos humanos eran excluidos de la
categoría de persona, sino también el resto de animales que no eran
humanos. Por desgracia, esa discriminación especista no ha cambiado
prácticamente en nada a nivel moral y legal en la actualidad, mientras
que, dentro del contexto humano, sí se han conseguido avances en la
erradicación de prejuicios como el racismo o el sexismo.
Afirmar, por ejemplo, que las mujeres o los negros no son personas
sería cometer una falsedad puesto que las leyes les reconocen como
tales. Pero la cuestión más fundamental es que aunque la ley no les
reconociera como tales, a nivel biológico y ético sí serían personas,
sin importar lo que dijera al respecto la sociedad o la legislación.
Del mismo modo, podemos tener por seguro que los demás animales -los animales que no son humanos- son personas. Así lo confirma la ciencia actual a través de numerosos y variados estudios en donde se demuestra que los demás animales comparten todas las características que son propias de la personalidad, y que ninguna de éstas es exclusiva de los seres humanos.
Del mismo modo, podemos tener por seguro que los demás animales -los animales que no son humanos- son personas. Así lo confirma la ciencia actual a través de numerosos y variados estudios en donde se demuestra que los demás animales comparten todas las características que son propias de la personalidad, y que ninguna de éstas es exclusiva de los seres humanos.
Pongo algunos enlaces informativos al respecto, para quien esté interesado en comprobarlo por sí mismo:
“Los animales también tienen personalidad”
“Se han encontrado rasgos de personalidad en más de 60 especies”
“Los animales y la personalidad”
“Los animales demás también tienen personalidad”
“Animales con personalidad”
“Los animales tienen personalidad también”
“Las abejas también tienen personalidad”
“Se han encontrado rasgos de personalidad en más de 60 especies”
“Los animales y la personalidad”
“Los animales demás también tienen personalidad”
“Animales con personalidad”
“Los animales tienen personalidad también”
“Las abejas también tienen personalidad”
Una vez que comprobamos que los demás animales, y no sólo los
humanos, poseen personalidad, debemos tener en cuenta este hecho a la
hora de fundamentar nuestra ética de forma racional.
El hecho de hablar de algunos animales no humanos (primates no
humanos, delfines) como personas no es algo novedoso. El problema es que
tanto la comunidad científica, como la académica filosófica, asocian
habitualmente este estatus de persona con la capacidad de inteligencia.
Mientras que la ética de Derechos Animales lo relaciona de manera
directa y exclusiva con la sintiencia (la capacidad de sentir).
Si reconocemos que todos los animales que poseen capacidad de sentir
son, cada uno de ellos, individuos únicos conscientes de sí mismos y con
intereses propios entonces deberemos considerarlos como personas, es
decir, seres con valor inherente y derechos inalienables, sin hacer
injustas discriminaciones entre ellos basadas en características que en
nada afectan a la capacidad de sentir, como son la raza, el sexo o la
especie.
El especismo permite y promueve que a alguien lo consideremos, lo
veamos y lo tratemos como si fuera algo (una cosa, un mero recurso, un
medio para nuestros fines). Pero en realidad nunca puede conseguir que
lo que es no sea lo que es. Y los animales en tanto que personas siempre
son -somos- alguien.
La esclavitud, como concepto moral, significa tener como propiedad a
un individuo, a una persona. Luego no se puede esclavizar ni a las
plantas ni a los hongos, porque no son personas, mientras que los
animales sí lo somos. Y lo mismo vale para el asesinato. El hecho de que
estén vivos no tiene ningún relevancia moral. La única característica
relevante para respetar a alguien es la sintiencia (la capacidad de
sentir).
Considero que es importante tener claro que no hay ningún término
medio entre cosa y persona. O eres una cosa o eres una persona. O se te
considera de una manera o de otra. Del mismo modo que no hay términos
medios entre estar vivo o estar muerto. Y es que el absolutismo
conceptual no tiene nada de intrínsecamente negativo. Por desgracia, es
un concepto que se suele utilizar incorrectamente como descalificativo,
al igual que ocurre con otros términos como radicalismo (ir a la raíz
del asunto), que en sí no tienen nada de malo sino más bien lo
contrario. Ser absolutista respecto del rechazo de la explotación
animal, del asesinato, la tortura, la violación sexual, no sólo me
parece razonable sino la única postura razonable.
