miércoles, 17 de marzo de 2010

Toros, mitos y españolidad (excelente artículo)

  1. La moral colectiva debe llevar a que desaparezca la tortura de las corridas, que nos envilece a todos
LEONARD BEARD
LEONARD BEARD
JOSEP Oliver Alonso

El debate sobre la fiesta en Catalunya ha entrado en su recta final. Se han cerrado las comparecencias en el Parlament con un argumentario que ha elevado el debate sobre esta tradición más allá de lo que podía esperarse en un principio, dada la gran pasión que despierta. ¡Buen refuerzo para la política como máxima expresión del intercambio de opiniones y de convivencia! Pero que haya debate no garantiza la ausencia de demagogia. Y en algunas de las posiciones que han aparecido, tanto en el Parlament como fuera de él, algo de ella hay en ciertos mitos. Permítanme repasar los más notables.

Primer mito. Los toros expresan arte, como lo demuestra la pasión que sentían, entre otros, García Lorca, Picasso, Hemingway, Orson Welles
Otros artistas e intelectuales también bendijeron conductas que hoy consideramos aberrantes. Por ejemplo, en la Grecia y la Roma clásicas. Por fortuna, las sensibilidades cambian y comienzan a quedar lejos los tiempos en que la autoridad era dogma.

Segundo mito. La ‘fiesta’ ya está agonizando y los jóvenes no se interesan por ella. Déjenla, pues, morir en paz.
No se trata de cantidad. Se trata de nuestra moral colectiva. Y en esa hay opinión mayoritaria de que la tortura de los toros debería desaparecer, porque nos envilece a todos. Y porque afecta a nuestra propia concepción de lo que es humano y que nos separa y nos distingue de los mamíferos superiores. Los que se oponen a la abolición de esta barbaridad no quieren, o quizá simplemente no pueden, aceptar que el sufrimiento de estos animales no está tan lejos del nuestro.
Tercer mito. Siempre es mejor no prohibir.
Los partidarios de mantener la situación actual argumentan que no pretenden imponer su criterio y que, por el mismo motivo, demandan respeto por el suyo. Este argumento olvida el carácter moral del debate en curso, al tiempo que tampoco tiene en cuenta que, en un país avanzado, la libertad individual termina donde comienza la del vecino. Y espectáculos donde se tortura a animales para nuestro deleite afectan a los valores morales sobre los que basamos nuestra convivencia. ¿Acaso no existen ordenanzas que impiden el maltrato de los animales domésticos? ¿No está prohibida, por el mismo motivo, la experimentación con primates? ¿No hay, en todas esas limitaciones, consideraciones morales acerca del sufrimiento animal?

Cuarto mito. Es un ataque a España, como lo demuestra que no se quieran prohibir los ‘correbous’.
En absoluto. Vaya por delante que soy partidario de que estos sean tratados como las corridas. Y que, en Catalunya, hay defensores y detractores de estas como los hay de los correbous. La línea divisoria no está entre Catalunya y España. Este es un debate adulterado y una trampa en la que no deberíamos caer. Ni los que están a favor de los toros ni aquellos que están en contra. Y su introducción en este preciso momento no es más que una artimaña para desviar la atención de lo que es sustantivo, y arrimar el agua al molino de los intereses partidistas del Partido Popular. Es evidente que también en Catalunya hay intereses políticos en este debate. Pero, dado el soporte popular a la ilegalización, me parece que no constituyen el núcleo de la oposición a los toros. Y sería un craso error confundir estos planos, como se pretende desde algunas instancias españolas o catalanas.

Quinto mito. Hay hipocresía por parte de los que se oponen a las corridas, que no se expresan con igual empeño contra el sacrificio de otros animales que utilizamos para nuestra alimentación.
Nada más erróneo: la oposición no es a la muerte de un ser vivo, sino al uso de la crueldad gratuita como divertimento. No es necesario ser vegetariano militante para oponerse a la fiesta.

Sexto mito. El Parlament tiene otros temas más importantes que tratar y que interesan más a la ciudadanía, en especial en momentos tan duros económicamente como estos.
Falso, ya que no solo de pan vive el hombre. Y como muestra de interés sobre este ámbito, véase el volumen de firmas de la iniciativa legislativa popular (cercano a las 200.000) o el peso de la población que se opone a la fiesta. De hecho, el grueso de la sociedad catalana está en contra de permitir la organización, pública y con fines de diversión, de la tortura de esos animales. Los distintos grupos políticos del Parlament deberían tomar buena cuenta de ello. Y, como se hizo con la propuesta popular, permitir que cada diputado vote en conciencia. No me parece razonable, ni democrático, que en una cuestión tan sujeta a opiniones personales, morales e incluso filosóficas, los partidos quieran imponer una determinada visión a sus miembros. Se equivocarían. Y ello tanto por lo discutible de esta cuestión como por su distanciamiento del grueso de la sociedad catalana ¿Creen, de verdad, que Catalunya está a favor de perpetuar este festival sangriento? La democracia se demuestra, como todo en la vida, andando. Y pocas veces el sentir del país está más sesgado hacia una posición. Los políticos deberían entender las transformaciones que se han operado en Catalunya y, en lugar de actuar como freno, ponerse al frente de lo que la sociedad demanda. Con ello, además, harían un servicio a la recuperación de la política, tan denostada últimamente.

*Catedrático de Economía Aplicada (UAB)

http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=694707&idseccio_PK=1498

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