En el mundo real en el que vivimos, o te consideran una persona y te
respetan como tal o te consideran una cosa, un mero recurso, un medio
para conseguir ciertos fines. Teniendo en cuenta que no existe ningún
término medio entre ambos conceptos cualquier posición que trate de
mediar entre ambas tendrá que inclinarse necesariamente por una de
ellas. Un buen ejemplo de ello es la regulación de la explotación animal
impulsada por el pensamiento utilitarista bienestarista. Los animales
son considerados cosas pero se les reconoce que pueden sufrir y que
quieren disfrutar. Sin embargo, este reconocimiento no impide que se les
trate como cosas, y además solamente suele ser practicado cuando sus
propietarios pueden sacar algún beneficio con ello (mayor rentabilidad
económica).
En otro orden de cosas, creo que es importante recalcar el hecho de
que hablo de los animales en un sentido moral, como sinónimo de seres
sintientes, ya que es la sintiencia el aspecto biológico moralmente
relevante. Y especifico esto porque hay que tener en cuenta que no todos
los humanos, ni todos los animales en general, son automáticamentente
personas.
Para aclarar el punto anterior pondré ejemplos. El caso de un embrión
es bastante significativo puesto que se trata obviamente de un animal,
pero al carecer de la capacidad de sentir no se le puede considerar
éticamente como una persona. Un caso similar sería el de un animal que
ha perdido la sintiencia debido a un daño grave en su sistema nervioso.
Un cadáver es un animal, pero no siente, luego no es una persona.
Con esto último no quiero decir que solamente es importante tener en cuenta moralmente a los animales sintientes. Porque si respetamos a los animales entonces no solamente no debemos explotarles, ni participar en su explotación, sino que también debemos no consumir nada que implique su explotación: consumir sus cadáveres o secreciones como alimento o vestimenta o cualquier otro uso. No sólo porque colaboraríamos económicamente con su explotación, sino también porque aunque no fuera así, deberíamos vivir una vida que no dependa, al menos en sus aspectos esenciales, de los demás animales.
Con esto último no quiero decir que solamente es importante tener en cuenta moralmente a los animales sintientes. Porque si respetamos a los animales entonces no solamente no debemos explotarles, ni participar en su explotación, sino que también debemos no consumir nada que implique su explotación: consumir sus cadáveres o secreciones como alimento o vestimenta o cualquier otro uso. No sólo porque colaboraríamos económicamente con su explotación, sino también porque aunque no fuera así, deberíamos vivir una vida que no dependa, al menos en sus aspectos esenciales, de los demás animales.
Tal y como podemos observar en nuestro pasado, resulta inevitable que
si dependemos para vivir de los otros animales -de lo que podamos
obtener de sus cuerpos o de su esfuerzo- tengamos que someterlos y
cosificarlos para conseguirlo. Así que si queremos vivir respetándoles
es imperativo que no dependamos de ellos y construyamos una sociedad
basada exclusivamente en recursos minerales, vegetales y sintéticos.
Entre todos debemos construir una sociedad justa y respetuosa con todas
las personas. Una sociedad vegana.
“Los grandes simios no humanos y todos estos otros no humanos son, de
la misma manera que nosotros, sintientes. Son conscientes; tienen
conciencia subjetiva, tienen intereses, tienen capacidad de sufrir.
Ninguna otra característica, más allá de la sintiencia, es exigida para
ser una persona.” Gary Francione
Luis Tovar
Activista de DefensAnimal.org
(El original de este artículo está en el blog del autor: http://filosofiavegana.blogspot.com.es/2011/07/personas.html)
(Este artículo fue publicado en la página 5 del nº7 de la Revista DefensAnimal)
Activista de DefensAnimal.org
(El original de este artículo está en el blog del autor: http://filosofiavegana.blogspot.com.es/2011/07/personas.html)
(Este artículo fue publicado en la página 5 del nº7 de la Revista DefensAnimal)
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